VII Domingo de Pascua

Solemnidad de la Ascensión del Señor

CITA

Cirilo de Alejandría “En realidad, Cristo no subió al cielo para manifestarse a sí mismo delante de Dios Padre: él estaba, está y estará siempre en el Padre y a la vista del que lo engendró; es siempre el objeto de sus complacencias”. Libro 9: PG 74, 182-183 (Liturgia de las Horas)

San León Magno, «A sí como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo… hasta compartir el trono de Dios Padre» (Sermo II de Ascensione Domini, 1).

«no solamente se proclama la inmortalidad del alma, sino también la de la carne. De hecho, hoy no solamente se nos confirma como poseedores del paraíso, sino que también penetramos en Cristo en las alturas del cielo» (De Ascensione Domini, Tractatus 73, 2.4: ccl 138 a, 451.453).

“Recordamos y celebramos litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza ha sido elevada en Cristo por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre. Hemos sido establecidos y glorificados por este modo de obrar divino y así resplandece más maravillosamente la gracia de Dios…, y la fe se mantiene firme, la esperanza no vacila y el amor sigue encendido. En esto reside el vigor de los espíritus realmente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas fieles de verdad: creer sin vacilación lo que nuestros ojos no ven, tener fijo el deseo en lo que no puede alcanzar la mirada” (Sermo LXXIV, 1; PL 54,597).

San Benito, que en su Regla recomienda “no anteponer nada a Cristo”: “Christo nihil omnino praeponere” (LXII, 11).

San Juan Damasceno, “Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada” (Expositio fidei, 75 [De fide orthodoxa, 4, 2]: PG 94, 1104).

San Gregorio Magno, dirigía a los fieles de Roma reunidos en San Pedro en esta fiesta: “Debemos seguir a Jesús de todo corazón allí donde sabemos por fe que subió con su cuerpo. Rehuyamos los deseos de tierra, no nos contentemos con ninguno de los vínculos de aquí abajo, nosotros que tenemos un Padre en los cielos… Aunque os debatáis en el torbellino de los quehaceres, echad el ancla de la esperanza en la patria eterna ya desde ahora. No busque vuestra alma otra luz, sino la verdadera. Hemos oído que el Señor ascendió al cielo, pues reflexionemos con seriedad sobre aquello que creemos. No obstante la debilidad de la naturaleza humana que todavía nos retiene aquí, dejémonos atraer por el amor en pos de Él, pues estamos bien seguros de que Aquel que nos ha infundido este deseo, Jesucristo no defraudará nuestra esperanza” (In Evang, Homilia XXIX, 11; PL 76,1219).

Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la derecha del Padre» (Sermo de Ascensione Domini, 60, 2: Sancti Bernardi Opera, t. VI, 1, 291, 20-21).

Santo Tomás, “La Ascensión de Cristo al cielo es directamente causa de nuestra ascensión, pues se incoa en nuestra Cabeza y a ésta deben unirse los miembros” (S. Th. III, 57,6, ad 2).

San Juan de la Cruz, «para alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más gusto de Dios; porque entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la salvación, sino aun lo que él ve que nos conviene y nos es bueno, aunque no se lo pidamos» (Subida del Monte Carmelo, Libro III, cap. 44, 2, Roma 1991, 335).

San Francisco de Sales “Nuestro Salvador ha subido al cielo, donde vive y reina y quiere que un día vivamos y reinemos con Él. ¡Oh, qué triunfo en el cielo y qué dulzura en la tierra! Que nuestros corazones estén «donde está nuestro tesoro» y que vivamos en el cielo ya que allí está nuestra vida”. A la Madre de Chantal. 31-5-1612. XV, 221-222

Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de testigos más que de maestros».

S. Josemaría Escrivá, “El celo por las almas es un mandato amoroso del Señor, que, al subir a su gloria, nos envía como testigos suyos por el orbe entero. Grande es nuestra responsabilidad: porque ser testigo de Cristo supone, antes que nada, procurar comportarnos según su doctrina, luchar para que nuestra conducta recuerde a Jesús, evoque su figura amabilísima” (Es Cristo que pasa, n. 122).

Concilio Vat. II «Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo» (Lumen gentium 38).

Catecismo de la Iglesia Católica, «La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su Humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. (…) Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo. Elevado al Cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia» (nn. 668-669).

S. Juan Pablo II, “Existe un significativo paralelismo litúrgico entre el tiempo cuaresmal y el pascual, una singular convergencia espiritual, que abre a nuevos horizontes para la vida cristiana: la Cuaresma lleva a la Resurrección; los cuarenta días después de la Pascua son la preparación para la Ascensión”. Homilía (23-05-1998)

BENEDICTO XVI “En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios. El “cielo”, la palabra cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad, Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre”. Homilía 2009.

