III Domingo de Cuaresma

San Ambrosio Señala que las causas de la esterilidad son, frecuentemente, la soberbia y la dureza de corazón. Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, in loc.

Así también en la Sinagoga, mientras los doctores, infecundos en obras, se enorgullecían por sus palabras, semejando una floración exuberante, se extendió la sombra de una ley vana, con lo cual, la esperanza y la expectación de una recolección quimérica destruyó los anhelos del pueblo creyente. Sobre el Evangelio de San Lucas I, 7, 167-171

S. Basilio, «Es propio de la divina misericordia no imponer castigos en silencio, sino publicar primero sus amenazas excitando a penitencia, así como hizo con los ninivitas y ahora con el labrador, diciendo “Córtala”, estimulándolo a que la cuide y excitando al alma estéril a que produzca los debidos frutos».

S. Gregorio de Nisa, «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas»

San Gregorio Nacianceno: Por tanto, no nos apresuremos a herir, sino dejemos crecer por misericordia; no sea que cortemos la higuera que aún puede dar fruto y que aún puede curar el celo de su inteligente cultivador. orat. in sanct lavacr. 26 6-9. Oración 26, en Catena Aurea, vol. VI, p. 135.

S. Agustín, El árbol de la higuera representa al género humano, porque cuando pecó el primer hombre cubrió su desnudez con hojas de higuera, esto es, los miembros de que nacemos. De verb. Dom., serm. 31

¡Ea, árbol estéril! No te rías porque se te perdone; se aplazó el empleo de la segur, pero no tesientas seguro. Vendrá y te cortará. Cree que ha de llegar. (Sermón 110, o.c., t. X, BAC, Madrid, 1983, pp. 782-787)

¡Cuántas veces se habrá repetido esta misma escena! ¡Señor, déjalo todavía un año…! “¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y… no me he vuelto loco?” Sermón 254, 3.

«“Y si no, la cortarás después”, esto es, cuando vengas en el día del juicio a juzgar a los vivos y a los muertos. Hasta entonces, por ahora perdona». ().

San Cesáreo de Arlés No es en países lejanos donde se encuentra lo que el Señor nos pide; nos envía al interior de nosotros mismos, a nuestro corazón, porque ha colocado en nosotros lo que nos pide. Sermón 37, 1; SC 243.

San Gregorio Magno, “Ocupa inútilmente el terreno quien no produce buenas obras en el oficio que tiene”. (Homilía 31,4)

S. Columbano, «Si el alma hace buen uso de las virtudes plantadas en ella, entonces será de verdad semejante a Dios» (Instructiones 11,1-2).

San Francisco de Asís cuando invita al hermano León para que le acompañe a predicar. Dan una vuelta por la ciudad y regresan al convento sin haber pronunciado una sola palabra. Extrañado, el hermano León pregunta al santo: ¿No íbamos a predicar? Y este responde: Ha sido el sermón del ejemplo.

Santo Tomás de Aquino, “pues el hombre nunca puede amar a Dios tanto como Él debe ser amado” Suma Teológica, 1 – 2, q. 6, a. 4.

San Francisco de Sales, Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo.

«Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras; no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por lo que agradamos a Dios, sino por el amor con que las hacemos».

San Vicente de Paul en el lecho de muerte se lamentaba de no haber hecho más. «Has creado centros para ayudar a los pobres, le replica uno de los que le acompañan, has fundado congregaciones, has reformado al clero de Francia, te has prodigado sin reservarte nada para ti. ¿Qué querías, entonces, haber hecho?». Él contesta: «Más, Señor; quería haber hecho más…».

San Antonio María Claret tenía como consigna: «No perderé ni un solo minuto. Viviré cada día, lo aprovecharé, como si fuera el último de mi vida».

B. Disraeli: «La vida es demasiado breve para ser mezquina».

San Pío de Pieltrecina Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.

San Josemaría Escriva de Balaguer, «Aprendamos a servir, no hay mejor servicio que querer entregarse voluntariamente a ser útil a los demás. Cuando sentimos el orgullo que barbota dentro de nosotros, la soberbia que nos hace pensar que somos superhombres, es el momento de decir que no, de decir que nuestro único triunfo ha de ser el de la humildad».

