«Las letras de Jordi»: «Cuando oigo la voz de Dios, dejo lo que estoy haciendo y escucho»

En Madrid, Majadahonda, Barcelona, Valencia, Elche y San Sebastián se estrena este fin de semana en diversos cines  Las letras de Jordi, un documental peculiar y hermoso que nos obliga a bajar el ritmo y adaptarnos al de los que van más despacio. (Consultar dónde verla y cómo pedir que llegue a otras ciudades). 

La joven autora, Maider Fernández Iriarte, estudió educación social en el País Vasco, y luego cursó un máster de cine documental en Barcelona. Allí fue donde conoció a Jordi Desquens, que nació hace más de 50 años, ya con parálisis cerebral. Jordi se comunica señalando letras en un abecedario.

Maider intenta seguir a Jordi cuando se comunica, pero le cuesta, y ella tiene que admitir su fragilidad e impotencia recién descubierta: “Me he perdido, perdona, Jordi”, son casi sus primeras palabras. “Perdona, no sé cómo ponerte esto”, dice después intentando ayudarlo.

Adaptarnos al ritmo de Jordi… y al de Dios

Ella, como nosotros, es hija de la velocidad y de la imagen, de lo visible y rápido. Pero Jordi vive a otro ritmo, el de la palabra, a veces letra a letra.

Lo visible engaña, las apariencias despistan. Por eso durante bastantes minutos al inicio de la película vamos conociendo a Jordi sin verle: vemos su dedo señalando letras, vamos sabiendo cosas de él. Lo primero, que quiere ir a Lourdes, porque allí se siente cerca de Dios. A través de la palabra vemos que Jordi razona perfectamente bien y sabe lo que quiere y lo expresa. Porque nos fiamos del verbo y no nos distraemos con la apariencia, podemos conocerle.

Y después, pasado un buen rato, lo vemos y nos parece feo, retorcido por la parálisis cerebral. Va en silla de ruedas. Y casi no puede hablar, excepto monosílabos que puedes deducir que son un sí o un no, y no siempre. Pero nos tomamos nuestro tiempo, porque la película nos obliga a ello y nos enseña a atender sin prisas. Así, con Maider, vamos aprendiendo y empezamos a descubrir cuándo Jordi se encoge de hombros, por ejemplo.

“Oigo la voz de Dios que me llama, dentro”

Jordi está en una encrucijada espiritual. Dice que a los 21 años empezó a escuchar a Dios. “Oigo la voz de Dios que me llama, dentro”, concreta él. “Cuando oigo la voz de Dios, tengo que dejar lo que hago, cerrar los ojos y escuchar”, explica. Y Dios le pide volver a Lourdes. Allí Jordi reconecta con Él, y lo necesita, porque ha pasado de casa de sus padres a una residencia para darles a ellos, ya mayores, menos trabajo. Y con el traslado ha perdido esa conexión.

Maider la acompaña a Lourdes. Allí encuentran a un clérigo que le saluda con afecto. “Hombre, Jordi, tú por aquí”. El documental no lo especifica, pero es José Ángel Sáiz, el obispo de Tarrasa. “Siempre que viene aprovecha para confesarse”, explica el obispo. En Lourdes, Jordi reza mucho en silencio, en una capilla, y también en la explanada, en la adoración.

De vuelta explicará a Maider lo que experimentó. “Sentí una fuerza muy potente que me atraía hacia Él”, explica. Es una definición casi de libro de experiencia mística, como la que usaba el sacerdote y sociólogo Andrew Greeley en sus estudio. «¿Alguna vez ha sentido que estuviera usted muy cerca de una poderosa fuerza espiritual que parecía sacarle a usted de sí mismo?», preguntaban los cuestionarios sociológicos de Greeley. En 1974 decían que sí un 35%. En 1987 repitió la prueba y decían que sí un 43%. Sacó un libro titulado “El misticismo se hace corriente” (“Mysticism goes mainstream“).

En el caso de Jordi, con su obediente disposición a parar y escuchar, hay un elemento añadido. Y en su aspecto contrahecho, también. Uno puede creer a Charlton Heston si dice que Dios le habla, porque es alto y americano (vestido de Moisés) y extiende los brazos con majestuosidad. Incluso a Bernadette, si se parece a la actriz delicada e inocente del filme clásico. Pero es más difícil ver un profeta de Dios en un catalán con parálisis cerebral, en silla de ruedas, que ni siquiera puede hablar con frases. Dios escoge a quien quiere para lo que quiere.

“¿En qué se parece lo tuyo a Bernadette?”

A Jordi le gusta la película clásica en blanco y negro sobre Lourdes y Bernadette. “¿Crees que fue así?”, le pregunta Maider. Jordi piensa que el filme clásico recoge bien los hechos. “¿En qué se parece lo tuyo a lo de Bernadette? ¿Tú no has tenido visiones?”, pregunta Maider con todo el sentido del mundo. Pero Jordi especifica que él siente y escucha, pero no ve cosas de Dios.

La película no profundiza mucho más en lo espiritual y pasa a distintas escenas de lo cotidiano, a ver el Mundial de fútbol en casa de los Desquens, por ejemplo. Los Desquens, entre ellos, hablan en catalán, y la película subtitula esos diálogos. A Maider, que es vasca, le hablan en español. Eso da una cercanía y un realismo extra a la historia. También nos devuelve al gran tema: la palabra, una y otra vez, más rica que la imagen, incluso en sus complicaciones.

Romper ataduras y enseñar a mirar

La película recoge cómo la relación de amistad entre Maider y Jordi se va enriqueciendo con el tiempo, incluso en la distancia. Y finaliza con una escena de acción, incluso trepidante, una cámara subjetiva cuesta abajo a toda velocidad, con gritos de entusiasmo de Jordi. Es posible romper muchos de los límites que nos atan.

La película es hermosa y educativa y muchas parroquias o asociaciones se beneficiarán si organizan un pase para acercarlo a la gente (se pueden pedir pases en su web), incluyendo a los adultos jóvenes atados a una cultura de la imagen acelerada y la belleza exterior. Les enseñará a mirar, y a leer más allá de la apariencia.

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