Roma acoge el Jubileo de los Equipos Sinodales: un fin de semana de comunión, reflexión y esperanza para la Iglesia universal

Cientos de representantes de diócesis de todo el mundo se reunieron los días 25 y 26 de octubre en Roma para celebrar el Jubileo de los Equipos Sinodales, un encuentro que buscó renovar el compromiso de la Iglesia con la comunión, la participación y la misión que inspiran el actual camino sinodal. La cita tuvo lugar en torno a la Basílica de San Pedro y se desarrolló en un ambiente de profunda fraternidad, oración y reflexión compartida.

La jornada del sábado 25 comenzó a primera hora de la mañana con la peregrinación jubilar y el paso por la Puerta Santa de la Basílica Vaticana, símbolo de apertura espiritual y reconciliación. Durante la celebración, Monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo, pronunció unas palabras que resonaron con fuerza entre los presentes. “En el amor que nos une, las diferencias se convierten en riqueza. No más trincheras ideológicas, no más egoísmo, no más soledad individualista y destructiva. Somos familia de Dios”, proclamó ante un silencio lleno de recogimiento. En su homilía, el prelado recordó que el Evangelio debe encarnarse en la historia concreta, en la realidad cotidiana de cada comunidad. “No se trata de vivir en un espiritualismo evanescente, sino de escuchar los gritos de nuestro tiempo, de compasar nuestro paso ante los hermanos necesitados”, subrayó.

Tras la peregrinación, los participantes se organizaron en grupos lingüísticos de trabajo, donde compartieron experiencias sobre cómo se está viviendo el proceso sinodal en sus respectivas diócesis. En el grupo de habla hispana participaron representantes de España y América Latina, entre ellos Alfredo Losada Suárez, delegado para el Laicado de la Archidiócesis de Santiago de Compostela y miembro de la Comisión Permanente del Consello Diocesano de Pastoral. Losada destacó la riqueza de la diversidad y la fuerza transformadora de la sinodalidad. “Escuchamos testimonios de Argentina, Brasil, Chile o Colombia que nos hablaban de cómo este proceso ayuda a romper la dureza del corazón, a superar las ideologías y a proyectar una Iglesia esperanzada que sale hacia las periferias”, explicó.

Durante los diálogos se constató que el camino sinodal está fortaleciendo la vida parroquial, mejorando las relaciones entre los fieles y despertando un renovado sentido de fraternidad y corresponsabilidad. Sin embargo, también se señalaron desafíos que aún deben afrontarse, como la necesidad de un trabajo intergeneracional más profundo y una mayor implicación del clero y de las comunidades locales que todavía viven el proceso con distancia o escepticismo.

Uno de los espacios más significativos del encuentro fue el dedicado al rol y la responsabilidad de la mujer en la Iglesia, coordinado por Elía Cervino, religiosa y miembro del Dicasterio para los Obispos. En este foro se compartieron experiencias de participación femenina en la vida eclesial, como la presencia de mujeres en la curia diocesana de Santiago de Chile o la existencia de una vicaria episcopal en Bogotá. Las conclusiones del grupo insistieron en la necesidad de fortalecer la formación teológica y pastoral de las mujeres, promover su liderazgo en la pastoral y garantizar su participación en los procesos de discernimiento y toma de decisiones. “Es fundamental que en los nombramientos episcopales participe también el Pueblo de Dios”, se subrayó durante el debate. Los participantes resumieron sus inquietudes en tres desafíos concretos: una mayor presencia femenina en los espacios de gobierno eclesial, una participación más activa en la liturgia y los ministerios, y una formación compartida que impulse el liderazgo de las mujeres teólogas en la vida pastoral.

La tarde del sábado estuvo dedicada a la reflexión sobre el discernimiento espiritual como práctica al servicio de la misión, en un taller coordinado por Daniela Carabini. Se destacó que el discernimiento, entendido como integración de fe, razón y experiencia bajo la acción del Espíritu Santo, es una condición esencial para la sinodalidad. “Sin discernimiento, la sinodalidad es impensable e impracticable”, se afirmó. Posteriormente, el teólogo venezolano Rafael Luciani profundizó en el concepto de sensus fidei del Pueblo de Dios, desde el Concilio Vaticano II hasta el documento final del reciente Sínodo. Luciani recordó que el proceso sinodal ha permitido a la Iglesia “experimentar el sabor espiritual de ser Pueblo de Dios” y comprender que las decisiones pastorales más auténticas son aquellas guiadas por el Espíritu. “La Iglesia es verdaderamente pueblo de Dios cuando el discernimiento orienta nuestras decisiones hacia la voluntad del Señor”, subrayó.

El día concluyó con una oración mariana en la Plaza de San Pedro, presidida por el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo. En un ambiente de silencio y recogimiento, los peregrinos elevaron su plegaria por una Iglesia más abierta, participativa y fraterna.

El domingo 26 de octubre, el Papa León XIV presidió la Eucaristía de clausura del Jubileo en la Basílica de San Pedro. En su homilía, el Pontífice definió a los equipos sinodales como “imagen de una Iglesia que vive en comunión” y animó a todos los presentes a seguir caminando juntos en la escucha del Espíritu. “Antes de cualquier diferencia, estamos llamados a caminar juntos en busca de Dios. Ensanchemos el espacio eclesial para que sea colegial y acogedor”, exhortó el Santo Padre.

León XIV advirtió que la Iglesia está llamada a afrontar con esperanza las tensiones entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y libertad. “No se trata de resolverlas reduciendo unas a otras, sino de dejar que el Espíritu las transforme para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas y polarizaciones dañinas”, explicó. Invitó además a vivir el discernimiento con libertad interior, humildad, confianza mutua y apertura a las sorpresas de Dios. “Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos. Soñemos con una Iglesia humilde, que se abaja para lavar los pies de la humanidad, una Iglesia que escucha, que acoge y que sirve”, concluyó con emoción.

Al finalizar el encuentro, los participantes coincidieron en que el Jubileo había supuesto un revitalizamiento para la Iglesia universal, una llamada a renovar el impulso misionero y la apertura a todos. En palabras de varios asistentes, se trató de un verdadero “Pentecostés sinodal”, una experiencia que reafirmó el sueño de una Iglesia “pobre para los pobres”, “en salida” y profundamente comprometida con las periferias existenciales.

Desde la Archidiócesis de Santiago de Compostela, los representantes gallegos regresaron con un renovado compromiso: seguir construyendo una Iglesia participativa, donde cada bautizado se reconozca corresponsable de la misión evangelizadora. “Estamos llamados a edificar la Iglesia desde la escucha, la complementariedad y la reciprocidad, caminando juntos en la misión diocesana”, resumió Alfredo Losada al cierre del encuentro.

El Jubileo de los Equipos Sinodales en Roma se convirtió, así, en una celebración de comunión y esperanza. Una invitación a mirar el futuro con fe y a seguir avanzando juntos, guiados por el Espíritu, hacia una Iglesia verdaderamente sinodal, ministerial y al servicio del mundo.

Archicompostela