Un misionero español en la zona más pobre de Bangladés: «Vamos donde no quiere ir nadie»

Con una extensión como Andalucía y Castilla-La Mancha unidas,
Bangladés es uno de los países más superpoblados del mundo, con 160
millones de habitantes. El Papa está visitando este país de mayoría
musulmana en el que los católicos apenas llegan a 600.000. Entre ellos,
se encuentra el misionero marista español Eugenio Sanz-

Aprovechando la visita del Papa, este religioso explica a Cope
la situación del país y de la Iglesia Católica y asegura que “Bangladés
es un país superpoblado, con más de 1.000 habitantes por kilómetro
cuadrado”. “Es un país al que nunca viene nadie. Es un país muy marginal, muy periférico” y “de ahí el entusiasmo de los gobernantes por la visita del Papa”.

Sanz cuenta además que Bangladés “tiene un montón de problemas debidos a la superpoblación. La
población es muy trabajadora, y están haciendo numerosos esfuerzos por
salir de la pobreza a pesar de la gran corrupción que hay”.

Teórica libertad religiosa

Sobre la minoría católica, el marista asegura que en el país, en teoría,
existe la libertad religiosa, aunque en la práctica sí que hay algunos
problemas. “Por ejemplo, si yo soy un católico y quiero alquilar
un piso en un edificio, es muy posible que todos los vecinos musulmanes
se opongan y le digan al casero que por favor no me lo alquile”
. Pero por lo demás, Eugenio Sanz asegura que no hay problemas graves de convivencia.

Eugenio trabaja, junto a sus hermanos maristas, en una escuela para los hijos de los trabajadores de las plantaciones de té. “Los maristas nos hemos liado la manta la cabeza y hemos venido a donde no quiere venir nadie”, dice el religioso, que explica que “una escuela para gente que no nos puede pagar es una misión imposible”.

Condiciones de casi esclavitud

Una “misión imposible” situada al noroeste del país, en una plantación
de té, explica Eugenio, formada por “una minoría, son un grupo social de
lo más marginado. Son gente que vive en condiciones de casi
esclavitud, sin ningún derecho a poseer la tierra en la que viven y
cobrando una miseria por recoger el té”.

“Viven en una situación indigna”, asegura Eugenio, que
afirma que trabajan por sacar a esta gente de la pobreza. “Pensamos que
hay que darles una educación de calidad. Entonces nos estamos endeudando
pero ya hemos empezado y tenemos 100 alumnos”. 100 alumnos que, como
dice Eugenio “a diferencia de lo que pasa en el resto de colegios del
mundo, vienen contentos a clase”.

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