Santo del día

San Patricio Patrón de Irlanda
El santo apóstol que expulsó a las serpientes de Irlanda – ¡y no hay, de hecho!

“Yo era como una piedra en una profunda mina; y aquel que es poderoso
vino, y en su misericordia, me levantó y me puso sobre una pared.” -San
Patricio


Ver también: De su confesión: “Muchos pueblos renacieron a Dios por mí”


Nacido en Gran Bretaña (Bennhaven Taberniae (pueblecito de Escocia
que hoy no se encuentra en los mapas) hacia el 385, muy joven fue
llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la
libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo Irlanda,
desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la
fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año
461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).


No se conoce con exactitud los datos cronológicos del Apóstol de
Irlanda. Por lo que el santo dice de si mismo, se supone que era de
origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del
ejercito romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo
había sido sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún
la ley del celibato sacerdotal en todo el occidente.


Se afirma que fue alrededor del año 403, a la edad de 16 años, que
cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como
esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió
cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito.


La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo
trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el
futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces “aún no conocía al
verdadero Dios”, queriendo decir que había vivido indiferente a los
consejos y advertencias de la Iglesia.


Se cree que el lugar de su cautiverio fue en las costas de Mayo, al
borde del bosque de Fochlad (o Foclut). De ser así, el monte de Crochan
Aigli, que fue escenario del famoso ayuno de San Patricio, también fue
el lugar donde vivió los tristes años de su juventud.


Lo mas importante es que para entonces, como el lo dice: “oraba de
continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el
temor ante su grandeza, crecieron mas dentro de mí, al tiempo que se
afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que
me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la
noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en
las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que
despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de
heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque
lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu
hervía en mi interior”.


Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a
Dios para que le iluminara sobre su futuro, una noche soñó que una voz
le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a
recibir. Huyendo, caminó mas de 300 kilómetros para llegar a la costa.
Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a
transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar
gratis fueron siempre rechazadas, hasta que al fin, después de mucho
orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia. La
travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en
el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa, caminaron
un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron.
Patricio narra esa aventura diciendo:


“llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra
situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. ‘¿Cómo es que nos
sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso,
¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos
amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser
humano…’ A aquellas súplicas yo respondí francamente: ‘Poned toda
vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para
quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro
alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta
que estéis satisfechos puesto que El tiene de sobra en todas partes’.
Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis
compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos
noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros
que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de
aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me
convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos
alimento en abundancia.”


Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a
la edad de veintidós o veintitrés años y volvió a su casa. Con el
tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron
las visiones y, a menudo, oía “las voces de los que moran mas allá del
bosque Foclut, mas allá del mar del oeste y así gritaban todas al mismo
tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: ‘Clamamos a
ti, Ho joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros
nuevamente’ “.   “Eternas gracias deben dársele a Dios, agrega, porque
al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que
clamaban”.

No hay ninguna certeza respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron desde entonces.


Los primeros biógrafos del santo dicen que Patricio pasó varios años
en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda.
Existen pruebas firmes de que pasó unos tres años en la isla de Lérins,
frente a Canes, y después se radicó en Auxerre durante quince años mas.
También hay sólidas evidencias de que tenía buenas relaciones personales
con el obispo San Germán de Auxerre. Durante este tiempo le ordenaron
sacerdote.


Algunos historiadores sostienen, que en esa época hizo un viaje a
Roma y que, el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una
misión especial, ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir
porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania.
Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de
Auxerre consagró obispo a Patricio.


Puesto que dependemos de datos confusos, legendarios y muchas veces
contradictorios, de sus primeros biógrafos, es materialmente imposible
obtener detalles del heroico trabajo en las tierras donde había estado
cautivo. La tradición afirma que trabajó en el norte, en la región de
Slemish, que dicen fue la misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba
a Dios cuando era un joven esclavo. Una anécdota que antiguamente la
tenían por auténtica en Irlanda relata que cuando el amo se enteró del
regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan
furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las
llamas.


Se afirma que, a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio
permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y
que con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de
conquistar el favor del “Gran Rey” Laoghaire, que vivía con su corte en
Tara, de la región de Meath.


Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar. Por ejemplo, para
explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del
trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola
verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban con gusto,
porque el pueblo lo que deseaba era entender.


San Patricio y sus enemigos


Sus acérrimos opositores fueron los druidas, representantes de los
dioses paganos. También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos,
que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia. Para
defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos una
colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el
mismo, como sentía y actuaba.


Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía,
respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos transmite
textualmente así: “Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de
la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y su
casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para
que saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el
oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén”. Los
augurios agregaban esto todavía: “Por lo tanto, cuando sucedan todas
estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se
derrumbará”.


En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la
conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no
se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros de su familia.
Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas
dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida
(mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba
que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte
todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En
un incidente que ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún
presentimiento, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los
caballos que tiraban del coche, por consiguiente fue Odhram quien
recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la
vida a San Patricio.

No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de
Irlanda, siguió firme. En varios sitios de Irlanda, construyó abadías,
que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las
futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom
Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias
cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la
población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la
conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen
las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster,
en Leinster y en Munster.


Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al
evangelizar y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas
victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros. Ese triunfo le
sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación
del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del Senchus
Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo
concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San
Benigno (Benen). Dicen esos libros que “Patricio convocó a los hombres
del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar
con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de
Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los
hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba
frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde su arribo y al ver
al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y
los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia
a la voluntad de Dios y a Patricio”.


Hay muchas fantasías sobre las confrontaciones de San Patricio con
los magos druidas pero también hay relatos que tienen un trasfondo sin
duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió
el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por
más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: “El
fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la
isla”. Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la religión
católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue
siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y
que a su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.


El Sínodo


Hay muchas y buenas razones para creer que San Patricio convocó a un
sínodo, seguramente en Armagh, no se mencionó el sitio. Muchos de los
decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal
como fueron redactados, aunque no cabe dudas que a varios de ellos se le
hicieron añadiduras y enmiendas. En esa época San Patricio era ya un
anciano con la salud quebrantada por el desgaste físico de sus
austeridades y de sus treinta años de viajes de evangelización.
Probablemente el sínodo haya tenido lugar cuando los días del santo ya
estaban contados.


Vida de Santidad


Solo llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano que tenía el
santo y el profundo amor a Dios que lo animaba, si estudiamos
detenidamente sus escritos contenidos en las “Confesiones”, la Lorica y
la carta a Coroticus de San Patricio. Conoceremos el secreto de la
extraordinaria impresión que causaba a los que lo conocían
personalmente. Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu
de humildad. Decía que su trabajo misionero era la simple actuación de
un mandamiento divino y que su aversión contra los pelagianos se debía
al absoluto valor teológico que él atribuía a la gracia. Era
profundamente afectuoso, por lo que vemos en sus escritos referirse
tantas veces al inmenso dolor que le produjo separarse de su familia de
sangre y de su casa, a la que le unía un gran cariño. Era muy sensible,
le hacía sufrir mucho que digan que trabajaba en la misión que había
emprendido para buscar provecho propio, por eso insistía tanto en el
desinterés que lo animaban a seguir trabajando.

De sus Confesiones: “Incontables dones me fueron concedidos con el
llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también, contra mi
voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo no
consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito
propio, sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue El
quien se resistió a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me
aparté de ellos para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de
predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por
parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun
desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi
libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno, estoy
pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con
gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si
el Señor me concede esa gracia”.


La santidad da frutos


El buen éxito de la misión de San Patricio se debe ante todo a su fe
por la que se disponía a cualquier sacrificio y a la inteligente
organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividida
en muchas tribus o clanes, dirigidos por un jefe independiente cada una.
El supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formando un
clero local, consagró obispos y sacerdotes y fundo monasterios y
pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos
ni costumbres tradicionales. Tuvo la feliz idea de que el obispo de
cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más
importante del lugar, así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía
la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las
vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron
muchísimas.


La obra de evangelización pudo progresar rápidamente gracias también a
que San Patricio atrajo muchos discípulos fieles, como Benigno quién
estaba destinado a sucederle. Siempre fue muy fiel a la Iglesia y, a
pesar de la distancia, el santo se mantenía en contacto con Roma. En el
año 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede
principal de Irlanda, dato que está asentado en los “Anales de Ulster”.
Es probable que no haya pasado mucho tiempo antes que Armagh se
convirtiera en un gran centro de educación y administración.


San Patricio, en el transcurso de 30 años de apostolado, convirtió al
cristianismo a “toda Irlanda”. El propio santo alude, mas de una vez, a
las “multitudes”, a los “muchos miles” que bautizó y confirmó. “Ahí”,
dice San Patricio, “donde jamás se había tenido conocimiento de Dios;
allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda
suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del
Señor, donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto
que hijos e hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y
en vírgenes de Cristo”. Sin embargo, como es lógico pensar, el
paganismo y el vicio no habían desaparecido por completo.


En las “Confesiones”, que fueron escritas hacia el fin de su vida,
dice el santo: “A diario estoy a la espera de una muerte violenta, de
ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo, o de
cualquier otra calamidad semejante”. Pero más adelante agrega: “Me he
puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor que
gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: ‘Deja tus cuidados con el
Señor y El proveerá la manera de aliviarlos”. En esta confianza estaba,
sin duda su incansable valor y la firme decisión de San Patricio a lo
largo de su heroica carrera. Su fortaleza de no permitir a los enemigos
del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, fue una de las
razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.


La obra del incansable misionero dio muchos frutos con el tiempo: Lo
vemos en el maravilloso florecimiento de santos irlandeses. Logró
reformar las leyes civiles de Irlanda, consiguió que la legislación
fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha
contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por mas
de 15 siglos, a pesar de todas las persecuciones.


Según un cronista de Britania, Nennius, San Patricio subió a una
montaña a rezar y hacer ayuno y “desde aquella colina, Patricio bendijo
al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la cima, era
el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos…Después, en
edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella
eternamente. Amén”. Patricio murió y fue sepultado en el año 461, en
Saúl, región de Stragford Lough, donde había edificado su primera
iglesia.


Articulo publicado originalmente por corazones.org 

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