¿Por qué “falló” Matteo Ricci en su intento por convertir China?

Este año marca el 70.º aniversario de la Iglesia católica dirigida
por el Estado en China, una iglesia que designa sus propios obispos y
rechaza la autoridad del papa. Estas pasadas siete décadas se han visto
enturbiadas por la expulsión de misioneros extranjeros, por
encarcelamientos, torturas y ejecuciones de fieles cristianos, en
especial sacerdotes y obispos, y por una relación tensa con el Vaticano.


Pero la historia del cristianismo en China se remonta a un tiempo
mucho anterior a este y las relaciones de China con las religiones
occidentales han sido mucho más complejas.


Uno de los pioneros en los esfuerzos de la evangelización cristiana
en China fue el padre Matteo Ricci, un miembro de la Sociedad de Jesús
que llegó al país a finales del siglo XVI. El historiador británico
Vincent Cronin escribió sobre la vida y el trabajo de Ricci en sus
intentos por convertir al emperador chino, en una obra de 1955 titulada Wise Man from the West: Matteo Ricci and His Mission to China [El sabio de Occidente: Matteo Ricci y su misión en China].


La editorial Ignatius Press acaba de publicar una nueva edición de la
obra en inglés con un prólogo del sacerdote jesuita James V. Schall,
profesor emérito de la Universidad de Georgetown. El padre Schall es
autor de A Line Through the Human Heart: On Sinning & Being Forgiven (ed. Angelico) y Catholicism and Intelligence (ed. Emmaus Road Publications). El padre Schall conversó con Aleteia sobre Matteo Ricci y su legado en China.



¿Nos diría en pocas palabras quién fue Matteo Ricci?


Ricci nació en Macerata, al este de Roma, en 1552, y falleció en
China en 1610. Estudió en Roma y se unió a la Sociedad de Jesús. Le
encargaron que estudiara en India y luego en Japón y Macao y,
finalmente, fue capaz de entrar en China. Fue el primer europeo que
entró en la Ciudad Prohibida [en Pekín]. Lo que le hizo especialmente
famoso, además de su increíble memoria, fue su esfuerzo por convertir a
los chinos intentando primero convertirse él en chino culturalmente.


Hoy en día los viajes internacionales parecen algo normal, pero
en su época fue una travesía extraordinaria para ir a la otra punta del
mundo. ¿Por qué? ¿Cuál fue su motivación?


Cuando Francisco Javier o Ricci o Juan de Britto fueron a Japón,
China o India, no fueron solos. Viajaron bajo la tutela del Gobierno
portugués y más o menos bajo su protección. Todo este movimiento hacia
Oriente estaba diseñado como una forma de dar salida al problema del
islam, que controlaba las rutas terrestres hasta Catay
en Oriente. Los europeos no tenían claro qué era Catay. Parte del drama
de la vida de Ricci fue demostrar que las historias de Preste Juan y el
mítico Reino cristiano en Oriente era en realidad lo que Ricci llegó a
conocer como China, el Reino Prohibido.


Así que había mercaderes, a menudo bastante codiciosos, soldados y
funcionarios estatales junto con los misioneros que intentaban cumplir
el mandato del Evangelio de predicar por todas las naciones. A menudo
había enfrentamientos entre los misioneros y los mercaderes. Lo que
quiero decir es que, en muchos aspectos, no fue tan diferente de como es
hoy día. Aunque podamos ir desde Europa a América o Delhi o Pekín en
menos de un día, siguen existiendo las mismas motivaciones conflictivas.
Hoy podríamos comparar los esfuerzos de Ricci con la llegada a Marte,
más que con llegar a China. Pero incluso en ese caso los motivos serían
similares. No tanto el convertir a los marcianos, sino el tener un ojo
puesto sobre los humanos que abran comercios en el planeta rojo.


¿Podría mencionar algunos de los principios que guiaron a Ricci en su evangelización de China?


