¿Distraído en misa? ¿No la entiendes? Meditar en sus tres verdades esenciales es el mejor antídoto

Somos
muchos los católicos que vamos a Misa. Muchos se quejan de que no la
entienden plenamente. Muchos dicen aburrirse. Muchos nos distraemos.
Muchos  buscamos a tal o cual cura porque nos gusta como habla y así
ponemos equivocadamente la homilía como centro de la Misa. Y para
muchos, expresiones como “La Misa es el Cielo en la Tierra”, popularizada por el libro de Scott Hahn, nos resultan ajenas e incomprensibles.



Éstas son algunas verdades que pueden ayudar a cambiar esas percepciones.


El Inocente


La Pasión de Jesucristo fue el sacrificio del inocente que se
ofrece voluntariamente para salvar a quienes no lo fueron, a quienes 
no lo somos y a quienes no lo serán
. La Vida, la Bondad, la
Pureza y la Inocencia fueron entregadas al verdugo para salvar a la
Humanidad. La imagen del cordero llevado al altar del sacrificio, tan
repetida en el Antiguo y Nuevo Testamento (en el Apocalipsis de manera
especial) lo expresa perfectamente  “Angustiado él, y afligido, no abrió
su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de
sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53, 7).



En El sacrificio de Isaac, de Pedro Orrente (1580-1645) se incluyen dos prefiguraciones del sacrificio de Cristo: la del propio Isaac y la del cordero. Museo de Bellas Artes de Bilbao.


El Calvario


“La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a si mismo una vez
y para siempre en la Cruz.” No es otro sacrificio, no es una
repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es
una renovación incruenta del Calvario, es decir, una renovación sin
repetirse el sufrimiento que padeció Jesucristo en su Pasión. Pero Jesús
se vuelve a sacrificar con el fin de volver a redimir a la Humanidad.
Así, en cada Misa, Cristo es Redentor y la Humanidad es redimida.

La celebración de la misa por el Padre Pío, estigmatizado con las
llagas de la Pasión, nos recuerda de forma especialmente viva algo que
es verdad para cualquier misa oficiada por cualquier sacerdote: en ella
se renueva (
no se representa, no se recuerda: se renueva), solo que de forma incruenta, el sacrificio del Calvario.


El Cireneo


Cuando asistimos a Misa, acompañamos a Jesús en su Pasión.
Sabemos que fue abandonado por casi todos y Él nos invita a estar a los
pies de la Cruz, junto a su Madre y Juan. Más aun, nos invita a
ofrecernos con Él a Dios Padre justo antes de rezar el Padrenuestro.
“Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad
del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los
siglos.” ¿Qué padre negaría algo a un hijo que le ofrece y entrega  su
vida?, ¿qué Padre no se conmovería al ver a sus hijos acompañar en su
Pasión a su Hijo predilecto? A los pies de la Cruz, acompañando a Jesús,
Dios nos mira fijamente, atentamente, con un Amor Infinito. No es fácil
imaginar un momento mejor para abrirle nuestro corazón.



Cada misa nos ofrece la ocasión de convertirnos en un Simón de
Cirene que ayude a Jesús a llevar la Cruz donde se ofreció por nuestra
salvación.


*  * *


No somos meros asistentes en la Misa, sino que somos hijos
que escuchamos (la Palabra de Dios), acompañamos (a Jesús en su
Pasión), nos ofrecemos (junto a Jesús) y pedimos (a nuestro Padre).


Cuatro santos y la misa


Y quizá ahora podamos comprender mejor a los santos cuando describían la Eucaristía.


San Agustín: “La eucaristía es un banquete en el que comemos con Cristo, comemos a Cristo, y somos comidos por Cristo”.


San Francisco de Asís: “El hombre debería temblar,
el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse
profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos
del sacerdote”.


San Alfonso de Ligorio: “El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa”.


San Juan María Vianney (Santo Cura de Ars): “Si conociéramos el valor de la Santa Misa nos moriríamos de alegría”.

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