
CITA
«Donde hay pan compartido, allí está Dios».
«Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. »
(1 Corintios 11, 20-26).
« ¡Comparte, reparte, que va a sobrarte!»
S.Son
Refrán español: Con pan y vino se anda el camino.
San Justino En un conocido texto del siglo II, en el que san Justino nos describe cómo celebraban los cristianos la eucaristía semanal, se nos dice que cada uno entrega lo que posee para «socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que sufren por enfermedad o por otra causa, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos están necesitados».
[…] Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados” y los llevan a los ausentes» (Apologia, 1, 65).
San Ignacio de Antioquía: «Pannis Christi sum; dentis bestiarum molar ut pannis Christi efficiar», escribía Ignacio de Antioquía. «Pan de Cristo soy; he de ser devorado por los dientes de la bestias, para convertirme en pan de Cristo».
(La Sagrada Comunion es) medicina de la inmortalidad, antidoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo (Epistola a los Efesios. 20).
San Cipriano, Así reprocha Cipriano, obispo de Cartago, a una rica matrona: «Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica. Te imaginas celebrar la cena del Señor sin tener en cuenta la ofrenda. Tú vienes a la cena del Señor sin ofrecer nada. Tú suprimes la parte de la ofrenda que es del pobre».
“Cuando los ricos no llevan a la Eucaristía lo que los pobres necesitan, no celebran el sacrificio del Señor”.
San Ambrosio «Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada» (De mysteriis 9, 50).
«La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela» (Ibíd., 9,50.52).
No se nos ofrece (en la Comunion) el Cuerpo de Cristo como premio, sino como comunicación de la gracia y de la vida celestial (Catena Aurea, volt VI, p. 447).
(La Sagrada Comunion es) el remedio de nuestra necesidad cotidiana (Sobre los misterios,4).
San Juan Crisóstomo Hace ya 17 siglos Juan Crisóstomo escribió “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez.”… ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo».
«No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son los nuestros, los bienes que poseemos; son los suyos”
«No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas (De proditione Iudae homilia 1, 6).
«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. […] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno […] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso (hom. in 1 Co 27,4).
San Juan Crisóstomo, al llegar a una población de su diócesis, se enteró de que había muerto un mendigo por descuido de los vecinos. Entonces advirtió con firmeza: “Me niego a celebrar la Eucaristía hasta que no hagáis penitencia por tan gran pecado, porque no sois dignos de participar en la Cena del Señor”.
S. Agustín, “Si dieres el pan triste, el pan y el mérito perdiste”. Coment. sobre el Salmo 48
O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis! («¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!») (In Iohannis evangelium tractatus 26,13; cf SC 47).
«Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis “Amén” a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir “el Cuerpo de Cristo”, y respondes “amén”. Por lo tanto, se tú verdadero miembro de Cristo para que tu “amén” sea también verdadero» (1396)
Nadie alimenta a los convidados con su misma persona; pero esto es lo que hace Cristo el Señor: el mismo es a la vez anfitrion, comida y bebida (Sermón sobre el natalicio de los martires,1-2).
San Cirilo de Alejandría: «No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Salvador, porque
S. Columbano, Porque el Señor es bueno y suave; y, por más que lo bebamos y lo comamos, siempre seguiremos teniendo hambre y sed de él, porque esta nuestra comida y bebida no puede acabar nunca de comerse y beberse; aunque se coma, no se termina, aunque se beba, no se agota, porque este nuestro pan es eterno y esta nuestra fuente es perenne y esta nuestra fuente es dulce. Por eso, dice el profeta: Sedientos todos, acudan por agua.
San Beda «Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros» ()
Santo Tomás de Aquino, «Quantum potes, tantum aude…», «atrévete todo lo que puedas»
Jesús «piadoso pelícano»
San Felipe Neri «Sólo un corazón que ama ve la necesidad ajena antes que la propia»
Santa Teresa de Jesús: Santa Teresa hubiera querido “comulgar y confesar muy más a menudo” (Vida 6, 4), pero no se atrevió a hacerlo hasta que un dominico le aconsejó “comulgar de quince en quince días” (19, 13)…
Pues entendiendo el buen Jesús cuan dificultoso era esto que ofrece por nosotros, conociendo nuestra miseria I ] pidenos al Padre Eterno remedio tan soberano como es este pan de cada dia del Santisimo Sacramento, que da fuerza y fortaleza (Camino de perfección,33,1).
San Juan de la Cruz “Gocémonos, amado…”, dice la esposa
Has venido a la religión para que te labren: uno te labrarán con la palabra, otros con el pensamiento, otros con las obras…
San Francisco de Sales, Jesús tomó los panes, los bendijo y ordenó a sus Apóstoles que los distribuyesen. Lo hicieron e incluso sobró después de haber comido todos hasta saciarse. Esto, para enseñarnos, mis queridas Hijas, que debemos caminar apoyados más en la Bondad divina y en su Providencia que en nosotros mismos y en nuestras obras. Sermón (06-03-1622).
Nada nos falta si tenemos a Dios Sermón (06-03-1622).
San Juan Maria Vianney …toda nuestra felicidad en este mundo consiste en recibir a Jesucristo en la Sagrada Comunion (Sermrón sobre la Comunion).
Ningun acto enriquece tanto a nuestro cuerpo en orden al cielo, como la Sagrada Comunion (Sermón sobre la Comunion).
Santa Teresa de Calcuta “Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.”
“La oportunidad de compartir nuestro amor con los demás es un regalo de Dios”.
“Dios viene a nosotros, para saciar nuestra sed, a través de la Eucaristía y del hermano pobre, el que no tiene ropa, el sin techo o el enfermo”.
Catecismo, 1335. Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29).
1397 La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40):
«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. […] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno […] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho
San Juan Pablo II “La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico deben comprometerse en construir juntos, a través de las obras, la civilización del amor… No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos”.
Benedicto XVI es el alimento que los sostiene en el largo camino del éxodo a través del desierto de la existencia humana ().
“El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana. (Benedicto XVI, Discurso Inaugural VCG, Aparecida 13/05/07)
« La comunión tiene siempre y de modo inseparable una connotación vertical y una horizontal: comunión con Dios y comunión con los hermanos y hermanas. Las dos dimensiones se encuentran misteriosamente en el don eucarístico» (“Sacramentum caritatis”: 76).
Papa Francisco, “La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él”.
» Pero la Eucaristía no termina con la participación en el pan y la sangre del Señor. Nos lleva a la solidaridad con los demás. La comunión con el Señor es necesariamente una comunión con nuestros hermanos y hermanas. Y, por tanto, el que se nutre del cuerpo y la sangre de Cristo no puede permanecer impasible cuando ve que sus hermanos sufren la miseria y el hambre. Los alimentados por la Eucaristía estamos llamados a llevar la alegría del Evangelio a aquellos que no lo han recibido. Fortalecidos por el Pan vivo estamos llamados a llevar esperanza a los que viven en las tinieblas y en la desesperación». Congreso Eucarístico Nacional de India
Padre Lombardi. Ridiculizaba el individualismo de nuestras “misas” diciendo: “Unas cuantas mujeres se han juntado para aprender cestería; después de un tiempo de convivencia, se juntan para cenar un pollo asado, y a partir de ahí se sienten mucho más unidas… Nosotros –recalcaba él- nos pasamos días y días comiendo juntos el Cordero de Dios, y seguimos tan ajenos los unos a los otros…”.
Card. Lercaro tenía en el frontis del altar de su capilla privada un interrogante interpelador: Si compartimos el pan del cielo, ¿cómo no vamos a compartir el pan de la tierra?.
Pagola, El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren.
No hemos de olvidar que «comulgar» con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente a los demás.
John Shea, sacerdote y poeta, dice que la iglesia hace cuatro cosas: reunir a la gente, contar la Historia, partir el pan y cambiar el mundo.
P. Congar: «Cada cristiano, hablando espiritualmente, tiene una familia a su cargo».
Rainiero Cantalamessa Quién, en la comunión, pretende ser todo fervor por Cristo, después de que en casa acaba de ofender o herir a un prójimo sin pedirle disculpas, o sin estar decidido a pedírselas, se parece a alguien que se pone en puntas de pie para besar en la frente a un amigo y no se da cuenta de que le está pisando los pies con sus zapatos reforzados: «Tú adoras a Cristo en la Cabeza -escribe san Agustín – y lo insultas en los miembros de su cuerpo Él ama su cuerpo; si tu te has separado de su cuerpo, él, la cabeza, no. Desde lo alto, te grita: Tú me honras inútilmente” (La Palabra y la Vida-Ciclo B , Ed. Claretiana, Bs. As., 1994, pp. 139-144)
Angel Moreno de Buenafuente “La Eucaristía, sacramento del amor de Dios, nos invita a devolver amor, al mismo Dios, a quienes formamos su mismo Cuerpo, la Iglesia, y a la carne ungida de los pobres”.
Nouwen, “La Eucaristía es el gesto más humano y más divino que podamos imaginar. Ésta es la verdad de Jesús: tan humano y, sin embargo, tan divino; tan cercano y, sin embargo, tan misterioso; tan sencillo y, sin embargo, tan inasible”.
Albert Einstein “Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro.”
Narsai el Leproso “¡Feliz aquel que cree y recibe estos dones, porque si ha muerto vivirá, y si está vivo no morirá por haber pecado!” ()
Chesterton dice que el hombre moderno “al buscar el placer, perdió su placer principal, pues el placer principal es la sorpresa” o el asombro. Ortodoxia, San Pablo Argentina 2008, 38
CONTO
ZORRO MUTILADO
Cuenta el místico árabe Sa´di que un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir.
Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El hombre comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: “Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito.
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía:
“ ¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre mutilado.
Tomado de P. Diego Millán
LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.
Un día en que las multitudes seguían a Jesús, al ver que caminaban muy difícilmente, que se les abría la boca de hambre, que muchos niños lloraban, se le enternece el corazón, le da lástima porque van a desfallecer. Llama a sus discípulos y les dice:
-Hay que buscar una solución inmediata, hay que darles de comer. Ea, dadles de comer.
Se miran todos con cara de extrañeza. Pedro se atreve a decir:
-Pero, Maestro, si aquí no hay supermercados, ni mochilas de comida, ni dónde cazar o pescar.
-Por ahí he visto un chavalín, dice Santiago, que traía unos panes y unos pececillos. Los acabará de comprar y se ha unido a nuestra caravana.
-Señor, dice Judas, ya que no hay pan para todos al menos que haya para ti y algo para nosotros. El más importante eres tú; luego, nosotros que te seguimos de siempre, te entendemos mejor y te ayudamos.
-¡Qué cara tienes, Judas, qué poco has entendido! Yo empiezo siempre por los últimos o los más débiles; los fuertes, los listos ya se apañan.
-Señor, comenta Mateo, esto es muy grave, vamos a tener que comer hasta raíces, yo me acuerdo que, en Caná y otros lugares, te has sacado de la manga comida y hasta vino.
-Ahora tienes otra oportunidad de lucirte, de probar lo que eres. ¡Menudo fracaso si alguien se muere de hambre, siguiéndote!, le dice Bartolomé.
-¡Anda que no sois vivos! ¡Cualquiera confía en vosotros! No tenéis más que frases bonitas… Yo me encargaré de que haya para todos -dice Jesús entre paternal y recriminatorio-. Que se sienten todos. Ponedlos por grupitos, y que el chavalín ese traiga el pan y los peces, para tener una muestra, o ¿queréis un banquete con vino y todo?
-Lo que tu digas, Señor, no vamos ahora a ser exigentes.
-¡Eh!, empieza a gritar Pedro, sentaos en grupos de doce, que va a haber comida para todos. Para el que esté de pie, nada y, para el niño que llore, tampoco.
Hacía Jesús una oración. Y se llenan milagrosamente los cestos de panes y peces.
Parecía un tren de mercancías, o una cabalgata de Reyes. A la gente se le ponen los ojos como bolas de billar. Los discípulos empiezan a coger los cestos y se los llevan allí junto a los árboles, a la sombrita. Empiezan a comer ellos, tranquilos, e invitan a muchos amigos. Y, mientras comen, rezan, recuerdan y comentan todo lo maravilloso que Jesús dice y hace. Cantan, danzan, ríen, cuentan chistes. Han formado un clima delicioso.
Jesús, que ve el espectáculo, se pone furioso. ¡El colmo! Lo que Él había multiplicado para todos, se lo comían unos pocos. Y, lo que era peor, entre los que le seguían más de cerca. Al ver las miradas de pena de la gente, el llando de los niños y la desvergüenza de los suyos… se levanta, hecho un basilisco, comienza a increparlos, a insultarlos y a punto estuvo de romper la rama de un árbol para pegarles fuerte.
De momento todo se arregló, hubo comida para todos, pero a Jesús le vino una ligera depresión al pensar: ¡qué harán mis discípulos a lo largo de la historia cuando falte Yo»!.
Desde entonces, muchos, lo que más valoran, lo que llaman milagro de verdad es que el niño se desprendiera de los pocos panes y peces que tenía. Dicen que, con unos cuantos milagros de esos, se solucionarían los problemas más graves.
Alfonso Francia
Tomado de Los cuentos que yo cuento
ANÉCDOTA
GRUPOS DE CIEN Y DE CINCUENTA.
Esta orden tan extraña se comprende recordando la organización del pueblo de Israel durante la marcha por el desierto en grupos de mil, cien, cincuenta y veinte (Éx 18,21.25; Dt 1,15). También en Qumrán se organiza al pueblo por millares, centenas, cincuentenas y decenas (1QS 2,21; CD 13,1). Es una forma de indicar que la multitud que sigue a Jesús equivale al nuevo pueblo de Israel y a la comunidad definitiva de los esenios.
Jesús realiza los gestos típicos de la eucaristía: alza la mirada al cielo, bendice los panes, los parte y los reparte. Al final, las sobras se recogen en doce cestos.
Tomado de J.L.Sicre
CINCO
«Porque eran como cinco mil hombres adultos» (Lc 9,14a). Esta misma cifra aparecerá en el libro de los Hechos (Hch 4,4). El número «cinco», muy subrayado en el contexto (vv. 14a: «cinco mil»; 14c: «como de cincuenta en cincuenta»; 13d y 16a: «cinco»), es el número típico del Espíritu (cf. 1Re [3Re LXX] 18,4.13: «de cincuenta en cincuenta»; 2Re [4Re LXX] 2,7: «cincuenta hombres adultos, discípulos de los profetas»; así como el día de «pentecostés»). Se trata de un grupo de creyentes adultos. Jesús los hace sentar «en grupos de cincuenta», como los círculos de profetas (Lc 9, 14c). Se anticipa aquí la edad adulta de la comunidad judeocreyente de los Hechos de los Apóstoles.
Tomado de Mercaba
EL LENGUAJE
Dicen los antropólogos que el lenguaje surgió en medio de una comida. Aquellos primates que estaban comiendo juntos, alcanzaron la cima de la comunicación mutua por medio de la palabra. Tal vez por eso, las comidas, los banquetes, suelen ser casi siempre, expresión de armonía, de unanimidad. En torno a una mesa no es difícil superar todas las particularidades y todas las diferencias y lograr el mutuo acuerdo.
Tomado de Mercaba
UNA BELLA HISTORIA
Se cuenta en torno a la fiesta litúrgica del Corpus Christi, que surge tardíamente en la Iglesia, en 1264. Para la confección del oficio litúrgico de dicha fiesta, fueron invitados los dos mejores teólogos de aquel tiempo: el dominico Tomás de Aquino, el que sería calificado como «doctor angelicus», y el franciscano Buenaventura de Fidanza, al que se le llamó tanto doctor piadosus como, sobre todo, doctor seraficus. Intervino primero santo Tomás y leyó ante el Papa y los cardenales su famoso Adoro te devote. Cuando acabó su lectura, san Buenaventura comenzó a romper el himno que él mismo había compuesto, afirmando que era tal la belleza del himno leído que no merecía la pena escuchar el que él había compuesto. El Adoro te devote ha pasado después a la liturgia, su letra se ha plasmado en bellas melodías gregorianas…, y nos hemos quedado con el deseo de conocer lo que había escrito Buenaventura de Fidanza, cuyos restos quedaron en las mangas de su sayal franciscano.
Tomado de Javier Gafo
Dios a la vista Homilías ciclo C. Madris 1994.Pág. 188 ss
ABRAHAM
Está comenzando a instalarse en Palestina, tierra prometida por Dios, dividida aún en reinos paganos y dominada por cinco o seis reyes que luchan, se alían, se separan y se vuelven a atacar. En una de sus escaramuzas, hacen prisionero a Lot, sobrino de Abram. Abram con sus aliados, sale en defensa de su sobrino y guerrea; derrota a los reyezuelos y libera a Lot. Cuando Abraham volvía de derrotar a Codorlaomor y a los reyes, sus aliados, le salió al encuentro, junto con el rey de Sodoma, Melquisedech, rey y sacerdote de Jerusalén, y le ofreció pan, vino y hospitalidad y bendijo a Abraham, en nombre del Dios altísimo, que creó el cielo y la tierra, y le ha dado la victoria sobre sus enemigos Génesis 14, 18. Además de que Melquisedech aparece como sacerdote misterioso y anterior a los sacerdotes del Levítico, lo que anuncia un sacerdocio que se instaurará en Cristo: «Sacerdote Eterno según el orden de Melquisedech»; la ofrenda del pan y del vino al término de la batalla, es también un anticipo profético de Cristo y de la eucaristía, por la cual serán bendecidos todos los hijos de Abraham por la fe. Los reyes cananeos eran sacerdotes también. Por eso Abraham le ofrece parte del botín, reservado a la divinidad. Clemente de Alejandría ve en el pan y vino un símbolo de la Eucaristía. San Cipriano considera el ofrecimiento de pan y vino un sacrificio hecho a Dios, figura del sacrificio eucarístico, y así lo rubrica el canon de la misa: «el sacrificio de Melquisedec», mientras Tertuliano afirma que la ofrenda de Melquisedech tiene por finalidad dar un refrigerio a los cansados guerreros de Abraham.
La escena reviste grandeza: el Patriarca de Israel es recibido con honor y bendecido por un rey, mientras Abraham, generoso y piadoso, ofrece el diezmo del botín. El hebreo que llevaba su diezmo al templo podía recordar que el padre de su pueblo, muy cerca de la ciudad santa, había pagado un impuesto semejante (Dt 12,11). Como el botín pertenecía al vencedor, el rey de Sodoma rehusa su parte; sólo le pide que le devuelva las personas. Abraham, con toda generosidad, contesta que le devolverá también el botín, pues no sólo no quiere enriquecerse con lo ajeno, sino que, sobre todo, no quiere que el rey de Sodoma diga que él le ha enriquecido.
Tomado de J. Marti-Ballester
TRIGO INCLINADO
Oí contar que, antes, cuando nuestros pueblos eran distintos y la procesión del Corpus pasaba junto a los trigales, las espigas inclinaban la cabeza ante las espigas más nobles, convertidas en pan de eucaristía. Y los que lo veían –o, al menos, lo intuían- llegaban a la conclusión de que el pan, en sus hogares, era pan bendito, y, por eso, todos, ricos y pobres, cuando se caía al suelo lo besaban al recogerlo.
Tomado de Fray Miguel de Burgos, O.P.
LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
se remonta al siglo XIII. Se cuenta, en efecto, que el año 1264 un sacerdote procedente de la Bohemia, un tal Pedro de Praga, dudoso sobre el misterio de la transustanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Hostia santa y en el vino consagrado, acudió en peregrinación a Roma para invocar sobre la tumba del apóstol san Pedro el robustecimiento de su fe. Al volver de la Ciudad Eterna, se detuvo en Bolsena y, mientras celebraba el santo Sacrificio de la Misa en la cripta de santa Cristina, la sagrada Hostia comenzó a destilar sangre hasta quedar el corporal completamente mojado. La noticia del prodigio se regó como pólvora, llegando hasta los oídos del Papa Urbano IV, que entonces se encontraba en Orvieto, una población cercana a Bolsena. Impresionado por la majestuosidad del acontecimiento, ordenó que el sagrado lino fuese transportado a Orvieto y, comprobado el milagro, instituyó enseguida la celebración de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Al poco tiempo el mismo Papa Urbano IV encargó al insigne teólogo dominico, Tomás de Aquino, la preparación de un oficio litúrgico propio para esta fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo Eucaristía. Fue él quien compuso, entre otros himnos, la bellísima secuencia “Lauda Sion” que se canta en la Misa del día, tan llena de unción, de alta teología y mística devoción.
El año 1290 el Papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la nueva catedral que se erigiría en la ciudad de Orvieto para custodiar y venerar la sagrada reliquia. Yo personalmente he tenido la oportunidad de visitar varias veces –aquí en Italia– la basílica de Bolsena, lugar del milagro eucarístico, y el santo relicario de la catedral de Orvieto, en donde se palpa una grandísima espiritualidad.
Tomado de Mercaba
Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mi una pregunta angustiosa: “¿Podré seguir celebrando la Eucaristía?”. Fue la misma pregunta que más tarde me hicieron los fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: “¿Ha podido celebrar la Santa Misa?”.
En el momento en que vino a faltar todo, la Eucaristía estuvo en la cumbre de nuestros pensamientos: el pan de vida. “Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo les voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6, 51).
¡Cuántas veces me acordé de la frase de los mártires de Abitene (s. IV), que decían: Sine Dominico non possumus!- “No podemos vivir sin la celebración de la Eucaristía” (Cf. Dies Domini n. 46).
En todo tiempo, y especialmente en época de persecución, la Eucaristía ha sido el secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.
Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la Eucaristía ni siquiera en medio de las persecuciones: “Cada lugar donde se sufría era para nosotros un sitio para celebrar…, ya fuese un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión…” (Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiastica VII, 22, 4: PG 20, 687). El Martirologio del siglo XX está lleno de narraciones conmovedoras de celebraciones clandestinas de la Eucaristía en campos de concentración. ¡Porque sin la Eucaristía no podemos vivir la vida de Dios!
“En memoria mía”
En la última cena, Jesús vive el momento culminante de su experiencia terrena: la máxima entrega en el amor al Padre y a nosotros expresada en su sacrificio, que anticipa en el cuerpo entregado y en la sangre derramada.
Él nos deja el memorial de este momento culminante, no de otro, aunque sea espléndido y estelar, como la transfiguración o uno de sus milagros. Es decir, deja en la Iglesia el memorial-presencia de ese momento supremo del amor y del dolor en la cruz, que el Padre hace perenne y glorioso con la resurrección. Para vivir de Él, para vivir y morir con Él.
Jesús quiere que la Iglesia haga memoria de Él y viva sus sentimientos y sus consecuencias a través de su presencia viva. “Haced esto en memoria mía” (Cf. 1 Cor 11, 25).
Vuelvo a mi experiencia. Cuando me arrestaron, tuve que marcharme en seguida con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir a los míos para pedir lo más necesario: ropa, pasta de dientes… Les puse: “Por favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago”. Los fieles comprendieron en seguida.
Me enviaron una botella de vino de Misa, con la etiqueta: “Medicina contra el dolor de estómago”, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.
La policía me preguntó:
– ¿Le duele el estómago?
– Sí.
– Aquí tiene una medicina para usted.
Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la Misa. ¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: “Medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir siempre en Jesucristo”, como dice Ignacio de Antioquía (A los efesios XX, 2, en Padres Apostólicos).
A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con Jesús, de beber con Él el cáliz más amargo. Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las Misas más hermosas de mi vida!
Quien come de mí vivirá por mí
Así me alimenté durante años con el pan de la vida y el cáliz de la salvación. (…)
La Eucaristía en el campo de reeducación
Así en la prisión, sentía latir en mi corazón el corazón de Cristo. Sentía que mi vida era su vida, y la suya era la mía.
La Eucaristía se convirtió para mí y para los demás cristianos en una presencia escondida y alentadora en medio de todas las dificultades. Jesús en la Eucaristía fue adorado clandestinamente por los cristianos que vivían conmigo, como tantas veces ha sucedido en los campos de concentración del siglo XX.
En el campo de reeducación estábamos divididos en grupos de 50 personas; dormíamos en un lecho común; cada uno tenía derecho a 50 cm. Nos arreglabamos para que hubiera cinco católicos conmigo. A las 21:30 había que apagar la luz y todos tenían que irse a dormir. En aquel momento me encogía en la cama para celebrar la Misa, de memoria, y repartía la comunión pasando la mano por debajo de la mosquitera. Incluso fabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos para conservar el Santísimo Sacramento y llevarlo a los demás. Jesús Eucaristía estaba siempre conmigo en el bolsillo de la camisa.
Una vez por semana había una sesión de adoctrinamiento en la que tenía que participar todo el campo. En el momento de la pausa, mis compañeros católicos y yo aprovechábamos para pasar un saquito a cada uno de los otros cuatro grupos de prisioneros: todos sabían que Jesús estaba en medio de ellos. Por la noche, los prisioneros se alternaban en turnos de adoración. Jesús Eucarístico ayudaba de un modo inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvían al fervor de la fe. Su testimonio de servicio y de amor producía un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros. Budistas y otros no cristianos alcanzaban la fe. La fuerza del amor de Jesús era irresistible.
Así la oscuridad de la cárcel se hizo luz pascual, y la semilla germinó bajo tierra, durante la tempestad. La prisión se transformó en escuela de catecismo. Los católicos bautizaron a sus compañeros; eran sus padrinos.
En conjunto, fueron apresados 300 sacerdotes. S presencia en varios campos fue providencial, no sólo para los católicos, sino que fue la ocasión para un prolongado diálogo interreligioso que creó comprensión y amistad con todos.
Así Jesús se convirtió – como decía Santa Teresa de Jesús – en el verdadero “compañero nuestro en el Santísimo Sacramento” (Teresa de Jesús, Libro de la Vida, c. 22, n. 6) (…)
“Testigos de Esperanza”, card. F. X. Nguyen Van Thuan, 14, Ciudad Nueva, 7ª Ed., Pág. 143-148
Tomado de Mercaba
«EL GENEROSO NO EXIGE SUS DERECHOS»
«Sólo un corazón que ama ve la necesidad ajena antes que la propia»
En 1152 hubo una gran carestía en Roma y el pueblo pasaba hambre. El pan estaba tan escaso que el que no se apresuraba a proveerse en la mañana, corría el riesgo de quedarse sin él. San Felipe Neri se encontraba en San Jerónimo de la Caridad, una capilla y asilo sacerdotal, con otros sacerdotes y algún laico.
Una señora piadosa, sabiendo que el santo estaba reducido a tal estado de miseria de no poder ni siquiera proveerse de pan, le llevó de regalo seis grandes piezas.
Semejante provisión le día bastar para algunos días, pero Felipe, viendo a un sacerdote español en grave necesidad, se lo regaló, sin quedarse ni siquiera con una.
Próspero Crivelli, su penitente, le hizo la observación de que habría podido al menos ser un poco previsor.
El santo repuso: «¿Qué quieres? Ese pobre sacerdote es forastero y no encontraría fácilmente almas generosas.
Aquel día Felipe, por almuerzo y cena, se contentó con unas pocas aceitunas. Pero él bien podía decir con Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad de Él, que me ha enviado».
Tomado de Anecdonet
CHISTE
Un sacerdote pregunta en el catecismo a uno de los pequeños:
-Vamos a ver, Javi, si tú tuvieses cinco naranjas y vieses a otro niño con hambre, ¿se las darías?
-Si, señor –contesta el pequeño al momento.
-Y si tuvieses cinco pasteles, ¿también se los darías?
-Si, claro.
-Y si tuvieses un bocadillo de mortadela, ¿se lo darías?
-No, de ninguna manera.
-Las naranjas sí, los pasteles también, ¿por qué el bocadillo no?
-Porque el bocadillo lo tengo.
(Agustín Filgueira, «Unas gotas diarias de humor»)
Tomado de Anecdonet
POEMA
«Donde hay pan, allí está Dios…
La Biblia es un menú de pan fraterno.
El universo es nuestra mesa, hermanos.
Las masas tienen hambre
y este Pan es su Carne,
destrozada en la lucha,
vencedora en la muerte.
Somos familia en la fracción del pan.
Sólo al partir el pan podrán reconocernos.
Seamos pan, hermanos».
PAN
Primero sea el pan
después la libertad.
(La libertad con hambre
es una flor encima de un cadáver).
Donde hay pan,
allí está Dios.
«El arroz es un cielo»,
dice el poeta de Asia.
La tierra
es un plato
gigantesco
de arroz,
un pan inmenso y nuestro,
para el hambre de todos.
Dios se hace Pan
trabajo
para el pobre,
dice el profeta Gandhi.
La Biblia es un menú de Pan fraterno.
Jesús es el Pan vivo.
El universo es nuestra mesa, hermanos.
Las masas tienen hambre,
y este Pan
es su carne,
destrozada en la lucha,
vencedora en la muerte.
Somos familia en la fracción del pan.
Solo al partir el pan
podrán reconocernos.
Seamos pan, hermanos.
Danos, oh Padre, el pan de cada día:
el arroz, o el maíz, o la tortilla,
¡el pan del Tercer Mundo!
Pedro ·Casaldáliga-P:
Tomado de Rezando voy
ORACIÓN
VENID A MÍ
Los que estáis arruinados,
los que habéis fracasado
ante los demás y ante vosotros,
los que sólo portáis miseria,
los que no valéis para quienes seleccionan
ni contáis para quienes mandan,
los olvidados fuera de las campañas,
los que sólo recibís golpes,
los últimos, los parias,
los nadie de la historia…
venid a mí, que quiero cobijaros
a la sombra de mis alas.
Los marginados de todo lo bueno,
los humillados por uno u otro motivo,
los sin recursos humanos y económicos,
los que os tenéis que vender cualquier precio
y sois moneda devaluada en todo momento,
los que os habéis quedado sin techo
y dormís en la calle entre cartones,
los que solo tenéis deudas y desahucios,
los cansados y agotados de vivir
y de escuchar siempre lo mismo…
venid a mí, que soy vuestro refugio,
y me complace vuestro descanso.
Niños de la calle y de nadie,
inmigrantes a la deriva,
parados al sol, cabizbajos,
enfermos sin tratamiento,
ancianos apartados,
jóvenes a la deriva,
los no reconocidos como ciudadanos,
los tristes y agobiados,
personas que sufrís violencia,
todos los que no sois queridos ni echados en falta …
venid a mí, que soy vuestra libertad,
y recobrad vuestra dignidad.
Hambrientos de pan y de justicia,
de dignidad y de respeto,
de salud y de ternura,
de paz y de buenas noticias,
de vida y de felicidad…
sedientos de ternura y caricias,
de roce y compañía,
de abrazos y protestas,
de vino y fiesta,
de casa y mesa.
de la dignidad vuestra…
venid a mí, y saciad vuestra hambre y sed
sin miedo y sin falsos respetos.
Todos lo que sentís la vida,
día a día, como una pesada carga:
los rechazados,
los perseguidos,
los olvidados,
los excluidos,
los extranjeros,
los sin papeles,
los que sólo tenéis seguro que sois pobres,
gente sin voz, sin prestigio, sin nombre…
venid a mí, descargad vuestros fardos,
comed, bebed y descansad.
¡Todo lo que soy y tengo es vuestro!
Florentino Ulibarri
CANTO
PANGE LINGUA GLORIOSI • JULIANO RAVANELLO
YO TE DOY brotes Olivo
Dadles de Comer AIN KAREM
VIDEO
Equipo Quiero Ver: Una misteriosa realidad.
Delegación para el Clero de Santiago de Compostela