Ante la imposición de la ideología de
género y la cada vez más dominante presencia del relativismo o el
nihilismo cobra si cabe más importancia la existencia de una familia
cristiana y una escuela católica fuerte como barreras. Para analizar
este proceso y para ayudar a levantar estos cimientos los próximos días
10, 11 y 12 de marzo la diócesis de Alcalá de Henares organiza un
congreso titulado «La familia cristiana y la escuela católica, minorías creativas para la renovación de la sociedad».
En unaentrevista realizada por el servicio de información de la diócesis, el obispo Juan Antonio Reig Pla,
ha explicado algunos puntos centrales que serán tratados así como la
importancia de informar y formar a los católicos en este momento
concreto de la historia:
-¿Cómo ha nacido la iniciativa de este Congreso que tendrá lugar en Alcalá de Henares los días 10, 11 y 12 de marzo?
– Celebrar este Congreso sobre la Familia cristiana y la Escuela
católica nace de las llamadas que hemos recibido constantemente del Papa
Francisco a “poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera
que no puede dejar las cosas como están” (Evangelium gaudium, 25). Al
mismo tiempo la recepción de la Exhortación postsinodal Amoris laetitia
nos invita a la colaboración con quienes tienen el derecho-deber de
educar. Como dice el Papa Francisco “la Iglesia está llamada a colaborar
con una acción pastoral adecuada, para que los propios padres puedan
cumplir con su misión educativa. Siempre debe hacerlo ayudándoles a
valorar su propia función, y a reconocer que quienes han recibido el
sacramento del matrimonio se convierten en verdaderos ministros
educativos, porque cuando forman a sus hijos, edifican la Iglesia, y al
hacerlo aceptan una vocación que Dios les propone”. (Amoris laetitia,
85).
– ¿Qué se pretende con este Congreso?
– En primer lugar este Congreso pretende levantar el ánimo de los padres
de familia y de los docentes católicos en la situación presente
caracterizada por la confusión y la ambigüedad. Son muchos los católicos que sienten una gran orfandad
por la deriva que han seguido en España los partidos políticos, las
grandes agrupaciones sociales e incluso la mayoría de los medios de
comunicación que han desertado del patrimonio cultural católico e
incluso están provocando la censura pública de Dios y de la tradición
católica.
– ¿Puede desarrollar más ampliamente este primer objetivo del Congreso?
– De la mano de Benedicto XVI estamos convencidos de que estamos asistiendo a una época de cerrazón ideológica, de olvido de Dios
y de rechazo de Cristo que está conduciendo a la deconstrucción de lo
humano. Como decía el Papa emérito “el humanismo que excluye a Dios es
un humanismo antihumano” (Caritas in veritate, 78).
En este momento las grandes ideologías (el relativismo cultural, el
tecno-nihilismo, la ideología de género unida a las teorías “queer” y
“cibor”, el transhumanismo y posthumanismo, etc.) atraviesan
transversalmente el ejercicio de la política, la actividad sindical, los
medios de comunicación, etc., presentándose como el paradigma cultural
hegemónico. Esta nueva versión de la cultura se vehicula a
través de la manipulación del lenguaje, la construcción artificial de
relatos sobre la idea del hombre, la promoción de nuevos
derechos y nuevas leyes que atentan contra la dignidad de la vida
humana, la santidad del matrimonio y el bien social de la familia
cristiana, llegando a impregnar el sistema educativo y la regulación de
la sanidad.
-¿Y cuál es la propuesta del Congreso?
– Dos son las propuestas fundamentales de este Congreso. La primera es ofrecer lo que San Juan Pablo II llamaba “la antropología adecuada”,
una imagen del hombre que deriva de los contenidos de la antropología
cristiana: la unidad de la persona (cuerpo-espíritu), la diferencia
sexual (varón – mujer) y, como respuesta a la herida del pecado
(original y actual), la redención del cuerpo o del corazón. No podemos
olvidar que, como nos recordaba Benedicto XVI “hoy es preciso afirmar
que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión
antropológica” (Caritas in veritate, 75).
– ¿Por qué es tan importante la cuestión antropológica?
– Sin una imagen clara del hombre (varón – mujer) y sin el conocimiento
de los bienes de la persona es imposible educar. Esto se refiere tanto a
los padres como a los docentes. Es más, sin una sana concepción de la persona humana es inútil pretender políticas familiares justas
y leyes que promuevan la perfección de la persona humana y el bien
común. De nuevo es importante recordar que el fin de la sociedad es el
mismo fin de la persona. Por eso, familia, escuela, relaciones sociales y
la misma política deben confluir todas en procurar los bienes que
definen a la persona.
– Ud. hablaba de una segunda propuesta
– Ancladas en la antropología adecuada, la familia cristiana y la escuela católica han de reconocerse como “minorías creativas” para la renovación de la sociedad.
Este es el germen de esperanza que promueve constantemente la nueva
evangelización. El término “minoría creativa” lo tomamos de Benedicto
XVI quien está convencido de que el destino de una sociedad depende
siempre de minorías creativas. Así ha sucedido a lo largo de la
historia, basta recordar la caída del Imperio Romano o la situación de
Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
– ¿Se trata en definitiva de volver a ser cristianos?
– Gestar nuevos cristianos es lo que pretende siempre la evangelización.
En estos momentos, además, hay que apelar a la inteligencia – sanada
por la gracia de Dios – para que el emotivismo no desvirtúe el amor
conyugal. Hay que proponer de nuevo la belleza del matrimonio y de la familia como auténtica ecología humana.
Del mismo modo, puestos a educar en el arte de vivir hemos de recurrir
al verdadero Maestro de la vida que es Jesucristo. Sólo nos puede
enseñar a vivir Aquel que es la misma vida y el vencedor de la muerte.
Con Él hemos de recuperar la herencia y el patrimonio cultural católico
que a través la iniciativa de tantos santos ha verificado la
consistencia de la educación católica.
– ¿Por dónde habría que empezar?
– Lo definitivo es siempre la gestación del sujeto humano y cristiano. Para ello hemos
de recuperar el proceso de la iniciación cristiana unido a una
educación afectivo-sexual que propicie tanto la identidad humana (varón –
mujer) como la auténtica vocación al amor. Se trata de lograr
una respuesta integral que armonice tanto la inteligencia y la voluntad
como los sentimientos, emociones, e impulsos innatos. Esta integración
de la persona y su propia identidad como varón y como mujer han sido
asaltadas por las ideologías que nacen del individualismo, el dualismo
antropológico y del relativismo moral. A ello ha contribuido el mal uso
de la tecnología que precisa de una sociedad nihilista para hacer
consumo incluso del cuerpo humano mediante la pornografía y la
sustitución de lo humano por lo virtual.
– ¿Cómo educar para el amor conyugal?
– El hombre, varón – mujer, no logra su propio bien ni alcanza su
perfección sin las virtudes. Entiendo por virtud la capacidad adquirida,
en colaboración con la gracia de Dios, de obrar el bien de manera
pronta y permanente. En el ámbito del amor la virtud que capacita para
la donación de sí mismo es la castidad. Sin la castidad, que integra en la persona las emociones y los instintos, es imposible alcanzar la libertad para el amor.
Hoy, cuando más se habla de libertad sexual, se está llegando a cotas
elevadísimas de esclavos de la pornografía, de las emociones y de los
estímulos que propician los medios de comunicación. Por eso es tan
importante el arte de educar para el amor que haga recuperar el noviazgo
como un itinerario de maduración en la propia identidad y en la
comunión amorosa que en el matrimonio se abrirá al don de la paternidad y
maternidad.
– ¿Cómo se puede ayudar a los matrimonios y a los padres?
– Tanto para la vida conyugal como para la misión como padres y educadores es necesario un aprendizaje. Por eso en
este mismo Congreso hemos introducido propuestas de acompañamiento de
los casados mediante las escuelas de padres y de familias. Se
trata de experiencias contrastadas que favorecen tanto la ayuda a los
esposos en su amor conyugal como el sostenimiento de su misión como
padres y educadores de sus hijos o de sus alumnos.
– Y, ¿qué podemos hacer cuando llegan las heridas, las dificultades en el trato, las desavenencias conyugales, etc.?
– Como experiencia de muchos años nuestra diócesis cuenta con el Centro
de Orientación Familiar Regina Familiae que viene ayudando a muchas
familias año tras año de manera gratuita. Es una experiencia consoladora
y que genera mucha esperanza porque podemos constatar que es cierto que
«para Dios no hay nada imposible» (Lc 1, 37). Los profesionales
y orientadores familiares son testigos de muchos milagros a la vez que
constatan la necesidad de una buena educación para el diálogo amoroso,
para salir del analfabetismo afectivo y para hacer descansar su
matrimonio sobre la roca que es Cristo. Cuando las personas se dejan
curar y descubren la terapia del perdón los caminos se allanan. Con la
fuerza de la fe y la gracia todo se hace posible.
– Y ¿qué nos dice de la función social de la familia cristiana y la escuela católica?
– Ambas instituciones no están encerradas en sí mismas. Si toda persona
está abierta a la sociabilidad, la familia y la escuela son una
prolongación de este carácter social de la persona. Ambas están llamadas
a ser regeneradoras de la sociedad en la medida que recuperen de manera
clara su identidad. El espacio del nosotros, o de la sociedad, depende de lo que sean la familia y la escuela.
Es aquí donde se forman las personas llamadas a construir el bien común
desde la cultura y el trabajo. Hoy, tanto la cultura como el trabajo
necesitan redescubrir los auténticos bienes de la persona y el bien
común. Cuando sólo se habla de “interés general” o de la “sociedad del
bienestar» estamos practicando un reduccionismo que no hace justicia a
los bienes de la persona que nunca se reducen a los intereses subjetivos
de los individuos ni se agotan en el bienestar”. Tanto la actividad
económica como la política deben volver a plantearse la cuestión del
“bien integral de la persona”. Para ello son necesarias la
“minorías creativas” que testifiquen la belleza y el bien humanos en su
dimensión individual-personal y social. La fe cristiana propone
a Jesucristo como el verdadero hombre que revela la verdad del hombre y
lo orienta al don de sí. Una sociedad con raíces cristianas es la que
se edifica desde el bien común como anticipo del reinado social de
Cristo.
– Todavía no nos ha hablado Ud. de la Exhortación Postsinodal del Papa Francisco «Amoris laetitia».
– Aunque la Exhortación del Papa Francisco atraviesa todas las
ponencias del Congreso, es verdad que le hemos destinado la ponencia
final con una propuesta concreta: la presentación del Vademécum para una nueva pastoral familiar a partir de la exhortación ‘Amoris laetitia’. Este Vademécum, preparado por tres profesores del Pontificio Instituto Juan Pablo II, será ofrecido como criterio para el acompañamiento de la pastoral familiar de la diócesis y como medio de formación de los sacerdotes y de cuantos colaboran en esta pastoral.
Del mismo modo en las conclusiones del Congreso se están preparando las
claves para una lectura según la tradición del capítulo VIII: Acompañar, discernir e integrar la fragilidad. Se trata en definitiva de ofrecer certezas en un campo tan delicado y que no admite ningún tipo de ambigüedad.
– ¿Alguna cosa más?
– Como puede imaginar este Congreso está preparado por muchas personas
que, tanto desde la delegación de Enseñanza como desde la de pastoral
Familiar, han querido ofrecer un espacio de reflexión y un modo de obrar
con carácter eminentemente católico. Para ello se ha cuidado
que todo el desarrollo del Congreso esté acompañado por la oración:
adoración al Santísimo, celebración de la Eucaristía y Vigilia de
Oración para las familias. También habrá una oferta para los
niños que seguirán su propio itinerario del Congreso. Además de los
congresistas que participen directamente, se podrá seguir el Congreso
por Internet (A través de este enlace).
Convencidos del don que hemos recibido de la fe transmitida por nuestros
padres y educadores, queremos comunicar a cuantos se interesen por
seguir este Congreso el legado que nos ofrece la tradición familiar y
educativa engendrada en el seno de la Iglesia Católica, nuestra Madre. Nuestro modelo de referencia, como no puede ser de otro modo, es la Sagrada Familia de Nazaret. A ella encomendamos este Congreso que ofrecemos desde la diócesis de Alcalá de Henares.
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