II Domingo del Tiempo Ordinario

CITA

Cuando un dedo señala la luna,

solo los necios se quedan mirando el dedo”.

Proverbio indio

San Juan Crisóstomo, en sus catequesis eucarísticas, escribió en cierta ocasión: ¿Qué dices, Moisés? ¿Que la sangre de un cordero purifica a los hombres? ¿Que los salva de la muerte? ¿Cómo puede purificar a los hombres la sangre de un animal? ¿Cómo puede salvar a los hombres, tener poder contra la muerte? De hecho —sigue diciendo—, el cordero sólo podía ser un símbolo y, por tanto, la expresión de la expectativa y de la esperanza en Alguien que sería capaz de realizar lo que no podía hacer el sacrificio de un animal. Benedicto XVI Homilía (05-04-2007): Nos trajo la Pascua definitiva

“No sería necesario recurrir tanto a la palabra, si nuestras obras diesen auténtico testimonio”.

San Juan Crisóstomo se preguntaba ¿Cómo es que comiendo cordero nos convertimos en lobos? Tomado de Angel Calvo “En otras palabras”

“Si somos ovejas, vencemos; si nos convertimos en lobos, somos vencidos” Homilías sobre el evangelio de san Mateo 33,1.2

San Ignacio: «No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y el gustar de las cosas internamente» (EE 2).

Teresa Benedicta de la Cruz “El que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la cruz”. Obras Completas (14-09-1940): ¿Por qué eligió el Cordero como símbolo?

CATECISMO 608: Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Jn 1,29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53,7) y carga con el pecado de las multitudes (ver Is 53,12), y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14) (ver Jn 19,36; 1Cor 5,7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45).

Francisco “El verbo que se traduce con «quita» significa literalmente «aliviar», «tomar sobre sí». Jesús vino al mundo con una misión precisa: liberarlo de la esclavitud del pecado, cargando sobre sí las culpas de la humanidad. ¿De qué modo? Amando. No hay otro modo de vencer el mal y el pecado si no es con el amor que impulsa al don de la propia vida por los demás”. Ángelus (19-01-2014)

“¿Qué significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el sitio de la malicia, la inocencia; en el lugar de la fuerza, el amor; en el lugar de la soberbia, la humildad; en el lugar del prestigio, el servicio. Es un buen trabajo. Nosotros, cristianos, debemos hacer esto: poner en el lugar de la malicia, la inocencia, en el lugar de la fuerza, el amor, en el lugar de la soberbia, la humildad, en el lugar del prestigio el servicio. Ser discípulos del Cordero no significa vivir como una «ciudadela asediada», sino como una ciudad ubicada en el monte, abierta, acogedora y solidaria. Quiere decir no asumir actitudes de cerrazón, sino proponer el Evangelio a todos, testimoniando con nuestra vida que seguir a Jesús nos hace más libres y más alegres”.

«Nos hará bien decir todas las mañanas en la oración: – Señor, te doy gracias porque me amas; haz que me enamore de m vida. Es el tiempo para amar y ser amado. No os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión. Él sabrá sorprenderos con su perdón y su paz». Papa Francisco a los jóvenes en Cracovia

Anthony De Mello “Nadie se ha emborrachado nunca a base de comprender intelectualmente la palabra “vino”” El canto del pájaro

CONTO

“EL MESÍAS ES UNO DE VOSOTROS”

“Un templo atravesaba serias dificultades provocando el total abandono por parte de sus feligreses y quedando tan sólo cinco miembros: el párroco y cuatro personas ancianas, todos mayores de 60 años. En las montañas, cerca del templo, vivía un obispo en retiro. Una vez, el párroco se animó a pedirle al obispo algún consejo que podría ayudar a salvar la iglesia y hacer que los feligreses retornaran a ella. El párroco y el obispo hablaron largamente, pero cuando el párroco le pidió el consejo, el obispo le respondió: “No tengo ningún consejo para ti. Lo único que te puedo decir es que el Mesías es uno de vosotros”. De regreso al templo, el pastor le comentó a los cuatro miembros restantes lo que el obispo le había dicho. Durante los siguientes meses que siguieron, los viejos feligreses reflexionaron constantemente sobre las palabras del obispo.

