San Juan de Ávila y la reforma de la Iglesia: Lo que se espera del Papa (1)

“Muchos de los que quedan en la Iglesia que tienen sana fe y están unidos con el Papa, están muertos de hambre y sin gracia de Dios, porque no comen el manjar de la obediencia de sus mandamientos y de su Iglesia. Muertos éstos, aunque por diversas causas, todos dan materia de lamentable lloro a quien tuviere una centella de entrañable caridad, con la cual sientan, como deben, la perdición de las almas, por las cuales derramó Cristo su sangre.

Y, entre todos los que esto deben sentir, es el primero y más principal el Supremo Pastor de la Iglesia. Pues lo es en el poder, razón es que, como principal atalaya de toda la Iglesia, dé más altas voces para despertar al pueblo cristiano, avisándolo del peligro que tienen presente y del que es razón temer que les puede venir. Ábranse sus entrañas, y sean comidas con el santo celo de la casa de Dios que le está encomendada, para sentir sus caídas y para ofrecerse, si menester fuere, a muerte de cruz, a semejanza de aquel Señor cuyo Vicario es, y de S. Pedro, su primer antecesor, y a todo lo que menester fuere para remedio y reformación de la Iglesia. Y, si el Señor no permitiere que muera su cuerpo muerte de cruz sobre este negocio, al menos tome su alma la mortificación de la cruz, cosa muy necesaria si quiere remediar la perdición de la Iglesia”.

San Juan de Ávila, Memorial segundo al Concilio de Trento (1561): Causas y remedios de la herejías, nn. 40-41