En tiempos de coronavirus: una CATEQUESIS que es «vía lucis»; un CATEQUISTA «Verónica»

El pasado viernes Santo se rezaba en la Plaza de San Pedro del Vaticano el Vía Crucis papal. Las
meditaciones para cada una de las estaciones fueron realizadas por
presos reales del Instituto Penitenciario «Due Palazzi» de Padua.


La sexta de las estaciones, «La Verónica enjuga el rostro de Jesús», y
cuya meditación se titulaba «Una mirada que te permite empezar de
nuevo», fue realizada por una catequista de parroquia. Comenzaba con unas hermosas palabras que ahora reproducimos:



«Como catequista, seco muchas lágrimas, dejándolas
fluir: no se puede detener las penas de un corazón roto». Estas son las
palabras de una catequista que reflexiona sobre la Sexta Estación
(«Verónica seca el rostro de Jesús»). ¿Cómo podemos aplacar la angustia
de los hombres que no pueden encontrar una salida a lo que se han
convertido cediendo al mal? La única manera es permanecer allí, a su
lado, sin sentir miedo, «respetando sus silencios, escuchando su dolor,
tratando de mirar más allá de los prejuicios». Como Jesús hace con
nuestras debilidades. Y escribe: «A todos, incluso a los reclusos, se
les ofrece cada día la posibilidad de convertirse en nuevas personas
gracias a esa mirada que no juzga, sino que infunde vida y esperanza».


Esta sexta estación quizás nos pueda ayudar a seguir dibujando el
perfil del catequista actual: su «ser» y su  «hacer», pensando sobre 
todo en este «tiempo de coronavirus». El texto, concretamente, nos
aporta dos nuevas claves que, brevemente, compartimos con vosotros y que
se suman a las que anteriormente compartíamos en esta plataforma y cuya
entrada se titulaba «Ser catequistas en ‘tiempos de coronavirus’».


TEXTO COMPLETO                VIA CRUCIS


1. Una CATEQUESIS como un VÍA LUCIS


Como se indicaba en la Introducción del Viacurcis, se narran estas
historias con la certeza de que: «Incluso cuando contamos el mal podemos
aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del
mal el dinamismo del bien y hacerle sitio»(Mensaje del Santo Padre para
la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2020).



De este modo, el Vía Crucis se convierte en un VÍA LUCIS, tal
y como se visualizó en las imágenes que nos llegaron desde san Pedro
del Vaticano, donde la cruz era portada por una vía iluminada a sus
lados con velas.


Es estimulante pensar en las palabras del catequista de la sexta
estación el Viacrucis papal y extraer para la catequesis y el catequista
algunas conclusiones. La primera de ellas es, que la catequesis está llamada a convertirse en un vía lucis, en camino
de luz, a través del cual con los catecúmenos y los catequizandos se
preparan a la vida nueva que viene de los sacramentos de iniciación
cristiana.


En efecto, toda catequesis ha de inspirarse en el Catecumando
bautismal de adultos, que prepara a la celebración del bautismo,
sacramento por excelencia de la fe, y del resto de sacramentos de la
iniciación cristiana. Como nos recordaba el papa Francisco:


«La palabra «bautismo» significa literalmente «inmersión», y, en
efecto, este Sacramento constituye una auténtica inmersión espiritual en
la muerte de Cristo, de la cual se resucita con Él como nuevas
criaturas (cf. Rm 6, 4). Se trata de un baño de regeneración y de iluminación.
Regeneración porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el
cual nadie puede entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 3, 5). Iluminación porque, a través del Bautismo, la persona humana se colma de la gracia de Cristo, «luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9) y expulsa las tinieblas del pecado.
Por esto, en la ceremonia del Bautismo se les da a los padres una vela
encendida, para significar esta iluminación; el Bautismo nos ilumina
desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don el bautizado está llamado a convertirse él mismo en «luz»
—la luz de la fe que ha recibido— para los hermanos, especialmente para
aquellos que están en las tinieblas y no vislumbran destellos de
resplandor en el horizonte de su vida».


Catequesis, Audiencia General, 13 de noviembre de 2013


Una catequesis es «Via Lucis» cuando:


  1. Muestra el rostro luminoso del resucitado que desvela el rostro amoroso de Dios Padre. Como dice el Directorio General para la Catequesis:
    «Se trata de dar a conocer el verdadero rostro de Dios y su designio de
    amor y de salvación en favor de los hombres, tal como Jesús lo reveló»
    (n. 23);
  2.  
  3. prepara al «baño de regeneración y de iluminación» que es el bautismo, o le da continuidad a través del desarrollo de la gracia y de la fe recibidas;
  4.  
  5. Ayuda a los catequizandos y catecúmenos a convertirse ellos mismos en «luz» para este mundo.
  6.  
  7. el catequista, aún cuando no «hace» catequesis, por su testimonio es
    un haz de luz allí donde se encuentra, incluso en las situaciones más
    extremas como las que ahora vivimos.


2. CATEQUISTA como la VERÓNICA



Así mismo, en el contexto de la sexta estación, el catequista puede ser entendido como una Verónica que limpia el rostro del Señor y enjuga lágrimas.


En este sentido el catequista está llamado a:


  1. Reconocer en el catecúmeno y el catequizando el rostro de Cristo, al que sirve a través de la catequesis; pero, a la vez,
  2. ayudarle a que él mismo descubra en Cristo su propia identidad y la vocación
    a la que está llamado. Así nos lo explica el Concilio Vaticano II en su
    Constitución Pastoral de la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes:
    «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio
    del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que
    había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán,
    en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta
    plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su
    vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí
    expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona» (n. 22).
  3.  
  4. enjugar las lágrimas de los fracasos y dramas de
    los padres y catequistas, y hasta de los mismos catequizandos que se
    «pierden». A lo largo de estos años como Delegado de Catequesis he visto
    el drama de muchos padres y catequistas que tras años de catequesis y
    vida cristiana ven como sus hijos y catequizandos abandonan la vida de
    fe y hasta la Iglesia. Incluso algunos catequistas han sufrido la
    experiencia de que algunos de sus niños de la catequesis han terminado
    en una cárcel. Todo esto puede ser visto como un fracaso. Esta estación
    nos invita a verlo con la luz de la pascua, a verlo como una estación o
    etapa de esa «vía de la luz» que nos lleva a la Pascua Eterna.


Fuente: Catequesis de Galicia

pastoralsantiago.es