Javier Rocafort, director médico del Hospital Laguna, contra la eutanasia
La eutanasia está a punto de ser legalizada en España, mientras decenas de miles de personas mueren cada año en el país sin recibir los cuidados paliativos que necesitan. Los argumentos de los médicos han sido ignorados una y otra vez en todo este proceso legislativo.
Muchos profesionales sanitarios han alertado de lo innecesaria que es la eutanasia en España mientras siguen sin potenciarse algo que sí necesitan muchos enfermos, unos cuidados dignos y adecuados al final de la vida.
De este punto sabe mucho Javier Rocafort, médico pamplonés de 52 años y director médico de Cuidados Paliativos en el Hospital Laguna de Madrid, uno de los mejores de este tipo. En estos años ha visto a muchos vividores, personas moribundas, pero bien cuidadas y que eran un ejemplo de vida digna y muerte en paz.
Precisamente, Vividores, la entidad provida que está intentando mostrar al mundo la verdadera cara de la eutanasia, ha entrevistado a este médico, que explica desde su experiencia profesional el bien que hacen los cuidados paliativos en vez de la muerte que provoca la eutanasia:
-¿En qué momento decides ser médico?
– Hasta un año antes de ir a la universidad no tenía decidido estudiar Medicina. A mí me gustaban las matemáticas y la estadística, hasta que me pasaron dos cosas concretas: cuando estaba decidiendo qué estudiar, mis padres me dijeron que no estudiase Medicina, porque no tenía capacidad suficiente; por otra parte, mis mejores amigos tenían la ilusión de ser médicos.
-¿Qué pasa en tu vida para que acabes dedicándote a los cuidados paliativos?
-Estaba haciendo mis guardias de residente y notaba que había que cambiar algo. La medicina no acababa con el sufrimiento de las personas que estaban muriendo. En una de esas guardias, atendí a un joven terminal que pertenecía al entramado de ETA. Aquel hombre murió sufriendo de una manera agónica. Yo no sabía qué hacer, se le ponía más morfina, más medicamentos, pero aquel hombre murió con mucha fatiga y ahogo.
Recuerdo a sus familiares y amigos animándolo, le decían «vamos gudari, luchador», mientras él hacía un tremendo esfuerzo por respirar. En ese momento pensé que había que cambiar algo.
-Años después, eso que querías cambiar ¿se ha podido cambiar?
– Claro. Hay una forma de hacer que las personas que vayan a morir no sufran más de lo normal. Hay sufrimientos en esta vida que es imposible evitar, la vida es una montaña rusa de sufrimientos y alegrías que muchas veces son inevitables. Pero hay otros sufrimientos que son evitables y la medicina paliativa da respuesta a eso.
-¿Te ha dicho alguna vez un paciente que quiere morir?
– Con mucha frecuencia y es normal porque morir no es fácil. Eso lo trabajas y, al cabo de unos días, la mayor parte de la gente no te lo dice. Lo que realmente quiere la gente es ganar tiempo para hacer las cosas que tiene pendientes.
-¿A ti te da miedo la muerte?
– La muerte en general no me da miedo. Creo que hay que estar preparados para morir. Hoy estamos sanos y mañana podemos estar muertos. Para eso hay que aprovechar y vivir la vida intensamente, no dejarte nada por hacer, querer mucho a toda la gente que quieres y perdonar a la gente que no quieres tanto.
Ahora se habla mucho de la muerte digna, algunos como yo creemos que la muerte como tal no existe, solo es un cambio de estado.
-¿Qué cosas haces para vivir la vida intensamente?
– Estar con mi familia y amigos y disfrutar el tiempo con ellos. Estar en casa el menor tiempo posible y al aire libre el mayor tiempo posible y, sobre todo, charlar con la gente.
-¿Qué te han enseñado los pacientes con los que has trabajado?
– Me han enseñado a vivir. Los pacientes que mueren te enseñan a vivir, es paradójico. La principal queja de los pacientes que van a fallecer es por las cosas que no han hecho porque no se han atrevido. No he visto a nadie quejarse por algo que haya hecho y que le haya salido mal. La gente que ha apostado por algo nunca se arrepiente, aunque le salga regular, pero la gente se arrepiente mucho de lo que no ha hecho. También he aprendido a arreglar todo aquello que he podido hacer mal, porque finalmente se enquista y te arrepientes.
-Supongo que no es fácil separar tus sentimientos de los pacientes.
– Teníamos un paciente que cada mañana se pasaba a darme los buenos días al despacho. Un paciente de los que recuerdas porque vas viendo su declive día a día, pero él no dejaba de darme los buenos días siempre con una sonrisa. Hay pacientes muy queridos que duele cuando fallecen.
-¿Piensas que las personas que van a morir son vividores?
– Siempre vemos que el enfermo moribundo tiene un sexto sentido que los demás no tenemos. Es un sentido de vida, de saber exprimir la vida. El moribundo es el que más aprovecha la vida. Son auténticos vividores.
-¿Te han enseñado a vivir mejor?
– Sin duda, me han enseñado que la vida pasa muy rápido y no debes arrepentirte de lo que has vivido ni de lo que no has podido vivir.