Papa FRANCISCO – “La Ascensión no indica la ausencia de Jesús, sino que nos dice que Él vive en medio de nosotros de un modo nuevo; ya no está en un sitio preciso del mundo como lo estaba antes de la Ascensión; ahora está en el señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, cerca de cada uno de nosotros”. Catequesis del 17.IV.13

Rainiero Cantalamessa, “Jesús desaparece, sí, de la vista de los apóstoles; pero, para estar presente de otro modo, más íntimo, no fuera sino dentro de ellos.

Como él no ha abandonado al Padre viniendo a nosotros mediante la encarnación, así no se ha separado de nosotros para volver al Padre.

Si no es ya más visible, ¿cómo será creído en el mundo?, ¿cómo actuarán los hombres para creer en esta su presencia? La respuesta es: ¡él quiere hacerse visible a través de sus discípulos!”

Un autor ruso del siglo XX, en su testamento espiritual, escribió: “Observad más a menudo las estrellas. Cuando tengáis un peso en el alma, mirad las estrellas o el azul del cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan,… deteneos a mirar el cielo. Así vuestra alma encontrará la paz” (N. Valentini − L.ák (ed.), Pavel A. Florenskij. Non dimenticatemi. Le lettere dal gulag del grande matematico, filosofo e sacerdote russo, Milán 2000, p. 418).

F. Dostoievski «La vida es un paraíso, y todos estamos en un paraíso, pero no queremos reconocerlo: porque si tuviéramos la voluntad para reconocerlo, mañana mismo se instalaría en todo el mundo el paraíso».

Evangelio apócrifo de Tomás: «Si cortas la leña, allí estoy yo; si levantas la piedra, allí estoy yo».

El cielo es el único bien que está al alcance de todas las fortunas. Autor desconocido

Qué pequeña me parece la tierra cuando miro al cielo. San Ignacio Loyola

Sucede con frecuencia que con tal ahínco deseamos ser ángeles del cielo que nos olvidamos de ser hombres de bien en la Tierra. San Francisco De Sales

CHISTE

QUIÉN QUIERE IR AL CIELO

En la catequesis dominical el maestro dice a los niños: levanten la mano los que se quieren ir al cielo. Todos levantaron la mano menos uno, a lo que el maestro le preguntó, ¿y tú, por qué no quieres ir al cielo? Y el niño respondió: — Porque mi mamá me dijo que después de la catequesis me fuera derechito para casa.

ORACIÓN

Fray Luis de León. Oda, XVIII

«¿Y dejas, Pastor santo,

tu grey en este valle hondo, escuro,

con soledad y llanto;

y tú, rompiendo el puro

aire, ¿te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados,

y los agora tristes y afligidos,

a tus pechos criados,

de ti desposeídos,

¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos

que vieron de tu rostro la hermosura,

que no les sea enojos?

Quien oyó tu dulzura,

¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado,

¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto

al viento fiero, airado?

Estando tú encubierto,

¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube, envidiosa

aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?

¿Dó vuelas presurosa?

¡Cuán rica tú te alejas!

¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!»

EXAMEN DE CONCIENCIA PARA EL SACERDOTE

QUEDARSE CON JESÚS

«Sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

Eso dijo Jesús.

Y lo dijo antes de subir al cielo, y se lo dijo a los Apóstoles, que lo escucharon y le creyeron.

Tu Señor estuvo con ellos, y con los que lo siguieron después de ellos, como está contigo, sacerdote.

Y tú, sacerdote, ¿le crees?

Y así, como Él está contigo, ¿tú estás con Él?

Tu Señor es tu amigo, y tú, sacerdote, ¿eres un amigo fiel?

Tu Señor está contigo. Permanece tú, con Él. No mirando al cielo, viendo que se ha ido, sino haciendo sus obras, seguro de que Él está contigo.

Tu Señor te ha llamado, y te ha elegido, y te ha enviado a bautizar a su pueblo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

No le digas que no sabes hablar, y eres tan sólo un muchacho, porque allá a donde te envíe, irás, y todo cuanto te ordene, lo dirás.

Tu Señor te dice “no les tengas miedo, que yo estoy contigo, para salvarte”.

Y tú, sacerdote, ¿le crees?

Tu Señor te ha dicho: “yo te envío para que seas mi testigo”, y ha puesto sus palabras en tu boca.

A Él le ha sido dado todo el poder en los cielos y en la tierra, y con ese poder te envía a predicar el Evangelio por todo el mundo, para que crean en Él, y con ese poder te envía a todas las naciones para arrancar y abatir, para destruir y arruinar, para construir y plantar.

Pero tu Señor, que ha sido en todo igual a ti, menos en el pecado, conoce tu debilidad, tu fragilidad, tu incapacidad, tu miseria, tu maldad, tu concupiscencia, tu impotencia, tu ignominia, tu infidelidad, tu soberbia, tu egoísmo, tu falta de generosidad, tu fe debilitada, tu esperanza atribulada, tu falta de paz, tu miedo, tu angustia, tu temor a la soledad que te lleva al desánimo y a la inseguridad, que da cabida a la duda y a la incredulidad.

Te comprende, te compadece, porque te entiende, y sabe que, a pesar de ser un pecador, tú tienes mucho amor, y eso le basta, porque un corazón contrito y humillado, Él no lo desprecia.

Tu Señor te conoce, sacerdote, y sabe que tú solo no puedes, pero que quieres lo que Él quiere, que quieres porque Él quiere, que quieres como Él quiere, y que quieres cuando Él quiere.

Esa es la disposición que te mantiene configurado con tu Señor, en un mismo espíritu, y en un solo corazón, por el Espíritu Santo que se ha derramado en ti, porque lo amas.

Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para ser glorificado con la gloria que tenía junto a Él, antes de que el mundo existiera.

Y a ti, sacerdote, de esa gloria te hace parte, y te envía a hacer sus obras y aún mayores, para que sea glorificado el Padre en el Hijo.

Por tanto, sacerdote, tu Señor glorifica al Padre a través de ti.

Tu Señor que ha venido al mundo a morir por ti, para salvarte, ha resucitado, y ha subido al Padre, para enviarte al Espíritu Santo que te une a Él, y te hace uno con Él, porque tu Señor ha venido al mundo para quedarse.

Tu Señor se queda contigo, sacerdote, y a través de ti permanece su presencia viva en el mundo, hasta que vuelva.

TOMADO DE La Compañía de María, Madre de los Sacerdotes

CONTO

CIERTO ERMITAÑO

Yendo de caza, dos nobles caballeros encontraron a un ermitaño que en una miserable choza llevaba una vida muy penitente, y le preguntaron: -¿Cómo te arreglas para poder estar aquí? ¿No experimentas melancolía y malestar? Respondió el ermitaño: -¡Oh, sí que lo experimento!, pero cuando sufro o estoy triste voy a aquella ventana – y señalaba la de la choza – y al momento hallo consuelo y aliento. Uno de aquellos caballeros fue a aquella ventanilla para ver qué había allá fuera, y dijo al ermitaño: -Querido mío, no veo nada. ¿Qué ves tú? ¿Qué cosa es esa que viéndola tanto te consuela? -¿Cómo? ¿No ve usted el cielo? – añadió el santo hombre – Esto es mi consuelo en las penas: la vista del cielo.

(Tomado del libro “Vademécum de Ejemplos Predicables”,

Mauricio Rufino, Ed. Herder, 1962, nn. 453)

LOS GLOBOS

Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda uno pudiera imaginarse.

Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un Circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado al pueblo toda la clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí los euros que sus padres les habían regalado.

Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por sus tamaños. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar alguno.

Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y entretenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de un aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba a aquel globo, que trepaba y trepaba rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el Oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño que lo vio lo señaló con el dedo y gritó:

-¡Mira, mamá, un globo!

Inmediatamente fueron varios más los que lo vieron y lo señalaron a sus chicos y a los más cercanos. Pero para entonces el vendedor había soltado un nuevo globo de otro color y Tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver cómo un globo perseguía al otro en su subida al cielo.

Para completar la cosa el vendedor soltó otros dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropilla de pequeños lo rodeara y pidiendo a gritos que su mamá o su papá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos, porque realmente tenía globos de todas las formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que, imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.

Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si una honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente y se rehusó a tomarlo.

-Te lo regalo, pequeño- le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.

Pero el niño negro de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño qué era entonces lo que le entristecía. y el negrito le contestó en forma de pregunta: Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene allí, ¿subirá tan alto como los otros globos de colores?

Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:

-Haz tú mismo la prueba. Suéltalo y verás cómo también tu globo sube igual que todos los demás.

Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.

Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño:

-Mira, pequeño, lo que hace subir al globo no es la forma ni el color, sino lo que tiene dentro.

