CITA
«Escúchame esto, Job. Detente
y fíjate en las maravillas de Dios»
Job 37, 14
« ¡Pastor, si no te (les) quieres cansar…en El has de descansar!»
S.Son
San Agustín: «No salgas de ti mismo; vuelve a ti y encontrarás la verdad».
“Oh Señor, nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en Ti”
El mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes (Sermón 46, sobre los pastores).
San Gregorio Nacianceno «Es preciso comenzar por purificarse antes de purificar a los otros; es preciso ser instruido para poder instruir; es preciso ser luz para iluminar, acercarse a Dios para acercarle a los demás, ser santificado para santificar, conducir de la mano y aconsejar con inteligencia. Sé de quién somos ministros, dónde nos encontramos y adónde nos dirigimos)».
Teofilacto “Aprendamos también nosotros, cuando seamos mandados a algún ministerio, a no alargarnos ni extralimitarnos en nuestro cometido, sino a volver a quien nos envía y darle cuenta de todo lo que hemos hecho y enseñado”.
Bernardo de Claraval “Si quieres estar disponible a todos, como aquel que se hizo todo para todos, no puedo más que alabar esa generosidad, pero a condición de que sea completa. ¿Y cómo puede serlo si te excluyes a ti mismo? Tú también eres hombre. Y, en consecuencia, para que esta generosidad sea verdaderamente completa, el corazón que abraza a todos debe incluirte también a ti”. La considerazione I, V, 6, Roma 1984, 773
Santo Tomás, A los pastores que apacientan rebaños de ovejas no se les exige exponer su propia vida a la muerte por el bien de su rebaño; pero en cambio-, el pastor espiritual si que debe renunciar a su vida corporal ante el peligro de sus ovejas, porque la salvación espiritual del rebaño es de más precio que la vida corporal del pastor. (Coment. Evang. S. Juan,10,3).
Santa Teresa «Si no es en Dios y por Dios, no hay descanso que no canse.»
Vienen dias que sola la palabra me aflige y querria irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y se que pasa ansi (Camino de perfección,38,6).
Santo Tomás De Villanueva, Cuatro son las condiciones que debe reunir el buen pastor. En primer lugar, el amor: fue precisamente la caridad la única virtud que el Señor exigió a Pedro para entregarle el cuidado de su rebaño Luego, la vigilancia, para estar atento a las necesidades de las ovejas. En tercer lugar, la doctrina, con el fin de poder alimentar a los hombres hasta llevarlos a la salvación. Y finalmente la santidad e integridad de vida; ésta es la principal de todas las virtudes (Sermón sobre el Evang. del Buen Pastor en Opera omnia. Manila 1822, pp. 324-325).
Santa Teresa de Calcuta “Si queréis aprender el arte de la atención y delicadeza hacia los demás os pareceréis cada vez más a Cristo, porque su corazón era humilde y siempre estaba atento a las necesidades de los otros. Una gran santidad comienza por esta atención a los demás. Para que nuestra vocación sea bella tiene que estar llena de esta atención. Por doquier, Jesús pasaba haciendo el bien”. A Gift for God.
Thomas Merton “Contemplación es la síntesis de la vida, el conocimiento, la libertad y el amor en una intuición supremamente sencilla de la unidad de todo amor, toda libertad, toda verdad y toda vida, en su fuente, que es Dios». – El hombre nuevo, pp. 12-13.
Carlos de Foucault “Cuán felices somos de estar en las manos de tan gran pastor… Él busca nuestro verdadero bien y nos sabe dar a toda hora el alimento necesario” ()
J. Escriva De Balaguer, Pensad que Dios ama apasionadamente a sus criaturas, y ¿como trabajara el burro si no se le da de comer, ni dispone de un tiempo para restaurar las fuerzas, o si se quebranta su vigor con excesivos palos? Tu cuerpo es como un borricoóun borrico fue el trono de Dios en Jerusalenóque te lleva a lomos por las veredas divinas de la tierra: hay que dominarlo para que no se aparte de las sendas cie Dios, y animarle para que su trote sea todo lo alegre y brioso que cabe esperar de un jumento (Amigos de Dios,137).