Ricci era un hombre bastante instruido para su época en lo que hoy
llamamos ciencia. Sabía de construcción, de idiomas, de geografía, de
astronomía y de matemáticas. Su conocimiento de las matemáticas resultó
ser el más valioso, puesto que los métodos chinos para calcular los
movimientos siderales según los cuales ordenaban su calendario eran
erróneos. Mientras estuvo en Roma, Ricci había estudiado con el por
entonces famoso matemático jesuita Christopher Clavius en la Universidad
de Roma. Además, Ricci había recibido, tanto en su infancia como en
Roma y con los jesuitas, una educación liberal rigurosa. Conocía la
literatura y la filosofía clásicas. Así que Ricci fue a China ya como un
hombre erudito y dotado.


Esto era algo importante para la clase china mandarín que Ricci
consideró fundamental para la empresa de convertir a China. China tenía
que ver que no era, según pensaban los chinos, el único lugar civilizado
del mundo. Que, de hecho, había personas con un conocimiento muy
superior en muchos aspectos.


Del mismo modo, Ricci entendió que China era un pueblo orgulloso que
se consideraba superior a cualquier otra nación y cultura. Según
pensaban, no necesitaban nada más de lo practicado en su propia
tradición. Por tanto, esto significaba que Ricci tenía que aprender cómo
pensaban y actuaban los chinos dentro de su propio espacio antes de
poder abordar el tema de otro estilo de vida que no había de negar
necesariamente las bondades de la cultura china.

¿Qué cimientos estableció para los futuros intentos evangelizadores cristianos en China?


Tenemos que tener en mente que, a largo plazo, Ricci fracasó. El
fracaso no estuvo forzosamente en que aplicara unos métodos equivocados,
sino en que la Santa Sede, después de la muerte de Ricci, decidió que
sus métodos se parecían demasiado a aceptar la idolatría. Como
consecuencia, el camino provisional para la evangelización china nunca
maduró.


Se produjo mucha controversia sobre el reparto de culpas en este
fracaso. En los tiempos modernos, Ricci parece haber quedado
justificado, aunque fuera por el consiguiente fracaso de los intentos
misioneros por conseguir algo más que hacer mella en una China todavía
cerrada en muchos aspectos. Los ritos chinos, como llegaron a
denominarse los esfuerzos de Ricci, han logrado una especie de estatus
místico de lo que podrían haber sido. Los métodos de Ricci, según los
estándares de hoy que priorizan al pobre, habrían sido rechazados por
muchos por elitistas. Y, francamente, eran elitistas. Ricci entendió que
los intentos iniciales que él y sus compañeros hicieron al imitar a los
monjes budistas pobres no estaban funcionando y solo servían para
etiquetarlos como perdedores a ojos de los chinos.


Históricamente, la educación jesuita ha estado orientada con
frecuencia a convertir y educar a la élite siguiendo la premisa de que
algún día, nos gustara o no, fueran los futuros gobernantes y líderes.
Si los cristianos no educaban a la élite, algún otro lo haría. En
cualquier caso, esta fue la perspectiva que adoptó Ricci y, durante un
tiempo, pareció que funcionaría. Él creía que si podía convertir al
Emperador, el resto de la nación le habría seguido. Fue una apuesta que
podría haber funcionado. Y se vio interrumpida no por los chinos, sino
por los europeos. Hoy en día vemos una cultura china que adquiere
rápidamente los conocimientos científicos y tecnológicos de los que
carecían, pero que no avanza mucho en la cuestión de la cultura. Lo
irónico es, sin duda, que la doctrina marxista oficial que el régimen
declara seguir es en su mayor parte un producto occidental adaptado a
las formas tradicionales chinas.





Cuánto tiene de cristiana hoy día sigue siendo un tema altamente
especulativo. El Gobierno se opone radicalmente a cualquier cosa, por
leve que sea, que parezca cuestionar su autoridad. Es ateo en la forma.
Nada sucede en el ámbito de lo público sin su consentimiento. Cuando la
Iglesia designa a los obispos, el Gobierno debe validar cada paso del
proceso. Los cristianos ortodoxos a menudo dan con sus huesos en la
cárcel durante décadas.


Algunos sostienen, con pruebas indirectas, que podría haber cinco o
seis millones de cristianos clandestinos que tienen que mantener sus
ritos y su pensamiento dentro de la familia, de forma similar a los
primeros cristianos en Roma. El Vaticano ha intentado con frecuencia
establecer relaciones diplomáticas con China, pero esto supondría
probablemente la interrupción de las relaciones con Taiwán y no está
claro que la Iglesia ganara nada con ello. Nos resulta difícil imaginar
el nivel de control que el Gobierno chino mantiene sobre sus ciudadanos,
en la familia y en todos los aspectos de la vida. Las políticas de
aborto y de control natal son cuestiones de legislación pública.


No es difícil ver por qué China no es más cristiana. Ser cristiano en
cualquier sentido significativo supondría desmantelar toda la
burocracia. Los intentos de llegar a convertir a las élites comunistas
chinas son tan desalentadores como los intentos de Ricci de convertir al
Emperador. De hecho, sin duda son más difíciles todavía. Se nos olvida
que la Unión Soviética se desmoronó, pero el Gobierno chino no. Cambió
sus formas en un aspecto principal. Decidió aprender la ciencia y la
tecnología occidentales, pero no su cultura ni su religión. Con ello,
China se enriqueció cada vez más, como centro de la mano de obra del
mundo. Mientras que Ricci podía mostrar una conexión entre la ciencia y
la tecnología con el cristianismo de su tiempo, en nuestro tiempo la
ciencia se considera popularmente al margen de cualquier apoyo a ninguna
cultura o religión.


Puede que esta perspectiva no sea cierta, pero desde el punto de
vista chino, únicamente están haciendo lo que ven que sucede en
Occidente. Pero la relación entre ciencia y cristianismo es más estrecha
de lo que muchos piensan. Recuerdo que el cardenal australiano [George]
Pell dio una conferencia sobre China en la que habló sobre un estudio
de economistas chinos. Intentaron encontrar una única razón por la que
Occidente prosperaba mientras que China seguía quedando atrapada en el
retraso y la corrupción moral. Después de mucha investigación,
decidieron que la única razón era debido a la religión en Occidente.

¿De qué forma valoran a Ricci en la China actual?


La tumba de Ricci, junto a las de otros misioneros de su tiempo,
sigue existiendo dentro de los confines de la universidad china. Fue
necesario mucho empeño desde fuera para protegerla y que se reconociera.
Sin embargo, Ricci sí parece tener reconocimiento como una figura en la
historia de la China imperial. Se le reconoce el haber traído a China
ciertos elementos de una ciencia más exacta desde el Occidente de su
tiempo. El hecho de que Ricci y su sucesor, Adam Schall von Bell,
reciban tanta atención en Occidente es también un factor para mantener
el interés chino en estos misioneros. De hecho tuvieron que lidiar con
un problema trascendental sobre cómo proceder con el cambio de una
cultura mientras conservaban algunas de sus formas.


China siempre se ha considerado a sí misma una cultura superior.
Otros pueblos en torno a sus fronteras —Corea, Japón, Vietnam— y otros
sienten su influencia. Su relación con Rusia además de con el mundo
árabe no aspira tanto a convertirlos a las formas chinas, sino a
controlarles en beneficio de los intereses chinos. Todos los que lo
conocen encuentran algo admirable en el pueblo chino. China nunca se
escindió en unidades más pequeñas y manejables. De hecho, según
demuestra la hostilidad hacia Taiwán, la idea de más de una China es
inaceptable. El resultado es una población y un territorio enormes que,
probablemente, son incontrolables sin el ejercicio del poder absoluto.
Aristóteles se opuso a una potencia mundial tan gigantesca, ya que
consideraba que haría falta una mente divina para gobernarla. China no
ha demostrado lo contrario.

John Burger

Aleteia