Eucaristías

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Eucaristías

CITA

Todo lo que no se da, se pierde” (proverbio indio)

San Agustín: «Ciertamente es mayor  milagro el gobierno de todo el mundo que la alimentación de cinco mil hombres con cinco panes. Y con todo de aquello nadie se admira. De esto nos admiramos, no porque sea mayor, sino porque es rara. Y a la verdad, ¿quién ahora alimenta a todo el mundo sino Aquél que con pocos granos produce los alimentos? » (Tratado 24 sobre el Evangelio de San Juan).

San Agustín: «Gran milagro es hartar con cinco panes y dos peces a cinco mil hombres y aún sobrar doce canastos. Gran milagro, a fe; pero el hecho no es tan de admirar si pensamos en el Hacedor. Quien multiplicó los panes entre las manos de los repartidores, ¿no multiplica las semillas que germinan en la tierra y de unos granos llena los trojes? Pero como este portento se renueva todos los años a nadie le sorprende… Al hacer estas cosas hablaba el Señor a los entendimientos no tanto con palabras como por medio de sus obras» (Sermón 130).

San Juan Pablo II El hombre, especialmente el de estos tiempos, tiene hambre de muchas cosas: hambre de verdad, de justicia, de amor, de paz, de belleza; pero sobre todo, hambre de Dios. «¡Debemos estar hambrientos de Dios!», exclamaba San Agustín (famelici Dei esse debemus: Enarrat. in psalm. 146, núm. 17: PL, 37, 1895 s.). ¡Es El, el Padre celestial, quien nos da el verdadero pan! 29 de julio de 1979

Benedicto XVI ¿Cómo puedo, con mis limitaciones, ayudar a Jesús en su misión? Y la respuesta la da el Señor: los sacerdotes, nosotros los sacerdotes, precisamente poniendo en sus manos “santas y venerables” lo poco que somos, nos convertimos en instrumentos de salvación para muchos, para todos. Ángelus 2009 los sacerdotes instrumento de salvación

Santa Teresa de Calcuta “No tenemos la solución a todos los problemas del mundo en nuestras manos. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”.

Concepción Arenal “Las fuerzas que se asocian para el bien, no se suman, se multiplican”.

Papa Francisco: Jesús esperaba justamente eso. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, luego toma los panes y los peces, da gracias al Padre y los distribuye. Estos gestos anticipan los de la última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más auténtico. El pan de Dios es Jesús mismo. Al comulgar con Él, recibimos su vida en nosotros. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino el más profundo, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios.

¿Quién de nosotros no tiene sus “cinco panes y dos peces”? ¡Todos los tenemos! Si estamos dispuestos a ponerlos en manos del Señor, bastarían para que en el mundo hubiera un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría

Rainiero Cantalamessa «¡Dadles vosotros de comer!»). Con ello Jesús no pide a sus discípulos que hagan milagros. Pide que hagan lo que pueden. Poner en común y compartir lo que cada uno tiene. En aritmética, multiplicación y división son dos operaciones opuestas, pero en este caso son lo mismo. ¡No existe «multiplicación» sin «partición» (o compartir)!

CURIOSIDADE

Na Igrexa da Multiplicación dos Pans, baixo o altar hai un mosaico con catro pans e dous peixes. Por que só catro: porque o quinto é o da Eucaristía. Nela o Señor segue multiplicándose como Pan para nós.

HUMOR

Un fraile trasquilón pedía limosna por ciertas aldeas. Importunáronle los de un pueblo que predicase. No lo pudo excusar. Predicó la cuarta dominica de Cuaresma. Dijo que con 5.000 panes y 2.000 libras de peces había hartado nuestro Redentor a 5.000 hombres.

Húbolo de saber el Prior, y preguntado si era verdad que había predicado aquella doctrina, respondió que sí. Reprendido del Prior, y diciéndole que debió atenerse al Evangelio, replicó el fraile:

—Por el hábito que tengo, que aquello que prediqué no me quisieron creer, ¿qué hiciera si predicara lo que vos decís?