Himno de vísperas: Vengo Señor cansado del trabajo, cansado de la lucha y de mí mismo…
Concilio Vaticano II: El tiempo libre se debe emplear rectamente para descanso del espiritu y para cuidar la salud de la mente y del cuerpo, por medio de ocupaciones y estudios libres, por medio de viajes a otras regiones, que enriquecen el espiritu y que, además, enriquecen a los hombres con un conocimiento mutuo; por medio también de ejercicios y manifestaciones deportivas, que son una ayuda para conservar el equilibrio psiquico, incluso colectivamente, así como para establecer relaciones fraternas entre los hombres de toda condición, de todas las naciones o de razas diferentes (Const. Gaudium et spes,61).
Catecismo, “Sintió compasión…”
2448: Bajo sus múltiples formas —indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o psíquicas y, por último, la muerte—, la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los “más pequeños de sus hermanos”.
“…y se puso a enseñarles”
427: En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca… Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de Jesús: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (Jn 7, 16).
428: El que está llamado a “enseñar a Cristo” debe por tanto, ante todo, buscar esta “ganancia sublime que es el conocimiento de Cristo”; es necesario (…) “conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Flp 3, 8-11)».
429: De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de “evangelizar”, y de llevar a otros al “sí” de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la necesidad de conocer siempre mejor esta fe.
753 «(…) Cristo viene a ser ‘la Cabeza’ de este Pueblo [de Dios], el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio» ()
Cristo también hoy sigue apacentando a su rebaño
857: La Iglesia… sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, “a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia”: “Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio”.
2034: El Romano Pontífice y los obispos como «maestros auténticos por estar dotados de la autoridad de Cristo… predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica» (LG 25). El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.
San Juan Pablo II Él, “el gran Pastor de las ovejas” (Hb 13, 20), encomienda a los apóstoles y a sus sucesores el ministerio de apacentar la grey de Dios (Pastores dabo vobis, n. 1).
La fidelidad a Cristo implica, pues, fidelidad a la Iglesia, y la fidelidad a la Iglesia conlleva a su vez la fidelidad al magisterio ().
Benedicto XVI Jesús es el verdadero pastor de Israel porque es el Hijo del hombre, que quiso compartir la condición de los seres humanos para darles la vida nueva y conducirlos a la salvación ().
Las conoce, con un conocimiento del corazón, propio de quien ama y de quien es amado; de quien es fiel y de quien sabe que, a su vez, puede fiarse; un conocimiento de amor, en virtud del cual el Pastor invita a los suyos a seguirlo, y que se manifiesta plenamente en el don que les hace de la vida eterna ().
«Jesús encarna a Dios Pastor con su modo de predicar y con sus obras, atendiendo a los enfermos y a los pecadores, a quienes están ‘perdidos’, para conducirlos a lugar seguro, a la misericordia del Padre» ()
Papa Francisco, Es necesario aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es ahí que Dios nos encuentra y nos habla. Solamente a partir de ahí podemos nosotros encontrar a los demás y hablar con ellos (Sobrado 2024)
El buen pastor, el verdadero cristiano tiene este celo dentro: que nadie se pierda. Y por esto no tiene miedo de mancharse las manos. Va adonde debe ir. Arriesga su vida, arriesga su fama, arriesga perder su comodidad, su estatus, también perder en la carrera eclesiástica, pero es buen pastor ().
Recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los obispos, incluido el obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos. Por favor, os pido que nos ayudéis: ayudarnos a ser buenos pastores. San Cesáreo de Arlés explicaba cómo el pueblo de Dios debe ayudar al pastor, y ponía este ejemplo: cuando el ternerillo tiene hambre va donde la vaca, a su madre, para tomar la leche. Pero la vaca no se la da enseguida: parece que la conserva para ella. ¿Y qué hace el ternerillo? Llama con la nariz a la teta de la vaca, para que salga la leche. ¡Qué hermosa imagen! “Así vosotros -dice este santo- debéis hacer con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den la leche de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía”. Y os pido, por favor, que importunéis a los pastores, que molestéis a los pastores, para que os demos la leche de la gracia, de la doctrina y de la guía ().
Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37). (Evangelii Gaudium, 49 )
P. Raniero Cantalamessa – «Deteneos (literalmente: vacate, ¡tomaos vacaciones!), sabed que yo soy Dios», dice Dios en un salmo (Sal 46).
Un sencillo medio de santificar las vacaciones podría ser entrar en la iglesia en una hora en que esté desierta y pasar allí un poco de tiempo aparte.
J. A. Pagola Jesús de Nazaret lo vivía todo desde la compasión. Era su manera de ser, su primera reacción ante las personas. No sabía mirar a nadie con indiferencia. No soportaba ver a las personas sufriendo, era algo superior a sus fuerzas.
Andre seve Ser discípulos suyos es intentar hablar a la gente por todos los medios. Y son muchos. Es entrar en las grandes acciones contra la ignorancia, el hambre, la injusticia. Sólo el amor que se compromete habla de Cristo. El evang. De los domingos Edit. Verbo divino estella 1984. Pág. 90
Ovidio Estar en ocio muy prolongado, no es reposo, sino pereza.
Benjamín Franklin La ociosidad, como el moho, desgasta mucho más rápidamente que el trabajo.
Tomás Muro, El capitalismo nos programa los cansancios para programarnos las vacaciones.
Mons. Enrique Benavent, Arzobispo de Valencia, «la esperanza no es espera pasiva. Nos pide orientar nuestro servicio eclesial en dirección al Reino de Dios. Es necesaria una actitud de discernimiento para encontrar los caminos para que el mensaje cristiano sea significativo para nuestro mundo, porque es algo más que una transmisión de ideas». (Carta pastoral “Una Iglesia esperanzada”)
CONTO
AFILANDO EL HACHA
Había dos leñadores, uno de ellos retó al otro a un concurso de tala de árboles que duraría todo el día. El retador trabajó muy duro, parando solo para un breve descanso para almorzar. El otro leñador almorzó sin prisas y tomó varios descansos durante el día.
Al final del día, el retador se sorprendió y se enojó al descubrir que el otro compañero había cortado mucha más madera que él.
“No lo entiendo”, dijo. “Cada vez que lo comprobé, estabas descansando, sin embargo, cortaste más madera que yo”.
“Pero no te diste cuenta”, dijo el leñador ganador, “de que estaba afilando mi hacha cuando me senté a descansar”.
Tomado de P. Félix Jiménez
EL TIEMPO DEL CARACOL
Los animales se reunieron en asamblea y comenzaron a quejarse de que los humanos no hacían más que quitarles cosas.
“Se llevan mi leche”, dijo la vaca.
“Se llevan mis huevos”, dijo la gallina.
“Se llevan mi carne”, dijo el cerdo.
“Me persiguen para llevarse mi grasa”, dijo la ballena.
Y así sucesivamente. Por fin habló el caracol: “Yo tengo algo que les gustaría tener más que cualquier otra cosa: TIEMPO”.
Tomado de P, Diego Millán
ANÉCDOTA
UNA HORA MÁS
A Santa Teresa de Calcuta una de sus religiosas un día le dijo: “Tenemos mucho que hacer. ¿Por qué no acortamos media hora la oración diaria?” Ella le respondió: “Lo pensaré ante el Santísimo” y la solución fue una hora diaria más de oración.
Tomado de Religión en libertad
ERA LA PRIMAVERA DEL AÑO 29.
El lugar permanece impreciso. Marcos parece colocarlo en algún punto sobre la ribera noroeste del lago. Restos arqueológicos del siglo IV muestran que los antiguos peregrinos fijaron el recuerdo de la multiplicación de los panes en la actual fuente de et-Tabgha, a dos kilómetros de Cafarnaún.
Tomado de S. Carrillo, El evangelio según san Marcos
Verbo Divino (2008), pp. 116-118.
LUGAR DE LAS 7 FUENTES
Cerca de Cafarnaúm existe un apacible lugar de abundante vegetación. Está regado por siete manantiales que le otorgan verdor. Los griegos denominaron al lugar «Eptapegón», que significa «siete fuentes». Con el paso de los años el lugar vino a denominarse «Tabgha», que es una deformación del nombre griego pronunciado en árabe. Probablemente Jesús se dirigía a este lugar con los apóstoles realizando un breve recorrido marítimo. Mientras Jesús va en barca, la multitud se dirige a pie por la ribera del Mar de Galilea
Tomado de Tiempo Interior
TABGHA
Los cristianos del siglo IV levantaron una basílica bizantina en el lugar donde la tradición atestiguaba que Jesús había multiplicado los panes y los peces. Este lugar es Tabgha, enclave de abundante vegetación, regado por siete manantiales (heptapegón) y situado a la orilla del Mar de Galilea. El suelo de dicha basílica fue adornado con un mosaico bizantino de inspiración egipcia. De entre todas las figuras destaca un canastillo lleno de panes y fl anqueado por dos peces; símbolo de la multiplicación de los panes y primera imagen cristiana.
Tomado de Tiempo Interior
SPLAGKHNIZOMAI
En el primer sentido, splagkhna designa las principales vísceras: el corazón, el pulmón, el hígado y el útero de la madre; y en fin el corazón y el alma como sedes de los afectos.
Significa ser impactado en las entrañas, ser conmovido por la piedad y la compasión íntima. Jesús se conmueve ante la multitud como ovejas sin pastor. La doble multiplicación de los panes que seguirá no se dirige a multiplicar el pan ni a compartirlo como remedio para los hambrientos. El evangelio habla claramente del afecto de Jesús por el pueblo de Dios y su papel de reunirlo en torno al don de su vida. Nadie está excluido del corazón de Jesús y el contexto, en la doble multiplicación de los panes que tendrá lugar entre los judíos (6, 30-44) y luego entre los paganos (8, 1-9), es netamente eucarística.
Notar la variedad y la fuerza de los sentimientos atribuidos a Jesús. En 3, 5, mira la asistencia con cólera (met’ orgès) y ante el rechazo de los niños, en 10, 14, se enfada (aganakteô). Se extraña de la falta de fe de sus discípulos (6, 6); admira la generosidad de la viuda (12, 43-44). En el Huerto de los Olivos, está triste por morir y se indigna de la manera de cómo le arrestan.
Tomado de P. Felipe Santos SDB
RIBERA NORTE DEL LAGO DE GALILEA.
En esta parte (donde están Magdala, Genesareth, Cafarnaum y Betsaida), el lago tiene unos 6 kms de ancho –si lo atravesamos 7 en barca en línea recta- y unos 15 kms –si lo atravesamos por tierra siguiendo los bordes-. Esta desproporción se explica por el hecho de que la costa norte del lago está llena de ensenadas profundas, cuyas entradas y salidas triplican su longitud. Lo curioso es que, cuando no hay brisa favorable las proporciones se invierten y el camino terrestre resulta más corto, y esto podría explicar por qué las multitudes llegan primero que Jesús al sitio donde iban a descansar (que, por lo visto, no era secreto; hasta en eso era conocido Jesús).
Tomado de P. Fidel Oñoro, cjm
DESCANSO Y VACACIONES
Cuando el cardenal Pizzardo se encontraba con San Josemaria Escrivá, sin importarle ni poco ni mucho que hubiera o no gente delante, le cogía por la cabeza y le estampaba un sonoro beso en la nuca, al tiempo que exclamaba:
-Gracias, porque usted me ha enseñado a descansar!
Y, si veía ojos de asombro a alrededor, hacía esta confesión:
– Yo era uno de los que pensaban que, en esta vida, sólo cabía o trabajar o perder el tiempo. Pero él me regaló una idea clara, maravillosa: que descansar no es no hacer nada, no es un ocioso dolce far niente, sino cambiar de ocupación, dedicarse a otra actividad útil y distraída durante un tiempo.
Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere, p. 330
Tomado de Anecdonet
CHISTE
DESCANSAR…
– Señora para que pueda descansar bien por la noche no debe llevar los problemas a la cama…
– Si, pero mi marido no quiere dormir en el sofá.
POEMA
ENCONTRARSE…
Tarde o temprano
te has de encontrar.
No sigas siendo un extraño
en tu heredad.
Vuélcate sobre ti mismo,
abierto de par en par.
Sólo el que sabe enfrentarse
descubrirá la verdad.
Solamente el que se acepta
acogerá a los demás.
Sólo encuentra al Dios oculto
el que se sabe buscar.
Pedro Casaldáliga
del libro El tiempo y la espera, Ed.Sal Terrae, 1986)
Tomado de Ángel Calvo
PARAR
No poner precio al tiempo.
Sentarse a la sombra,
que la semilla sembrada igual crece.
Ir de paseo sin mapa.
Perder los minutos
sin querer recuperarlos.
Reír con ganas.
Llorar sin amargor.
Cantar sin eco.
Orar sin convenio,
con deseo.
Charlotear,
o hablar de dentro
Cuidar la imaginación
y recorrer en ella el mundo.
Recostarse, y aquietar
para alzarse nuevo.
José M. R. Olaizola
Tomado de Pastoral Sj
ORACIÓN
“Dondequiera que yo vaya, tú eres mi compañero
que extiende la mano y me conduce.
Sobre la ruta en la que camino
tú eres mi único apoyo.
A mi lado llevas tú mi fardo.
Al caminar, si me disperso, tú me enderezas:
has despedazado mis resistencias,
oh Dios, me has impulsado hacia delante.
Y ahora tu gozo me llega hasta el fondo
y me circunda
y soy como un niño que juega en una fiesta”.
(Poeta hindú Tukaram, “Salmo LXVIII”, relectura del salmo 23)
Tomado de P. Fidel Oñoro, cjm
REPARAR FUERZAS
Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.
Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas,
y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.
Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.
Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas…
Estaré con vosotros en todo momento.
Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.
Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo -que es vuestro-:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto…
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva…
para reparar fuerzas.
Tomado de Lasalle
MEDITACIÓN
“EL CANSANCIO DE LOS SACERDOTES”
El cansancio de los sacerdotes… ¿Sabéis cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajáis en medio del pueblo fiel de Dios que os fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo (cf. Sal 140,2; Ap 8,3-4). Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre.
Estad seguros que la Virgen María se da cuenta de este cansancio y se lo hace notar enseguida al Señor. Ella, como Madre, sabe comprender cuándo sus hijos están cansados y no se fija en nada más. «Bienvenido. Descansa, hijo mío. Después hablaremos… ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?», nos dirá siempre que nos acerquemos a Ella (cf. Evangelii gaudium, 286). Y a su Hijo le dirá, como en Caná: «No tienen vino».
Sucede también que, cuando sentimos el peso del trabajo pastoral, nos puede venir la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios. No caigamos en esta tentación. Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie: «Venid a mí cuando estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré» (Mt 11,28). Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: «Basta por hoy, Señor», y rendirse ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva porque, al que ha ungido con óleo de alegría al pueblo fiel de Dios, el Señor también lo unge, «le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos» (Is 61,3).
Tengamos bien presente que una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en cómo sentimos que el Señor trata nuestro cansancio. ¡Qué difícil es aprender a descansar! En esto se juega nuestra confianza y nuestro recordar que también somos ovejas y necesitamos que el Pastor nos ayude. Pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto.
¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da el pueblo fiel de Dios? O, luego del trabajo pastoral, ¿busco descansos más refinados, no los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo? ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí «descanso en el trabajo» o sólo aquel que me da trabajo? ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad? ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y San José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias —que son suaves y ligeras—, en sus complacencias —a ellos les agrada estar en mi compañía—, en sus intereses y referencias —a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios—? ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor? ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu Santo que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión? ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: «Sé en Quién me he confiado» (2 Tm 1,12)?
Repasemos un momento las tareas de los sacerdotes que hoy nos proclama la liturgia: llevar a los pobres la Buena Nueva, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. E Isaías agrega: curar a los de corazón quebrantado y consolar a los afligidos.
No son tareas fáciles, exteriores, como por ejemplo el trabajo material —construir un nuevo salón parroquial, o delinear una cancha de fútbol para los jóvenes del Oratorio… —; las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es «movido» y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido… Tantas emociones… Si tenemos el corazón abierto, esta mención y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed…». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios… que siempre, siempre cansa.
Quisiera ahora compartir con vosotros algunos cansancios en los que he meditado.