Santa Teresa de Calcuta Se le atribuye un conjunto de pensamientos breves: «La vida es una oportunidad, aprovéchala. La vida es belleza, admírala. La vida es un reto, afróntalo. La vida es un deber, cúmplelo. La vida es un juego, juégalo. La vida es preciosa, cuídala. La vida es amor, gózalo. La vida es un misterio, desvélalo. La vida es tristeza, supérala. La vida es un combate, acéptalo. La vida es una tragedia, domínala. La vida es una aventura, arrástrala. La vida es felicidad, merécela. La vida es la vida, defiéndela.»

No busquéis hacer obras espectaculares. Deliberadamente hemos de renunciar a todo deseo de ver el fruto de nuestro trabajo.

Padre Arrupe en los últimos años de su vida repetía contrito: «No he hecho nada, no he hecho nada…».

Catecismo, 206 Al revelar su nombre misterioso de YHWH, «Yo soy el que es» o «Yo soy el que soy» o también «Yo soy el que Yo soy», Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el «Dios escondido» (Is 45,15), su Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres.

710«El olvido de la Ley y la infidelidad de la Alianza llevan a la muerte: el exilio, aparente fracaso de las Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador y comienzo de una restauración prometida, pero según el Espíritu. Era necesario que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación; el Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el designio de Dios y el Resto de pobres que vuelven del Exilio es una de las figuras más transparentes de la Iglesia» ().

1724:: Avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios.

Pablo VI, Convertíos y creed en la Buena Noticia. Estas palabras constituyen, en cierto modo, el compendio de toda vida cristiana.la misión de llevar en el cuerpo y en el alma la muerte del Señor, afecta a toda la vida del bautizado, en todos sus momentos y expresiones. Constitución apostólica «Paenitemini» : AAS t. 58, 1966, pp. 179-180.

San Juan Pablo II, La adhesión a Cristo no debilita, sino que refuerza el sentido del deber moral, proporcionándoos el deseo y la satisfacción de comprometeros en «algo que realmente merece la pena», Domingo 13 de abril de 1980

No basta evitar el pecado sólo por miedo al castigo que se puede derivar de él para el que lo comete. Es menester «convertirse» verdaderamente al bien, de forma que la ley de la solidaridad pueda invertir su eficacia y desarrollar, gracias a la comunión con los sufrimientos de Cristo, un influjo positivo sobre los demás miembros de la familia humana. Audiencia general, 9 de noviembre de 1988.

Benedicto XVI, la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias. Ángelus 2007

Frente al pecado, Dios se revela lleno de misericordia y no deja de exhortar a los pecadores para que eviten el mal, crezcan en su amor y ayuden concretamente al prójimo en situación de necesidad, para que vivan la alegría de la gracia y no vayan al encuentro de la muerte eterna. Ángelus 2010

Conversión es ir contracorriente, donde la «corriente» es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la vida cristiana, nos adherimos al Evangelio vivo y personal, que es Jesucristo. (17 de febrero de 2010)

Convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas o de alguna manera sólo conectadas entre sí, sino que expresan la misma realidad. (17 de febrero de 2010)

Francisco «Si leemos otros textos del Nuevo Testamento, podemos advertir que de hecho las comunidades primitivas, inmersas en un mundo pagano desbordado de corrupción y desviaciones, vivían un sentido de paciencia, tolerancia, comprensión». FT 239

« Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador (cf. Ap 12,10)».

Recordad esa pequeña historia de santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por el hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir el consuelo de la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no lo quería: quería morir así. Y ella, en el convento, rezaba. Y cuando ese hombre estaba allí, precisamente en el momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios!. Ángelus 2016

Robert Badén Powell, ante su muerte inminente, deja como testamento a los scouts: «Siento la muerte cercana, pero me siento en paz; francamente he de decir que he sido feliz, porque no he buscado otra cosa que hacer felices a los demás. Procurad dejar el mundo mejor que lo encontrasteis; así viviréis felices y partiréis en paz».

Gabriel García Márquez al recibir el premio Nobel de Literatura: “Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.

Rainiero Cantalamessa “El nombre nuevo del éxodo y de la Pascua es la conversión”

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf: Convertirse es transformarse (ser trasnformado por Dios) en otro diferente. Es una urgente llamada a ser «distintos»

Congar insistía: «Es hora de que dejemos de pensar que sólo los grandes personajes de la historia han recibido una misión; todos estamos llamados a cumplir una tarea concreta en esa gran epopeya que es la historia de la salvación»

Raoul Follereau, el gran padrino de los leprosos, que consagró toda su vida, talento y dinero a erradicar la lepra, cuenta: «Tuve un sueño. Muerto, me presento ante Dios y le digo todo ufano: ‘Mira, mira mis manos limpias’… Dios me mira con infinita compasión y me dice en tono de reproche paternal, pero enérgico: ‘Sí, hijo mío, manos limpias, muy limpias… pero vacías’. Cuando me desperté, me puse a trabajar afanosamente».

Ruiz de Galarreta: «Me preocupan más mis virtudes que mis pecados»

Angel CalvoVive de tal modo que cuando mueras lo sienta hasta el de la funeraria

G. Chevrot, “Dios nos concede quizá un año más para servirle. No pienses en cinco, ni en dos. Fíjate sólo en éste: en uno, en el que hemos comenzado…” El Evangelio al aire libre, Herder, Barcelona 1961, p. 169

B. Pascal «Si tuviera fe —dice el ateo— dejaría el vicio; pero yo le respondo: ¡Tendrías fe si dejaras el vicio!».

Rabindranath Tagore “El hacha del leñador le pidió al árbol el mango, y el árbol se lo dio”.

Pagola: Nos estamos instalando en una cultura que los expertos llaman «cultura de la intrascendencia». Confundimos lo valioso con lo útil, lo bueno con lo que nos apetece, la felicidad con el bienestar. Ya sabemos que eso no es todo, pero tratamos de convencernos de que nos basta.

André Louf Nadie puede conocer su pecado sin conocer al mismo tiempo a Dios. No antes ni después, sino en el mismo instante, en una sola y misma intuición de la gracia. El que cree estar preparado para conocer su pecado fuera de este encuentro con Dios, es un iluso. Confunde el arrepentimiento con un sentimiento de culpabilidad, más o menos felizmente desarrollado, con el que todo hombre normal tiene algo que ver. O bien ajusta su conducta a una lista de obligaciones y prohibiciones, con la preocupación de estar en regla. Pero no tiene ni idea de su verdadero pecado porque no conoce a Dios ()

Nicetas Stéthatos de las lágrimas de la compunción brotarán una alegría inefable y la espiga del conocimiento. La luz de la sabiduría le iluminará, y tal hombre se convertirá en un candelabro de luz eterna para orientar a los hombres ()

E. Fromm «La supervivencia física de la especie humana no depende de las lluvias ni del sol, sino de un cambio radical del corazón humano» ().

Adolfo Kolping¡Dios tiene mucha paciencia con el peregrino terrenal!

CAMBIO Pensamientos.org

 Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones drásticas son las más seguras. Tito Livio

Debes ser el cambio que deseas ver en el mundo. Mohandas Karamchand Gandhi  

El cambio no es sólo parte esencial de la vida, es la vida misma. Alvin Toffler

El revolucionario es el que quiere cambiarlo todo menos a sí mismo. El cristiano es el que quiere cambiarlo todo empezando por sí mismo. Vittorio Messori

En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces.  John Henry Newman

Los cambios más importantes de mi vida se han producido en momentos en los que yo pensaba que todo estaba perdido. Máximo Pradera

Las cosas no cambian; cambiamos nosotros. Henry David Thoureau

¿Por qué se ha de temer a los cambios? Toda la vida es un cambio. ¿Por qué hemos de temerle? George Herbert

Ser mejor equivale a haber cambiado muchas veces. Newman

Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar. Ernest Hemingway

Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse así mismo. León Tolstoi

PROVERBIO

“Por San Blas, higuera plantarás, e higos comerás.”

“Haz el bien y no mires a quien”

CONTO

LA PACIENCIA DE DIOS

Un feligrés, bueno, pero un poco débil, se confesaba a menudo con su párroco. Sus confesiones parecían un disco rayado: las mismas faltas siempre y siempre el mismo pecado mortal.

– ¡Basta! – le dijo un día el párroco en tono severo – No debes tomarle el pelo a Dios. Es la última vez que te absuelvo de este pecado. Pero quince días más tarde, el feligrés estaba de nuevo allí para confesar el pecado de costumbre.

El confesor perdió la paciencia:

– Te lo había dicho: no te doy la absolución. Así aprenderás…

Humillado y avergonzado, el pobre hombre se levantó.

Exactamente encima del confesionario, clavado en la pared, se alzaba majestuosa la escultura de un Cristo crucificado. El hombre se quedó mirándolo. Entonces, el Jesús de escayola de la cruz cobró vida, alzó un brazo desde la posición en que siempre se encontraba y trazó el signo de la absolución.

Tomado de P. Diego Millán

HACER BIEN LAS COSAS

Cierto hombre rogó a un Ángel le concediera realizar cosas extraordinarias.

Obtuvo este favor, pero con una condición: Todas sus actividades deberían resultar fuera de serie. Y aquel hombre se creyó feliz.

Adivinaba el pensamiento, ganaba mucho dinero, toda la ciencia estaba a su servicio. Sin embargo, cuando una humedad le socavó su casa, no supo hacer nada.

Cuando enfermó su esposa, no pudo acompañarla al médico. Cuando su hijo le pidió ayuda en las tareas, fue incapaz de responder.

Otro creyente, en cambio, pidió también al Ángel realizar bien sus deberes ordinarios. Se sintió entonces igual que antes, frente a su modesto trabajo, con su familia y los amigos. Pero su vida fue agradable a Dios y comenzó a ser feliz.

Segundo Galilea

Tomado de Gustavo Vélez, mxy

ANÉCDOTA

SAN FRANCISCO

Se cuenta de Francisco de Asís que tras la experiencia de su metanoia, sobrecogido por un Amor que todo lo envolvía, que le devolvía a la vida, que le producía una dicha desconocida hasta entonces, iba gritando, dolorosa y gozosamente, a sus vecinos, por las calles de su pueblo: ¡el Amor no es amado, el Amor no es amado!, como queriendo decir: pero, ¡cómo podemos ser tan tontos que estamos desperdiciando nuestra vida, perdiéndonos en tantas estupideces, cuando nuestra felicidad es conocer eso que no tiene parangón, el Amor que me amó primero!

Tomado de Sobrado 2022

HIGUERA

Árbol característico del Mediterráneo y muy extendido en Israel. La gran profusión de higueras contribuyó a que el pueblo de Israel trascendiera sus aspectos utilitarios, y le dotara de connotaciones simbólicas. Los frutos de la higuera constituían en la antigüedad un fruto muy importante para la dieta ordinaria. Maduraban a lo largo del verano. Se consumían recién cogidos de la higuera o secos. El «pan de higo» ya era conocido y se elaboraba amasando higos frescos con harina, formando una torta que después se dejaba secar. Los higos secos eran muy apreciados por su alto valor energético. La higuera es también símbolo de vida y prosperidad. La Biblia habla por primera vez de higos en el Pentateuco, cuando describe la Tierra Prometida. Las higueras llenas de frutos contrastaban con el árido desierto. Cuando Yahvé se irrita contra su pueblo y le manda un castigo: «la plaga de langosta quiebra las higueras, les arrancan la corteza y devoran las hojas» (Joel, 1,7). El que uno pueda sentarse bajo su parra y bajo su higuera es símbolo de bienestar y fecundidad…

Tomado de Tiempo Interior

ÁRBOL DE LA SABIDURÍA

Según la tradición, Buda se sintió iluminado mientras meditaba a la sombra de una higuera. Por lo cual sus discípulos la llamaron el árbol de la sabiduría. Se cultiva en el Oriente Medio desde tiempos antiguos y sus frutos, que además tienen virtudes curativas, se comen frescos o conservados en miel. En tiempos de Jesús, todo israelita acomodado poseía una higuera en su huerta. Mientras otras crecían entre los viñedos.

Tomado de Gustavo Vélez, mxy

COMENTARIO A ÉXODO 3,1-15

El monte de Dios, el Horeb, llamado en otras tradiciones el Sinaí, está situado probablemente al sudeste de la península del Sinaí. Todavía hoy los pastores de aquellas latitudes abandonan los valles requemados por el sol y buscan pastos más frescos en las montañas. Aunque su localización exacta sigue siendo problemática, tuvo una importancia primordial en la historia de la salvación. En ese mismo monte se promulgará más tarde la Ley (cap. 19), dentro de otra impresionante teofanía. Allí volverá Elías a encontrarse con Dios (1 R 19,8-19). Es el monte de Dios por antonomasia.

El «ángel del Señor» (v. 2) es probablemente una expresión que indica la presencia de Dios. En los relatos más antiguos (cfr. p.ej., Gn 16,7; 22,11.14; 31,11.13) inmediatamente después de presentarse el ángel, es Dios mismo quien habla: siendo Dios invisible se encuentra presente y actúa en «el ángel del Señor» que no suele aparecer con figura humana. Será en la época de los reyes cuando comience a reconocerse la existencia de mensajeros celestiales distintos de Dios (cfr 2 S 19,28; 24,16; 1 R 19,5.7, etc.).

El fuego acompaña frecuentemente las teofanías (cfr, p.ej., Ex 19,18; 24,17; Lv 9,23-24; Ez 1,17), posiblemente porque es un símbolo muy apropiado de la espiritualidad y de la trascendencia divina. Las zarzas aquí mencionadas aluden a uno de los muchos arbustos espinosos que brotan en las montañas desérticas de aquella región. Algunos escritores cristianos han visto en la zarza ardiendo una imagen de la Iglesia que no perecerá a pesar de las persecuciones y de las dificultades. También la refieren a Santa María, en la cual ardió siempre la divinidad (cfr S. Beda, Commentaria in Pentateuchum 2,3).

Todos los detalles del pasaje realzan el carácter sencillo y a la vez prodigioso del actuar divino: las circunstancias son ordinarias: pastoreo, monte, zarza…; pero los fenómenos que ocurren son extraordinarios: ángel del Señor, llama incombustible, voz perceptible.

La vocación de Moisés está descrita en este magnífico diálogo en cuatro momentos: Dios le llama por su nombre (v. 4), se presenta como el Dios de sus antepasados (v. 6), le descubre con términos entrañables el proyecto de liberación (vv. 7-9) y, por último, le transmite imperiosamente su misión (v. 10).

La repetición del nombre de Moisés acentúa la importancia del acontecimiento (cfr Gn 22,11; Lc 22,31). El gesto de descalzarse refleja la veneración ante un lugar santo. En algunas comunidades bizantinas se mantuvo durante mucho tiempo la costumbre de celebrar la liturgia descalzos o con un calzado distinto del ordinario. Los autores cristianos han visto en este gesto un acto de humildad y de desprendimiento ante la presencia de Dios: «Nadie puede acceder a Dios o verlo —menciona la Glosa ordinaria—, si previamente no se ha despojado de todo apego terreno» (Glossa in Exodum 3,4).

El autor sagrado constata que el Dios del Sinaí es el mismo de los antepasados; Moisés no es, por tanto, fundador de una religión nueva, sino que asume la tradición religiosa de los patriarcas, subrayando la elección de Israel como pueblo de Dios. Con cuatro verbos muy expresivos se describe tal elección: he observado…, he escuchado…, he comprendido…, he bajado para librarlos. No hay en esta secuencia ninguna acción humana, sólo su opresión, su clamor, su desgracia. En cambio, Dios se ha marcado un objetivo claro: «librarlos y hacerlos subir… a la tierra» (v. 8). Estos dos términos han de hacerse característicos de la acción salvadora de Dios. Subir a la tierra prometida va a significar, además de una ascensión geográfica, un caminar hacia la plenitud. El Evangelio de San Lucas recogerá esta misma idea. El mandato imperativo es claro en el texto original (v. 10): «Para que saques (hagas salir) a mi pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto». Es otra fórmula de la hazaña salvífica que da nombre al libro: según las tradiciones griega y latina «éxodo» significa salida.

La descripción de la tierra prometida (v. 8a) es también intencionada al señalar su fertilidad y su extensión. La fertilidad se refleja en sus productos básicos: leche y miel (Lv 20,24; Nm 13,27; Dt 26,9.15; Jr 11,5; 32,22; Ez 20,15). Ése era el alimento ideal del desierto, de ahí que el país donde abunda, sea un país paradisíaco.

Moisés expone una nueva dificultad para su misión (v.13): no conoce el nombre de Dios, que le envía. Surge así la manifestación del nombre, «Yahwéh», y la explicación de su significado: «Soy el que soy».

Según la tradición que recoge Gn 4,26 un nieto de Adán, Enós, fue el primero en invocar el nombre del Señor (de Yahwéh). De este modo, el texto bí­blico deja constancia de que una parte de la humanidad conoció al verdadero Dios, cuyo nombre será solemnemente manifestado a Moisés (Ex 3,15 y 6,2). Los Pa­triarcas invocaban a Dios con otros nombres, que provenían de atributos di­vinos, como el Omnipotente («El-Sa­day», Gn 17,1; Ex 6,2-3). La raíz de algunos nombres propios que aparecen en documentos muy antiguos podría ser señal de que el nombre de Yahwéh existía con ante­rioridad. Sin embargo, muchos autores pien­san que su origen hay que vincularlo al episodio de la zarza. En cualquier caso, el relato de la revelación del nombre divino es im­por­tante en la historia de la salvación, porque con él Dios será invocado a lo largo de los siglos.

Sobre el significado de Yahwéh se han propuesto muchísimas soluciones que quizá no se excluyan unas a otras. Las más importantes son las siguientes:

a) Dios en este episodio contesta con una evasiva, para evitar que aquellos antiguos, contagiados de ritos mágicos, pensaran que conociendo el sentido del nombre tenían poder sobre la divinidad. Según esta hipótesis «Soy el que soy» equivaldría a «Soy el que no podéis conocer», «el innombrable». Esta solución subraya la trascendencia de Dios.

b) Dios manifestó más bien su propia naturaleza de ser subsistente. «Soy el que soy» significa el que es por sí mismo, el ser absoluto. El nombre divino indica al que es por esencia, a aquel cuya esencia es ser. Dios dice que Él es y con qué nombre se le ha de llamar. Dicha explicación aparece frecuentemente en la interpretación cristiana.

c) Basándose en que Yahwéh es una forma causativa del antiguo verbo hebreo hwh (ser), Dios se mostraría como «el que hace ser», el creador. No tanto en su sentido más amplio, como creador del universo, sino sobre todo, en concreto: el que da el ser al pueblo y está siempre con él. Así invocar a Yahwéh traerá siempre a la memoria del buen israelita la razón de ser de su existencia, como individuo y como miembro de un pueblo elegido.

Ninguna explicación es del todo satisfactoria. «Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como la resistencia a tomar un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el “Dios escondido” (Is 45,15), su nombre es inefable (cfr Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 206).

En época tardía, hacia el siglo IV a.C., por reverencia al nombre de Yahwéh se evitó pronunciarlo, sustituyéndolo en la lectura del texto sagrado por «Adonay» (mi Señor). La versión griega lo traduce por Kyrios y la latina por Dominus. «Con este título será aclamada la divinidad de Jesús: “Jesús es Señor”» (ibidem, n. 209). También en nuestra traducción hemos preferido respetar la tradición judía y utili­zar siempre «el Señor». La forma me­dieval Jehovah es el resultado de leer equivocadamente el texto hebreo vocalizado por los masoretas; es un error injustificable en nuestro días (cfr ibidem, n. 446).

Tomado de Biblia de Navarra

LA HISTORIA DE AHICAR, Data del siglo V A. C

«Hijo mío, eres como un árbol que no da fruto, aunque está junto al agua. Por ello me voy a ver obligado a cortarte» El hijo responde a su padre: «Trasplántame, y si entonces tampoco doy fruto, córtame». Pero el padre le dice: «Cuando estabas junto al agua no diste fruto, ¿cómo vas a dar fruto cuando estés en otro lugar?»

Tomado de Tiempo Interior

Cuentan que Alejandro Magno en una batalla muy dura vió que un soldado suyo huía cobardemente del peligro. Lograda la victoria hizo que lo trajeran a su presencia y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». «Alejandro», respondió el interrogado. Y el emperador dijo tajantemente: «O cambias de nombre o cambias de conducta».

¿Podría decirnos el Señor a nosotros lo mismo cuando nuestras obras no responden al nombre de cristianos?

Abigail le llevó a David doscientas cajas de higos secos. De esta forma conquistó el corazón y el paladar del rey y llegó a ser su esposa.

Flavio Josefo no informa de este hecho (asesinato de los galileos), aunque sí de una matanza ordenada para reprimir una revuelta contra el uso del tesoro del templo para construir un acueducto (Guerra de los Judíos, libro II, 175-177). Tampoco tenemos información sobre el derrumbe de la torre de Siloé.

Tomado de José Luis Sicre

Según el Levítico, cuando se planta un árbol frutal, los tres primeros años no se pueden cortar sus frutos; el cuarto año, se consagran al Señor; al quinto se pueden comer (Lv 19,23-25). El propietario lleva tres años viniendo a buscar fruta en ella, lo cual significa que ha sido improductiva durante siete. Su decisión de cortarla es comprensible, ya que la higuera absorbe mucho alimento y quita las sustancias nutritivas a las cepas que la rodean.

Tomado de José Luis Sicre

CHISTE

Un señor se sube a un árbol, un policía lo ve y le dice

– ¡Usted! ¡Bájese de ahí!

– No, yo vine acá a comer higos…

– No sea idiota. ¡Ese es un manzano!

– A mí no me importa, los higos me los traje yo, je, je…

POEMA

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

(A. Machado, A un olmo seco)

Diez años esperó que el árbol seco

floreciera de nuevo.

Diez años con el hacha aguzada y temblorosa,

pero el árbol sólo exhibía sus desnudos brazos,

la percha de la urraca y de los cuervos.

Cortóle al fin, y,

de repente, vio su corazón verde,

borbotón de savia; un año más,

y hubiera florecido.

José Jiménez Lozano

ORACIÓN

CONVERSIÓN

Sigue curvado sobre mí, Señor,

remodelándome,

aunque yo me resista.

¡Qué atrevido pensar

que tengo yo mi llave!

¡Si no sé de mí mismo!

Si nadie como Tú puede decirme

lo que llevo en mi dentro.

Ni nadie hacer que vuelva

de mis caminos

que no son como los tuyos.

Sigue curvado sobre mí,

tallándome,

aunque a veces de dolor te grite.

Soy pura debilidad, Tú bien lo

sabes.

Tanta, que, a ratos,

hasta me duelen tus caricias.

Lábrame los ojos y las manos,

la mente y la memoria,

y el corazón, que es mi sagrado,

al que no Te dejo entrar

cuando me llamas.

Entra, Señor, sin llamar,

sin mi permiso.

Tú tienes otra llave,

además de la mía,

que en mi día primero Tú me diste,

y que empleo, pueril, para

cerrarme.

Que sienta sobre mí tu ‘conversión’

y se encienda la mía

del fuego de la Tuya,

que arde siempre,

allá en mi dentro.

Y empiece a ser hermano,

a ser humano,

a ser persona.

¡Qué paciencia, Señor,

sobre Tu mundo,

que nosotros tratamos,

mal-tratamos,

como si fuera nuestro,

del primero que llegue,

el más astuto,

o el más ladino,

o de aquel o de aquella,

a quien no duele

pisar a los demás,

como se pisa

la uva en el lagar,

o una hormiga, o un escarabajo.

Sigue vuelto, Señor

con Tu sol y Tu lluvia

para todos,

para buenos y malos,

pacientes y violentos,

víctimas y verdugos,

lloviendo y calentando

esta tierra que somos.

Sigue haciendo germinar

en todos

la semilla que eres

¡Que la hagamos crecer,

sin desmayarnos,

entre tanta cizaña!

Y que dé de comer a mucha gente

pan Tuyo y pan nuestro

el que de Ti hemos aprendido a ser

multiplicándonos. 


Tomado de Pastoral sj

Cuando estén afinadas, Maestro mío,

todas las cuerdas de mi vida,

cada vez que Tú las toques

cantarán amor

Rabindranath Tagore

Tomado de Alforjas de Pastoral

MEDITACIÓN

CONVERTIRME ES…

• Convertirme no es un esfuerzo para evitar el abismo, sino lanzarme a la conquista de la cima.

• Convertirme no es llorar sobre el pasado sino la vuelta al esfuerzo cotidiano a pesar de las caídas y decepciones.

• Convertirme no es decir No al pasado que no puedo cambiar sino decir Sí a la vida nueva que se me ofrece hoy, decir Sí a Aquel y aquellos que creen en mí y cuentan conmigo a pesar de todo.

• Convertirme no es mirar angustiado e impotente las cadenas que no me dejan mover sino esforzarme para romper las cadenas que me paralizan la inteligencia y el corazón.

• Convertirme es acoger el amor y la esperanza en los ojos y en el corazón, es poner vida y amor allá donde sólo hay muerte y vacío.

• Convertirme es creer, de una vez y de verdad, en mí mismo, en Dios, en los demás, en la riqueza de la vida y del amor.

(Josep Codina i Farrés)

Tomado de Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf,

CANTO

Tranquilo (Via Cantus Worship Collective) –

Es tiempo de cambiar Juanes

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Cuaresma: Proceso de conversión – 3º Cuaresma, Ciclo C

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela