Entrevista | José Antonio Castro Lodeiro Rector del Seminario Mayor Interdiocesano de Galicia

Natural de A Coruña (1972), José Antonio Castro Lodeiro descubrió la vocación sacerdotal siendo un chaval, mientras hacía vida en su parroquia de O Burgo. Quería ser matemático, pero acabó en el Seminario. Buen estudiante, completó su formación en Roma y luego se convirtió en docente en el Instituto Teológico Compostelano, del que es director. Ahora también es rector del nuevo Seminario Mayor Interdiocesano.

¿Cómo ha recibido la nueva misión que le encomienda la Iglesia?

Al principio uno ve que la tarea es compleja, que es difícil porque el seminario es una realidad muy importante para las diócesis. Yo empecé a poner muchos ‘peros’. O sea, todos los ‘peros’, pues no me veía, porque mi ámbito siempre fue el académico. Pero después esos ‘peros’ se fueron solucionando, ya que los tres obispos que forman el Seminario Interdiocesano lo veían de otra manera: creían que era la persona adecuada. Entonces, nos hemos puesto a caminar y he de decir que lo mejor de todo es el equipo. El equipo que formamos los tres formadores es un equipazo.

¿Cuál es el concepto del nuevo Seminario Interdiocesano?

En términos sencillos: la realidad que tenemos en la Iglesia de Galicia es la de pocos seminaristas, y entonces era necesario aunar esfuerzos para dar una formación de más calidad, una formación no solamente intelectual, sino también humana, espiritual y también una formación pastoral. Entonces, para hacer eso era obligatorio unir esfuerzos. Se trataba de dar un paso más siguiendo lo que ha dicho el papa Francisco: unir esfuerzos y crear seminarios interdiocesanos.

¿Quiere darle un aire diferente?

Cada equipo tiene su estilo, lógicamente. Nosotros tenemos el nuestro y creemos que tenemos que responder siguiendo siempre los consejos, la visión que nos marcan desde Roma y que marca el papa Francisco. Nuestro reto consiste en conseguir que estos seminaristas estén preparados el día de mañana para afrontar los retos de la pastoral y hacer presente la Iglesia, el Evangelio, en una sociedad que es muy cambiante y que continuamente plantea grandes desafíos a la fe.

¿Por qué las diócesis de Lugo y Ourense no se han sumado?

Siempre digo que habría que preguntar las razones a sus obispos, pero me gusta apuntar que es fácil juzgar desde fuera. Pero tenemos que escucharlos a ellos, hay que escuchar sus razones. Entonces, este es un proyecto que solamente puede funcionar si la gente se suma voluntariamente y porque quiere, no obligado. Todo aquello que se hace obligado al final no resulta. Pero podrán sumarse cuando quieran porque así aparece reflejado en los estatutos del Interdiocesano que han venido aprobados por Roma.

¿Cuál es el perfil del seminarista de hoy en día? 

La realidad es plural y tenemos seminaristas con perfiles distintos. Como las cosas de Dios, que suelen ser muy imprevisibles, tenemos desde chavales que ya sienten esta vocación con 18, 19 años, pero este año también hemos tenido el ingreso dos seminaristas nuevos que ya superan los 50 años. La gente le suele llamar vocaciones tardías, término que a mí no me gusta, porque es tardío desde nuestra perspectiva, pero a lo mejor han necesitado tener todo un proceso vital para poder llegar a este momento. A mí me gusta llamarles vocaciones adultas. Y después también, como es normal, tenemos seminaristas que han venido de otras realidades del mundo, sobre todo de Latinoamérica, de Venezuela, de Colombia, que están aquí. Y eso es reflejo también de la sociedad en la que nosotros vivimos, una sociedad multicultural.

¿Cuáles son las claves de la formación que les imparten? 

Primero, la cuestión humana. Es decir, necesitamos trabajar mucho los aspectos humanos. Si no hay una base humana no se puede construir ningún tipo de vocación. Nos estamos refiriendo a la forma de relacionarlos con los demás, a la actitud de gratuidad: saber compartir, saber convivir, eso es fundamental. Y después a partir de ahí se van construyendo otras realidades. Lógicamente, la cuestión intelectual, porque necesitamos conocer nuestra fe, saber dar razón de lo que nosotros creemos. Porque cuando el día de mañana a la parroquia venga alguien con grandes problemas o con cuestiones fundamentales uno tiene que tener las herramientas para saber responder. Después está la formación espiritual: cuidar la vida interior, estar atento a la trascendencia, cuidar la oración, y eso es fundamental porque indica una relación estrecha con Dios; y después está la formación pastoral, saber cómo trabajar en la parroquia.

¿Cree que hay que colgar hoy en día la sotana y calzar las zapatillas de deporte para llegar a la gente?

Un sacerdote tiene que ser lo suficientemente inteligente para discernir en qué momento es necesaria cada una de las dos cosas. Las zapatillas, desde luego, para recorrer la realidad. Pero después también tenemos que estar atentos a lo que es el aspecto religioso, ¿no? Un poco también, por decirlo de alguna manera, a la sotana; pues en algunos momentos y en algunas circunstancias será necesaria, pero es muy importante compaginar las dos cosas para vivir en la realidad. Pero lo que está claro es que el perfil de sacerdote que necesita la Iglesia de hoy no es el de alba de puntillas.

El papa pedía a los obispos recientemente que controlasen el acceso de homosexuales a los seminarios, ¿se ha establecido en el nuevo Interdiocesano algún tipo de filtro en este sentido ?

Es un tema que está todavía en ebullición, que necesita reflexión. No podemos tratar estos temas a la ligera ni tampoco en el fragor del momento. Aquí la gran cuestión es hacer una reflexión importante del celibato. Tiene que ser el punto de partida. La Iglesia Latina se caracteriza por el celibato, pues se considera que toda nuestra vida tiene que estar entregada al servicio del Evangelio. Cuando es toda nuestra vida y todo nuestro ser, es también el mundo afectivo, que no significa que no lo tengamos. Pero el mundo afectivo tiene que estar también al servicio del anuncio del Evangelio. Esa es la primera cuestión que hay que tratar. Cuando uno entra en el seminario tiene que tener claro que toda su vida, incluida toda su vida afectiva, interior, emocional, también el propio cuerpo, tiene que estar al servicio del Evangelio. Yo no soy partidario de normas generales, sino de cada caso en particular

¿Eso qué significa?

Pues que hay que ver cada caso. Si por ejemplo se presenta un candidato que no está dispuesto al celibato, sea el heterosexual u homosexual, lógicamente este no es su sitio. Si se presenta un candidato que no tiene claro las cuestiones afectivas, aunque diga que puede tener vocación, habrá que comprobarlo y discernirlo. Probablemente este no sea su sitio, porque no es el modelo ni el perfil del seminarista que la Iglesia busca.

Por lo que entiendo, usted no es partidario de la abolir el celibato.

Este es un tema teológico y que a día de hoy tampoco está totalmente definido. Celibato opcional o no es una cuestión que teológicamente habría que discutir, pero a mí no me corresponde. Primero se necesita que lo traten en Roma.

¿Y qué opina sobre la posibilidad de mujeres sacerdotisas?

Tampoco está maduro. Es un tema que también necesita reflexión. Creo que estamos muy lejos de llegar a afrontar este tema claramente. De momento, nosotros tenemos que mirar la realidad.

La realidad es la de una diócesis con apenas 400 sacerdotes para más de 1.000 parroquias, ¿cómo se afronta eso?

Nosotros en la formación pastoral estamos intentando que los seminaristas estén preparados para el día de mañana, para afrontar esta realidad pobre. Pero es evidentemente que necesitamos un cambio de paradigma. El modelo de un sacerdote recorriendo los fines de semana 25 parroquias, teniendo una misa en cada una, está llamado a desaparecer. Esta es una cuestión que yo considero mucho más urgente de afrontar que el tema de la ordenación de las mujeres. Es más urgente, porque es más real, ya que tenemos el problema aquí ahora. Evidentemente necesitamos de los laicos y una colaboración estrecha entre todos.

¿Qué pasos cree que hay que dar para promover las vocaciones?

Bueno, no hay fórmulas mágicas. El que tenga la fórmula mágica, que venga y que nos la cuente. Es importante abrir el seminario, darlo a conocer, porque hay un desconocimiento muy grande de cómo es la vida aquí dentro. Tenemos que hacer una casa abierta. Tenemos que darnos a conocer también en las parroquias. Uno de los grandes retos que tenemos ahora en el Interdiocesano es que este es el seminario de tres diócesis, y eso va a ser muy difícil. Es un reto muy importante que la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, su presbiterio, sus laicos, que la Diócesis de Tui-Vigo y la nuestra de Santiago sientan que este es su seminario. Hay que buscar la manera de hacerse presente y queremos hacernos presentes en las fiestas, en los ámbitos diocesanos de esas otras dos diócesis para que también sientan que este es su seminario; y a partir de ahí pueden surgir también más vocaciones. Y después es fundamental la ayuda del presbiterio, es decir, de los sacerdotes, que son los que están a pie de calle en la parroquia. Ellos son los que saben si en las parroquias hay algún joven que tiene esta inquietud. Necesitamos el apoyo de ellos.

Esto será cada vez más difícil teniendo en cuenta que las iglesias están cada vez más vacías

En la Iglesia no hay compartimentos aislados. Todo, como en la vida, está correlacionado. Es decir, no va a haber nunca una fórmula que solucione un problema concreto. En este caso, no va a haber nunca una fórmula clara para llenar el seminario y que ahora seamos 200 cuando nuestra realidad eclesial es pobre, gente mayor, una iglesia envejecida… Entonces, si la Iglesia hace una propuesta nueva, si es más joven, eso significa que probablemente habrá también, ya por proporción, más inquietud y habrá más vocaciones. La pastoral juvenil, pastoral social, pastoral familiar… Todos tenemos que ir trabajando y entonces empezarán a surgir más vocaciones.

Fuente:Arturo Reboyras | El Correo Gallego

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