Está el que podemos llamar «el cansancio de la gente, de las multitudes»: para el Señor, como para nosotros, era agotador —lo dice el evangelio—, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí…, no le dejaban tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba (cf. Evangelii gaudium, 11). Este cansancio en medio de nuestra actividad suele ser una gracia que está al alcance de la mano de todos nosotros, sacerdotes (cf. ibíd., 279). ¡Qué bueno es esto: la gente ama, quiere y necesita a sus pastores! El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad con vidrios polarizados. Y este cansancio es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja…, pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba (cf. ibíd., 97). Somos los amigos del Novio, esa es nuestra alegría. Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y sonrisa de padres… Sí, bien cansados, pero con la alegría de los que escuchan a su Señor decir: «Venid a mí, benditos de mi Padre» (Mt 25,34).
También se da lo que podemos llamar «el cansancio de los enemigos». El demonio y sus secuaces no duermen y, como sus oídos no soportan la Palabra de Dios, trabajan incansablemente para acallarla o tergiversarla. Aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal (cf. Evangelii gaudium, 83). El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo. Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar —es un hábito importante: aprender a neutralizar—: neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender. Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Y esta palabra nos dará fuerza.
Y por último —para que esta homilía no os canse demasiado— está también «el cansancio de uno mismo» (cf. Evangelii gaudium, 277). Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a trabajar (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón, de ayuda: este pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual». Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4). Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal.
La imagen más honda y misteriosa de cómo trata el Señor nuestro cansancio pastoral es aquella del que «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1): la escena del lavatorio de los pies. Me gusta contemplarla como el lavatorio del seguimiento. El Señor purifica el seguimiento mismo, él se «involucra» con nosotros (cf. Evangelii gaudium, 24), se encarga en persona de limpiar toda mancha, ese mundano smog untuoso que se nos pegó en el camino que hemos hecho en su nombre.
Sabemos que en los pies se puede ver cómo anda todo nuestro cuerpo. En el modo de seguir al Señor se expresa cómo anda nuestro corazón. Las llagas de los pies, las torceduras y el cansancio son signo de cómo lo hemos seguido, por qué caminos nos metimos buscando a sus ovejas perdidas, tratando de llevar el rebaño a las verdes praderas y a las fuentes tranquilas (cf. ibíd. 270). El Señor nos lava y purifica de todo lo que se ha acumulado en nuestros pies por seguirlo. Eso es sagrado. No permite que quede manchado. Así como las heridas de guerra él las besa, la suciedad del trabajo él la lava.
El seguimiento de Jesús es lavado por el mismo Señor para que nos sintamos con derecho a estar «alegres», «plenos», «sin temores ni culpas» y nos animemos así a salir e ir «hasta los confines del mundo, a todas las periferias», a llevar esta buena noticia a los más abandonados, sabiendo que él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Y, por favor, pidamos la gracia de aprender a estar cansados, pero ¡bien cansados!
Homilía Del Santo Padre Francisco Jueves Santo 2 de abril de 2015
DEJAR DE IR A LA CAZA
Descansar significa dejar de ir a la caza de nuevas metas, de pasar a toda prisa por el instante.
Detenerse y permanecer. Tener presente. Mientras el hombre se limita a ir desalado del ayer al mañana, está en poder del tiempo. Pero si sabe descansar, el presente aflora en su alma, y entonces entra en contacto con la eternidad. Saber descansar significa estar abierto a una dimensión de eternidad.
Significa haber superado el desasosiego y la prisa. Entonces estamos en condiciones de percibir lo que permanece: el ser. A quien sabe descansar se le han abierto los ojos para lo eterno. Solo él contempla lo permanente, lo esencial. Solo él posee. Solo él sabe qué es la alegría. Solo él sabe qué es la paz. Solo el corazón tranquilo alberga sentimientos profundos y grandes. Solo el corazón tranquilo tiene duración:
«No es la intensidad de sus sentimientos, sino la duración de los mismos, lo que determina la categoría de una persona», ha dicho alguien. Pero la duración tiene sus raíces en la serenidad.
Quien sabe descansar, alcanza el sosiego. En su alma se hace la calma, no como una mera interrupción del trabajo, sino como un tono interior que lo atraviesa todo. Como una armonía que todo lo llena.
(R. Guardini, «La formación de sí mismo»)
Tomado de Anecdonet
CANTO
Yendo Contigo (Migueli)
Descansa en Dios – Jésed
Delegación del Clero de Santiago de Compostela