“El Mesías es uno de nosotros”, se preguntaron unos a otros. Decidieron entonces asumir dicha posibilidad, y empezaron a tratarse con un extraordinario respeto y exquisito cuidado puesto que uno de ellos podría ser el Mesías. Los meses fueron pasando, y las personas empezaron a visitar la pequeña Iglesia atraídos por el aura de respeto y gentileza que envolvía a los cinco.”

Tomado de P. José María Martín OSA

EL TESTIMONIO DE LA VIDA

Al final de una cena, en un castillo inglés, un famoso actor de teatro, entretenía a los huéspedes recitando textos de Shakespeare. Luego se ofreció a que le hicieran peticiones.

Un sacerdote muy tímido preguntó al actor si conocía el Salmo.

El actor respondió: sí, lo conozco y estoy dispuesto a recitarlo sólo con una condición: que después también lo recite usted.

El sacerdote resintió un poco incómodo, pero accedió a la propuesta.

El actor hizo una bellísima interpretación, con una dicción perfecta, de “el Señor es mi pastor, nada me falta…”. Los huéspedes aplaudieron vivamente.

Luego llegó el turno al sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del Salmo 22. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y lágrimas en algún rostro.

El actor se mantuvo en silencio algunos instantes, luego se levantó y dijo:

“Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha ocurrido esta noche. Yo conocía el Salmo, pero este hombre conoce al pastor”.

Tomado de Padre Diego Millan García

CONOCER A CRISTO

Diálogo entre un recién convertido a Cristo y un amigo no creyente:

«¿De modo que te has convertido a Cristo?». «Sí».

«Entonces sabrás mucho sobre él. Dime: ¿en qué país nació?».

«No lo sé».

«¿A qué edad murió?». «Tampoco lo sé».

«¿Sabrás al menos cuántos sermones pronunció?».

«Pues no … No lo sé».

«La verdad es que sabes muy poco, para ser un hombre que afirma haberse convertido a Cristo…». .

«Tienes toda la razón. Y yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de El. Pero sí que sé algo: Hace tres años, yo era un borracho.. Estaba cargado de deudas. Mi familia se deshacía en pedazos. Mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa cada noche. Pero ahora he dejado la bebida; no tenemos deudas; nuestro hogar es un hogar feliz; mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta a casa cada’ noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí.

¡Y esto es lo que sé de Cristo!».

Conocer realmente. Es decir, ser transformado por lo que uno conoce.

Tomado de A. Mello, La oración de la rana

¿SE EQUIVOCÓ EL SACERDOTE?

Juan Bautista era profeta y por eso sabía que Cristo moriría por nuestros pecados. Por eso les dijo a sus discípulos que Jesucristo era el verdadero Cordero de Dios •

Mientras el pequeño Alfredo estaba en Misa con su mamá, Doña Marcela, algo llamó su atención, pero su mamá le dijo que tuviera paciencia y que le explicaría al salir del templo. Una vez afuera, ella le compró un algodón de azúcar y lo invitó a que se sentara en una de las bancas del atrio. Luego le dijo: “¿Qué es lo que quieres saber?” Entonces Alfredito le dijo: “Cuando el sacerdote nos mostró la hostia dijo: ‘este es el Cordero de Dios’ ¿Se equivocó o estaba pensando en otra cosa?”.

La mamá del niño comprendió la inquietud del niño y le contestó: “Aunque eso te lo explicarán en la preparación para tu Primera Comunión, yo trataré de que lo entiendas por ahora”. Marcela inició la explicación: “En aquel tiempo, el pueblo de Israel tenía como su animal preferido el cordero. Por eso, cuando querían ofrecerle a Dios lo mejor, le ofrecían un cordero. Tenía que ser uno sin mancha y, preferentemente, la primera cría”. Alfredito volvió a preguntar: “¿Y cómo se lo ofrecían?” Doña Marcela le explicó: “Lo sacrificaban. Era la forma de pedirle a Dios que los protegiera y ayudará. También así sellaban con Dios los pactos o alianzas”.

El niño pidió algunos ejemplos. Su mamá le dijo: “Cuando Dios liberó al pueblo judío de la esclavitud de Egipto, hizo con él una alianza y le pidió a Moisés que la sellara con la sangre de un cordero. Desde entonces los judíos recordaban cada año aquella primera alianza. Para hacerlo, sacrificaban un cordero, le ofrecían a Dios la sangre y después se comían la carne en una cena a la que le llamaban: cena pascual”. Marcela quiso profundizar en la reflexión y continuó: “Eso cambió después. La alianza antigua quedó atrás y se hizo una nueva”. El niño interrumpió: “¿Cuándo se hizo el cambio?”. Su mamá le dijo: “Cuando Jesucristo se hizo hombre, declaró que la antigua alianza, la de Moisés, quedaba superada por la nueva alianza que Él haría. Cristo nos dijo que Moisés había enseñado a cumplir la ley, pero que Él daría plenitud a la ley con el mandamiento del amor.” Alfredito siguió preguntando: “¿Cristo selló su nueva alianza sacrificando a un cordero?”.

Doña Marcela le explicó: “No. Jesucristo tomó el lugar del cordero y, con su muerte, no sólo perdonó nuestros pecados, sino también nos abrió el camino de la resurrección. Por eso en su Última Cena hizo una nueva alianza ofreciendo su cuerpo y su sangre en lugar del sacrificio de un cordero. Así nos enseñó que no es el sacrificio de animales lo que agrada a Dios ni lo que perdona los pecados.”

El niño exclamó: “Ya entendí. Juan Bautista era profeta y por eso sabía que Cristo moriría por nuestros pecados. Por eso les dijo a sus discípulos que Jesucristo era el verdadero Cordero de Dios”. Marcela le dijo: “Y como Cristo quiso permanecer con nosotros en la sagrada comunión, cada vez que vamos a comulgar, el sacerdote levanta la hostia consagrada y repite las palabras del Bautista. Así nos recuerda que Cristo murió por nosotros sellando con su sangre la nueva alianza”. Alfredo agradeció la explicación. Pronto hizo su Primera Comunión y recibió al verdadero Cordero de Dios.

Tomado de P. José de Jesús Aguilar

ANÉCDOTA

UN TESTIGO CREÍBLE

Una vez se le preguntó a uno de los mejores abogados de juicio en su ciudad así: ¿Qué es lo más importante para ganar un caso de corte? ¿Es un juez justo? ¿Es un jurado simpático? ¿Es un equipo de apoyo bueno? El abogado sin demora respondió. “No, lo más importante para ganar un caso de corte es un testigo creíble”.

Tomado de Carmelo Mele, OP

CHISTE

¿TÚ CREES EN DIOS?

Cada año el Obispo visitaba el pueblo y aprovechaba para confirmar a todos los niños.

Las catequistas estaban preocupadas porque los niños no acababan de memorizar el credo.

Se les ocurrió una genial idea: Lo dividirían y cada niño se aprendería una frase. Enseñaron, pues, una frase del Credo a cada uno.

Cuando llegó el día los formaron en orden.

El Señor Obispo, después de saludar a los niños, se dirigió a uno de los niños y le preguntó:

«Oye, dime, ¿Tú crees en Dios?

A lo que el niño contestó:

«No, yo no, yo creo en Jesucristo.

El que cree en Dios es aquel otro niño» dijo señalando al primero de sus compañeros.

Tomado de Alejandro IllescasLos cuentos de mis homilías

POEMA

 ALMA, BUSCARTE HAS EN MÍ

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en mí.

Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Santa Teresa.

ORACIÓN

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,

y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,

me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.

Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,

si no estuviesen en ti, no existirían.

Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;

brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;

exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;

gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;

me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.

San Agustín de Hipona Las Confesiones

CANTO

Seréis mis testigos (Autor: Ignacio Yepes)

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela