Sabiduría para conocer a Dios

Si se nos ocurre hacer por nuestras calles una encuesta sobre el interés por el conocimiento de lo que es Dios, e incluso de lo que significa para nuestra vida, no creo que los resultados sean muy positivos. El hombre se mueve hoy por lo que ve útil para su vida, lo que es posible concretar, aquello de lo que con celeridad puede sacar producto. Prefiere apoyarse en lo que él ve como seguro o fácilmente alcanzable por medios terrenos, que estar esperando a ver si el Señor nos ilumina y fortalece para lograr lo mejor. La 1ª lectura de la Misa de hoy, tomada del libro del Eclesiástico, nos habla de la Sabiduría como algo que existía en Dios desde siempre, y que, en un determinado momento, plantaría su tienda en la heredad de Jacob, una persona a quien Dios había cambiado su nombre en Israel. En esa situación requerida por el Padre, el Hijo encontró descanso, en lo que era la porción del Señor, su heredad. Esa realidad divina, el Hijo, como dice el evangelio de hoy, existía desde siempre con el Padre, y estaba junto a Él en el momento de la creación del mundo. En él había verdadera vida, y, al existir los hombres, se constituyó en luz para iluminarles. Juan Bautista le presentó ante el mundo como luz; pero los hombres prefirieron la tiniebla, en lugar de dejarse aleccionar por Él. De todos modos, ahí está su ejemplo: el Hijo nos ha dado a conocer al Padre, que es el dador de vida eterna para el ser humano. San Pablo escribe a los Efesios y se refiere a Jesucristo, bendición para el hombre: Dios Padre nos ha elegido en Cristo para hacernos santos e irreprochables ante Él por el amor. Nos ha destinado a ser sus hijos. Pide al Señor que nos conceda el espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, de modo que estemos enterados de la esperanza a la que nos llama y de la riqueza que Él ofrece a los creyentes.

José Fernández Lago

Artículo publicado en “El Correo Gallegoª (2-I-2022)

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