Lo que nos hace subir y llegar a Dios, no es lo que tenemos por fuera… el color de nuestra piel, o el que seamos más guapos o más feos, ni más grandes o más pequeños… Lo que nos hace subir hasta Dios es lo que tenemos dentro: amor, servicio, ternura, comprensión, perdón… Eso un día nos llevará hasta Dios, como un día lo hizo Jesús, y cuya fiesta hoy celebramos…

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

ANÉCDOTA

Cuentan que una catequista daba su lección en el interior del templo parroquial y llegó al punto de decirle a los niños: Y Cristo resucitó de entre los muertos al tercer día… y los niños, que hoy tienen explicaciones para todo dijeron: Qué chiste, seguro que estuvo en estado de coma, y luego se levantó. Si, pero malamente se puede estar en estado de coma con el costado abierto, y con el corazón destrozado por la lanzada cruel de un soldado, cuando ya el Señor estaba muerto, respondió la catequista y continúo: Y Cristo subió al cielo… para prepararnos un lugar.. Tampoco eso tiene chiste, dijeron los niños, pues Cristo es tan poderoso, que nomás tomó su cohete y se pudo elevar sobre todo y sobre todos(…)

Al respecto me platicaron que una monjita de convento, de las que nunca salen, de las que hacen oración constante por los que no la hacemos, tuvo necesidad de salir al médico, y estando en la sala de espera, con gran expectación de su parte, y presa de una profunda emoción, frente a la televisión, oyó que el cardenal correspondiente, anunció que ya había Papa nuevo en la Iglesia, y a continuación pudo verlo cuando abrió sus brazos para abrazar a toda la humanidad. Cuando regresó al convento, le contó a la superiora la maravilla que había contemplado, y como en el convento no hay televisión, llamó a todas las hermanas, para que la monjita les relatara lo acontecido. ¿Y cómo es el Papa nuevo?, le preguntaron: ¡Ah, es la cosa más maravillosa del mundo, blanco, blanco como un ángel, y con unos brazos largos que parecían sus alas para volar a todos los rincones de la Iglesia!

La monjita no se equivocaba, pues así contemplaba ella a Benedicto XVI como no se equivocaba San Lucas que nos habla de la Ascensión del Señor a los cielos.

Tomado de P. Alberto Ramírez Mozqueda en Catholic.net

EXEMPLO

Un padre y una madre creyentes deben ser para sus hijos «los primeros testigos de la fe» (esto es lo que pide para ellos la Iglesia a Dios en la bendición, que sigue al rito nupcial). Demos un ejemplo concreto. En este período del año muchos niños se acercan a recibir la primera comunión o la confirmación. Una mamá o un papá creyentes pueden ayudar al niño a repasar el catecismo, explicarle el sentido de las palabras y ayudarle a memorizar las respuestas. ¡Hacen una cosa bellísima y, ojalá, hubieren muchos en disposición de hacerlo! Pero, ¿qué debe pensar el niño, si después de todo lo que los padres le han dicho y hecho con ocasión de su primera comunión, ellos se dejasen después sistemáticamente de ir a Misa el Domingo, no hiciesen nunca ni siquiera el signo de la cruz y no pronunciasen nunca una oración? Han sido maestros, pero no testigos.

El testimonio de los padres, naturalmente, no debe limitarse al tiempo de la primera comunión o de la confirmación de los hijos. Con su modo de corregir y de perdonar al niño y de perdonarse entre sí, de hablar con respeto de los ausentes, de comportarse ante un pobre que les pide limosna, con los comentarios que hacen al escuchar las noticias del día en presencia de los hijos, los padres tienen cada día la posibilidad de dar testimonio de su fe. El alma de los niños es como una cartelera fotográfica: todo lo que vieron y escucharon en los años de infancia reincidirá en ellos y un día «se desarrollará» y traerá sus frutos, buenos o malos.

Jesús sabe bien que nosotros por sí solos no somos capaces de dar testimonio (…) He ahí por qué, antes de desaparecer de su mirada, Jesús les hace a sus discípulos una promesa: «Vosotros recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».

Un motivo más para vivir intensamente la novena de Pentecostés y prepararnos para la fiesta de la venida del Espíritu Santo del próximo Domingo.

CURIOSIDADES

TEXTOS GRECOLATINOS SIMILARES A LA ASCENSIÓN.

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un ex-pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

Tomado de José Luis Sicre

PENSAMIENTO

“Si no puedes ser pino en la colina,

sé arbusto sobre el valle,

más sé el mejor arbusto junto al río…

Sé rama si no puedes ser árbol.

Si no puedes ser rama, sé césped

y alegra algún camino;

si quieres ser almizclero y no puedes, sé tilo,

más el tilo más bello junto al lago.

No podemos ser todos capitanes;

algunos han de ser tripulantes.

Hay algo para todos en el mundo,

hay obras grandes y obras más humildes por hacer.

Mas es la próxima tarea la que debemos emprender.

Si no puedes ser carretera,

sé una senda;

si no puedes ser sol, sé una estrella.

No es el tamaño como tendrás

éxito o tu fracaso;

más ¡sé el mejor de lo que seas!”

Douglas Malloch

CANTO

como olvidarte ENRIQUE DA FONSECA

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela