Ángel Cordovilla es profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y uno de los ponentes de las últimas Jornadas de Formación para Laicos celebradas en la Diócesis malacitana, donde analizó los dos primeros documentos del magisterio del papa Francisco.
-“La luz de la fe” y “La alegría del Evangelio” son los títulos de los dos últimos documentos del magisterio del Papa. Luz y alegría son, sin embargo, dos palabras que nuestro mundo no suele relacionar todavía con la fe. ¿Qué nos ha pasado en este tiempo?
-Desgraciadamente, que hemos tenido una historia bastante compleja en la andadura del hombre en la modernidad. Se ha visto siempre con temor la realidad de Dios, las mediaciones eclesiales, la fe y el Evangelio. Todo esto ha sido visto como una cortapisa a su deseo de amor y a su radical compromiso por la justicia. En el dinamismo de la ciencia, de la razón y de la técnica, se ha pensado que la fe, el Evangelio o Dios eran enemigos de esta realidad. Entonces la fe es oscuridad y el Evangelio, una realidad triste; pero esto no es así. Yo creo que estos dos papas, Benedicto XVI y Francisco, que en el fondo están ahí juntos en la encíclica “Lumen Fidei”, nos han querido mostrar precisamente la perspectiva positiva y propositiva del cristianismo.
-El Papa ha repetido hasta la saciedad su rechazo a las “caras de vinagre”…
-Sí, pero tampoco se trata de una sonrisa facilona como para decir: “Vamos a edulcorar el Evangelio y parecer amables”. Evidentemente, cuanto más se sonría mejor. Pero es una sonrisa que nace de saberse infinita y profundamente amados. Entonces esa sonrisa es compatible con la seriedad de la vida y con las circunstancias sangrantes que existen en el mundo. Es una alegría que no nace de nuestro sentimiento o afectividad inmediata, sino que la fuente está en haber sido amados infinitamente.
-Cuando describe la crisis de fe de nuestra sociedad actual usted habla de una “herejía vital” ¿En qué consiste?
-Significa que la fe ya no es decisiva en la vida humana. Me refiero a las dos o tres decisiones fundamentales que un ser humano toma en su vida. Ahí, la fe está “ex-culturizada”. Todavía esa fe es significativa en algunos momentos, en algunas circunstancias, pero no en ese momento trascendental.
-¿Y cómo solucionar esta deriva concretamente en nuestro país?
-En mi opinión, la teología tiene la obligación de mostrar que ser cristiano tiene una pretensión de verdad que no anula las potencialidades o las dimensiones de la vida humana. Eso es, en realidad, lo que ha sido todo el magisterio de Benedicto XVI. Por otro lado está Francisco, que es un magisterio práctico. Y yo creo que esa es la tarea del pastor. Francisco es un pastor. Por eso, para transmitir el Evangelio en la cultura española nos hace falta también la mediación de los pastores, que con un rostro más amable, alegre y propositivo consigan que aparezca la fe en medio de ellos.
-El Papa ha dicho a los teólogos que también salgan a la calle, que no se contenten con una teología de escritorio…
-Es verdad que la teología ha de tener una voluntad de servicio al pueblo de Dios. Y si eso significa “salir a la calle”, lo acepto sin problemas. Pero no podemos engañarnos, la teología se aprende sentado, en el escritorio, con los codos sin que esto signifique que quede encerrada en su quehacer y en sus preocupaciones, de espaldas a las preocupaciones de la gente y a la vida del mundo. En este sentido, es más importante el anuncio y el testimonio de los pastores que la doctrina de los teólogos, aunque cada uno en la Iglesia ha de ser fiel a su vocación y misión.(Antonio Moreno Ruiz – Diócesis de Málaga. Fotografía: G. Morales)
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