La tarde del domingo, 17 de enero, de 2016, nuevo hito en el camino de encuentro, amistad y diálogo fraterno entre católicos y judíos
Tras la invitación del Rabino jefe y de la comunidad judía de la ciudad, siguiendo las huellas de sus predecesores, San Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco es el tercer Papa que visita el Templo Mayor de la Ciudad Eterna, visita caracterizada por el encuentro personal del Papa con los representantes del judaísmo y con los miembros de la comunidad.
Casi treinta años después de la histórica primera visita del Papa Wojtyla, que fue el 13 de abril de 1986, y seis años después de Benedicto XVI, que fue el 17 de enero de 2010.
¡Un cristiano no puede ser antisemita! ¡Que el antisemitismo sea desterrado en todo el mundo!
Se reitera el anhelo de la Iglesia católica, afianzado en el Concilio Vaticano II, que el mismo Papa Bergoglio destacó al recibir, en el Vaticano «a los queridos amigos de la Comunidad judía de Roma», la más antigua de Europa occidental. El 11 de octubre, memoria litúrgica deJuan XXIII, de 2013, recordó su saludo, pocos días después de su elección pontificia, (20 de marzo de 2013) a los «distinguidos representantes del pueblo judío, al que nos une un vínculo espiritual muy especial, pues, como dice el Concilio Vaticano II, «la Iglesia de Cristo reconoce que, conforme al misterio salvífico de Dios, los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y en los profetas» (Declaración Nostra Aetate, 4).
«Queridos amigos de la Comunidad judía de Roma: ¡Shalom!»
En vísperas del trágico aniversario de la deportación de los judíos de Roma, el Sucesor de Pedro Francisco aseguró asimismo su gran anhelo de contribuir como Obispo de Roma, al igual que hizo en Buenos Aires, a la cercanía y amistad entre cristianos y judíos, e invocó «la protección y la bendición del Altísimo para este camino nuestro común de amistad y de confianza. Que Él, en su benevolencia, conceda a nuestros días su paz»:
«Paradójicamente, la tragedia común de la guerra nos enseñó a caminar juntos. Recordaremos en pocos días el 70º aniversario de la deportación de los judíos de Roma. Haremos memoria y oraremos por tantas víctimas inocentes de la barbarie humana, por sus familias. Será también ocasión para mantener siempre vigilante nuestra atención para que no vuelvan a tomar vida, bajo ningún pretexto, formas de intolerancia y de antisemitismo, en Roma y en el resto del mundo. Lo he dicho otras veces y me agrada repetirlo ahora: es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Un poco sus raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita! ¡Que el antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de cada hombre y de cada mujer!»
AgenciaSIC