En tiempos de Carlos I, los chistes de Luis de Pinedo

CONTOS

UN DÓLAR Y CINCO CENTAVOS

Teresa tenía 8 años cuando oyó a sus padres que hablaban de su hermanito Andrés. Todo lo que supo era que su hermanito estaba muy enfermo y que no tenían dinero para la operación.

Teresa oyó decir a su padre: “Sólo un milagro puede salvar a Andrés”.

Teresa fue a su habitación y contó cuidadosamente las monedas que había ahorrado. Se fue a la farmacia y le dijo al farmacéutico: “Mi hermano está muy enfermo y quiero comprar un milagro. ¿Cuánto cuesta un milagro?”

“Lo siento, pero aquí no vendemos milagros. No puedo ayudarte”, le contestó.

El hermano del farmacéutico que estaba allí en aquel momento se agachó y le preguntó a la niña: “¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?”

No lo sé. Mi madre dice que necesita una operación y quiero pagarla con mi dinero.

“¿Cuánto dinero tienes?” le preguntó .

Tengo un dólar y cinco centavos.

Estupendo, qué coincidencia, sonrió el hombre, eso es exactamente lo que cuesta un milagro para los hermanitos.

Cogió el dinero de la niña y le dijo: “Llévame a tu casa. Veamos si tengo la clase de milagro que necesitas”.

Ese hombre, el hermano del farmacéutico, era el Doctor Carltom Armstrong, un cirujano. Y operó al niño gratis.

“Esa operación, susurraba la madre, ha sido un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habrá costado.”

Teresa sonreía, ella sí sabía lo que había costado, un dólar y cinco centavos , más la fe de una niña.

EL MILAGRO DEL VINO

Érase una vez, en un país muy pequeño, la gente decidió organizar una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de su rey.

Cada familia tuvo que proporcionar un poco de vino que se vertió en un recipiente grande. Una familia lo pensó y dijo: Somos demasiado pobres y no podemos permitirnos comprar vino y, además, nadie notará la diferencia si echamos agua en lugar de vino. Y así lo hicieron. Un poco de agua no se notaría, pero puedes adivinar lo que pasó. Todas las familias tuvieron la misma idea y cuando se abrió el recipiente, no hubo milagro, no había vino, solo había mucha agua cristalina.

No hay forma de hacer maravillas con personas como esas.

RESTAURANTE SOLIDARIO

Don Ramón era un empresario de la Hostelería que poseía 50 restaurantes y hoteles por todo el país. Aunque ganaba mucho dinero, no era feliz, y decidió poner un restaurante de comida gratuita, donde todo el que pasase, recibiera al menos un plato de arroz.

El empresario arrancó con el restaurante solidario, sabiendo que tal vez algunas personas se aprovechasen de tan generosa iniciativa. El primer día acudieron solo 10 comensales; el segundo día 15; a la semana siguiente había 90;… y así el número fue creciendo y creciendo. Cuando se cumplió el primer aniversario de la apertura del Restaurante solidario eran 5.000 personas las que comían diariamente en aquel local. Los periodistas, admirados por la iniciativa del Restaurante de Don Ramón, decidieron ir hasta el lugar y entrevistar a los comensales para descubrir cuál era el secreto del éxito de ese Restaurante.

Una ancianita de 80 años les dijo: “yo vivo sola; cada día preparo dos platos de comida en mi casa, me vengo al restaurante, me como un plato y el otro se lo doy a otra persona que esté aquí; así conozco a gente nueva y hablo con ellos”.

Un señor de 50 años les dijo: “yo no como aquí, soy profesor en la Universidad, vengo al Restaurante dos horas cada día a ayudar en las cocinas, porque me encanta cocinar y esta iniciativa de Don Ramón me llena de felicidad”.

Carlitos, un niño de 7 años que iba con su mamá, les dijo a los periodistas: “este restaurante mola; todos los días me dan una piruleta de fresa”.

Finalmente, los periodistas preguntaron a Don Ramón cómo era capaz de dar de comer a 5.000 personas diariamente. Él respondió: “realmente no lo sé, debe ser un milagro; yo tan solo hago 50 platos de comida, y todos los días sobra”.

CANTO

Esto que soy, esto te doy EDUARDO MEANA

JÉSED – Aqui hay un muchacho

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela