Mercedarias

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Mercedarias

CITA

« Dios no juega con nosotros, juega con su Sabiduría »

S.Son

Salomón “En corazón inteligente descansa la sabiduría, en el corazón de los necios no es conocida”

San Ireneo de Lyon Hay un solo Dios Padre, un solo Verbo, el Hijo, y un solo Espíritu, como hay también una sola salvación para todos los que creen en El (Tratado contra las herejfas, libro 4).

S. Hilario, El Don de Cristo está todo entero a nuestra disposición y se halla en todas partes, pero se da a proporción del deseo y de los méritos de cada uno. Tratado sobre la Santísima Trinidad Libro 2, 1, 33. 35: PL 10, 50-51. 73-75 – Liturgia de las Horas, Viernes VII Pascua (Par)

San Atanasio, Toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da por el Padre, a traves del Hijo, en el Espíritu Santo (Carta I a Serapion).

Símbolo Quicumque El símbolo atanasiano –conocido también por sus primeras palabras «Quicumque vult»– es un resumen de verdades de la fe sobre la Santísima Trinidad y la Encarnación.La fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar la sustancia. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad”.

San Gregorio Nacianceno: ¡único Dios que gobierna el mundo con triple esplendor! Mediante el Bautismo, soy regenerado como hombre nuevo por los Tres; y, destruida la muerte, avanzo en la luz, resucitado a una vida nueva. Si Dios me ha purificado, yo debo adorarlo en la plenitud de su Todo. Tres luces que son una Luz (Poemas dogmáticos, 1, 2, 3)

S. Agustín, «Ves la Trinidad si ves el amor». (De Trinitate, VIII, 8, 12)

Si lo entiendes no es Dios ()

«Se habla de Tres Personas, por decir algo y no quedarse callados».

Busquemos para encontrar, encontremos para buscar más y más (Trat. sobre la Trinidad,9).

Cuando lleguemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y Tú permanecerás todo en todos. (Sobre la Trinidad, XV; 28)

«Allí descansaremos y veremos, veremos y amaremos, amaremos y alabaremos; tal será el fin sin fin».

San León Magno, «¡Conoce, oh cristiano, tu dignidad!»

Lo que el Padre ilumina, el Hijo lo ilumina y el Espíritu Santo lo ilumina también (Sermón 75, sobre Pentecostes).

Simeón el Nuevo Teólogo, La «llave del conocimiento»(Lc 11,52) no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo. Se da por la fe. Por la iluminación, produce realmente el conocimiento y hasta el conocimiento pleno. Catequesis n. 33: SC 113.

San Bernardo de Claraval: “Ea, pues, hermanos, meditemos las obras de la Trinidad sobre nosotros y para nosotros, desde el principio del mundo hasta el fin, y veamos cuán solícita anduvo aquella Majestad a quien incumbe la disposición y gobierno de los siglos de que no nos perdiésemos para siempre. (Tomado del libro “Verbum Vitae”, BAC, 1954, tomo V, Pág. 238-240)

Fíate enteramente de Dios, encomiéndate a El, descarga en su providencia todos los cuidados, y El te sustentará, de modo que confiadamente puedas decir: el Señor anda solicito por mi (Sal 39,18) (Hom. en la Natividad de la B. Virgen Maria,5).

Santa Catalina de Siena “«En tu naturaleza, deidad eterna, conoceré mi naturaleza».

Tu, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto mas busco mas encuentro, y cuanto mas encuentro mas te busco. Tu sacias al alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver la luz, que eres tu misma (Dialogo sobre la Divina Providencia, cap. 167).

Fray Luis de Granada, “Ni se debe nadie espantar de lo que aquí decimos, conviene saber, que el Padre Eterno, entendiendo a sí mismo, engendra y produce la persona del Hijo, pues cada día vemos una cosa en algo semejante a ésta, y es que, mirándose una persona en un espejo produce en él una imagen que representa perfectamente su propia figura. (Tomado del libro “Verbum Vitae”, BAC, 1954, tomo V, Pág. 267-271)

Santa Teresa de Jesús: «se me reveló con tanta claridad la naturaleza de Dios en Tres Personas, que quedé espantada y muy consolada».

“Estando una vez rezando el “Quicumque vult”, se me dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me espanté y me consolé mucho. Hízome grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para cuando o pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme mucho contento”. ( “Vida”)

San Juan de la Cruz «Quedéme y olvidéme, / El rostro recliné sobre el Amado, / Cesó todo y dejéme, / Dejando mi cuidado / Entre las azucenas olvidado».

“Qué bien sé yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche. Su origen no lo sé pues no lo tiene, más sé que todo origen de ella viene”.

Santa Teresita del Niño Jesús Encontró a Teresa de Lisieux una hermana en su celda cosiendo, con el rostro cuajado de lágrimas, y le preguntó cuál era la causa de aquellas lágrimas. -«Es tan dulce llamar a Dios «Padre», contestó la Santa, que estaba experimentando inefablemente la emoción de la paternidad de Dios Padre.

Santa Isabel de la Trinidad “Sumerjámonos en esta trinidad Santa, en este Dios todo amor. Dejémonos transportar hacia aquellas regiones donde no está sino Él, sólo Él”

“Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo… Sumérgete en mí para que yo me sumerja en Ti, hasta que vaya a contemplar en tu Luz el abismo de tus grandezas”.

«Dios mío, Trinidad a quien adoro… pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» ().

San Josemaría Escriva de Balaguer, No estamos destinados a una felicidad cualquier, porque hemos sido llamados a penetrar en la intimidad divina, a conocer y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y, en la Trinidad y en la Unidad de Dios, a todos los ángeles y a todos los hombres” (Es Cristo que pasa, n. 133).

El amor de la Trinidad a los hombres hace que, de la presencia de Cristo en la Eucaristia, nazcan para la Iglesia y para la humanidad todas las gracias (Es Cristo que pasa,86).

Concilio Vaticano II: El Espíritu Santo, como ha recordado el Concilio Vaticano II, protege al cristiano del error, haciéndole discernir lo que es genuino de lo que es falso. (cf. Lumen gentium, 12)

A la autoridad de la Iglesia, compete «ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (cf. 1 Ts 5, 12 y 19-21)». (cf. Lumen gentium, 12)

El Espíritu de la Verdad actúa en nuestro corazón suscitando el «sentido de la fe» (sensus fidei) a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida, la profundiza con recto juicio y la aplica más plenamente en la vida (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 12).

«Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad» (Dei Verbum 2).

Catecismo, 234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la «jerarquía de las verdades de fe» (DCG 43). «Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo» (DCG 47).

235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza su «designio amoroso» de creación, de redención, y de santificación (III).

236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.

237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, «que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto» (Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

El Padre revelado por el Hijo

238 La invocación de Dios como «Padre» es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como «padre de los dioses y de los hombres». En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo. Pues aún más, es Padre en razón de la alianza y del don de la Ley a Israel, su «primogénito» (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel. Es muy especialmente «el Padre de los pobres», del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa.

239 Al designar a Dios con el nombre de «Padre», el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios trasciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Trasciende también la paternidad y la maternidad humanas, aunque sea su origen y medida: Nadie es padre como lo es Dios.

240 Jesús ha revelado que Dios es «Padre» en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador, es eternamente Padre en relación a su Hijo Único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación a su Padre: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27).

241 Por eso los apóstoles confiesan a Jesús como «el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios» (Jn 1,1), como «la imagen del Dios invisible» (Col 1,15), como «el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia» (Hb 1,3).

242 Después de ellos, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea que el Hijo es «consubstancial» al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo Concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó «al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre».

El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu

243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de «otro Paráclito» (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación y «por los profetas» (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípulos y en ellos, para enseñarles y conducirlos «hasta la verdad completa» (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.

244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre. El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús, revela en plenitud el misterio de la Santísima Trinidad.

245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla: «Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre». La Iglesia reconoce así al Padre como «la fuente y el origen de toda la divinidad». Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: «El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma substancia y también de la misma naturaleza. Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el Espíritu del Padre y del Hijo». El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: «Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria».

246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu «procede del Padre y del Hijo (Filioque)». El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: «El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración… Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente».

247 La afirmación del Filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa san León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el Concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.

248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como «salido del Padre» (Jn 15,26), esa tradición afirma que éste procede del Padre por el Hijo. La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice «de manera legítima y razonable», porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que «principio sin principio», pero también que, en cuanto Padre del Hijo Único, sea con él «el único principio del que procede el Espíritu Santo». Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.

1702 «La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las personas, a semejanza de la unión de las personas divinas entre sí».

2615 Más todavía, lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es «otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad» (Jn 14,16-17). Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el Discurso de despedida (cf Jn 14,23-26Jn 15,7Jn 15,16Jn 16,13-15Jn 16,23-27). En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en El: «Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto» (Jn 16,24).

Pío XII: «A este Espíritu de Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros» (Mystici Corporis: DS 3808).

San Pablo VI, «para conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre integral, es necesario conocer a Dios»

San Juan Pablo II (A diferencia del «hombre natural», el «hombre espiritual» (pneumaticòs), está abierto sinceramente al Espíritu Santo y es dócil y fiel a sus inspiraciones (cf. 1 Co 2, 14-16). Por eso tiene habitualmente la capacidad de un juicio recto, bajo la guía de la sabiduría divina. Catequesis: Audiencia General (24-04-1991)

Encíclica Veritatis splendor, La Iglesia, iluminada por las palabras del Maestro, cree que el hombre, hecho a imagen del Creador, redimido con la sangre de Cristo y santificado por la presencia del Espíritu Santo, tiene como fin último de su vida ser “alabanza de la gloria de Dios”, haciendo así que cada una de sus acciones refleje su esplendor (n. 10).

Encíclica Dominum et Vivificantem “El misterio de Cristo en su globalidad exige la fe, ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del misterio revelado. El ‘guiar hasta la verdad completa’ se realiza, pues, en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de verdad y fruto de su acción en el hombre. El Espíritu debe ser en esto la guía suprema del hombre y la luz del espíritu humano. Esto sirve para los Apóstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo ‘hizo y enseñó’ y, especialmente, el anuncio de su cruz y de su resurrección. En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de discípulos y confesores del Maestro, ya que deberán aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido definitivo de esa misma historia” (n. 6).

“El Espíritu Santo, consubstancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado), del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación” (n. 10).

el “Paráclito”, el Espíritu de la verdad, es el verdadero “Consolador” del hombre. Así es el verdadero Defensor y Abogado. Así es el verdadero Garante del Evangelio en la historia: bajo su acción la Buena Nueva es siempre “la misma” y es siempre “nueva”; y de modo siempre nuevo ilumina el camino del hombre en la perspectiva del cielo con “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68). (17-05-1989).

Benedicto XVI «La liturgia nos invita a alabar a Dios no sólo por una maravilla realizada por Él, sino sobre todo por cómo es Él; por la belleza y la bondad de su ser» ()

Papa Francisco, “La Trinidad es el fin último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El camino de la vida cristiana es un camino esencialmente trinitario. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario y se cumple en orden a este misterio infinito. Intentemos, por tanto, mantener siempre elevado el tono de nuestra vida, recordándonos para qué fin, para qué gloria existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos. Y a qué inmenso premio estamos llamados… Este misterio abraza toda nuestra vida y todo nuestro ser cristiano”.

Esta es una oración que debemos hacer todos los días: «Espíritu Santo haz que mi corazón se abra a la Palabra de Dios, que mi corazón se abra al bien, que mi corazón se abra a la belleza de Dios todos los días». (13 de diciembre de 2015)

La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es justamente Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. 26 de mayo de 2013

Teilhard de Chardin “Estamos caminando y evolucionando hacia algo superior a nosotros mismos” ()

«Todo lo que asciende, converge».

Xavier Pikaza: «El misterio de la Trinidad nos descifra nuestro propio misterio».

Y. Congar: «Tal vez la mayor desgracia del catolicismo moderno es haberse convertido en teología y catequesis sobre el «en sí» de Dios, sin insistir al mismo tiempo sobre la dimensión que todo ello encierra para el hombre».

Voltaire decía que «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y el hombre le ha pagado con la misma moneda».

Javier Gafo Por eso tenemos que volver a la risa, al placer, al gozo y al amor de Dios, o al viejo icono ruso, para comprender al hombre y su relación con el mundo. Allí, en nuestra antigua sabiduría podemos encontrar también reflejado el misterio de la Trinidad, el misterio más íntimo de Dios, el misterio del hombre, el mismo misterio del mundo. Dios a

CONTO

LA MADERA DE SÁNDALO

Un hombre que vivía en un país donde no existían árboles de sándalo llevaba tiempo obsesionado por conocer aquella preciosa y aromática madera, ya que mucha gente le había contado maravillas acerca de su exótico aroma.

Para satisfacer su propósito, consultó con su maestro, el cual se limitó a regalarle un lápiz. Un poco decepcionado, el hombre decidió escribir a todos sus amigos y solicitarles un trozo de la anhelada madera. Pensó que alguno tendría la bondad de enviársela. Así, comenzó a escribir cartas y cartas, durante varios días, siempre con el mismo ruego: “Por favor, enviadme madera de sándalo”. Escribió una carta tras otra, pero no obtenía contestación.

Sin embargo un día, de súbito, mientras estaba ante el papel, pensativo, mordisqueó el lápiz con el que tantas cartas escribiera, y de repente percibió un dulce perfume. Fue entonces cuando se dio cuenta de que siempre lo había tenido en sus manos. El perfume que le embriagaba surgía del corazón de su propio lápiz de sándalo.

Tomado de Los cuentos que yo cuento

EXPLICAR A DIOS

A los 20 años de edad John Dee empezó a escribir su gran libro sobre Dios.

Cuando cumplió 30 años terminó el primer tomo. Pasaron cinco años más y concluyó el segundo. Al llegar a los 40 dio cima al tercero. Se desesperaba el filósofo, pues su obra debía tener 50 tomos. En menos no se podía definir a Dios.

Un día John Dee salió de la biblioteca a respirar el aire mañanero. Una muchacha que volvía del mercado lo miró al pasar. El resto de la historia es corto: las historias de amor son siempre cortas. Se enamoró John Dee de la muchacha y de aquel amor nació un hijo.

-Este es el libro de Dios- afirmaba John Dee mientras mecía en sus brazos al pequeño. -Quizá después vendrán otros volúmenes, pero éste basta para explicar a Dios-.

Tomado de motivaciones.org

ANÉCDOTA

SOR ISABEL DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Sor Isabel de la Santísima Trinidad, carmelita descalza del monasterio de Dijon, fue contemporánea de Santa Teresita del Niño Jesús. Nació en 1880, murió en 1906. Es un alma contemplativa, discípula aventajadísima de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, a quienes cita constantemente en sus escritos. Tuvo una devoción singular a la Santísima Trinidad. Atrajo muchísimas almas, no sólo eclesiásticas, sino seglares, a la vida interior. Sintió experimentalmente la inhabitación de Dios en el centro del alma. Su vocación específica fue dar alabanzas a la Santísima Trinidad en el cielo y en la tierra. Tomando literalmente unas palabras de San Pablo, con graciosa incorrección, se llamaba a si misma Laudem Gloriae.

El Carmelo de Dijon ha publicado un tomo de recuerdos de la Santa, del que se han vendido en Francia ya más de cien mil ejemplares. Del mismo se han hecho varias ediciones en lengua castellana. La tercera, que tenemos a la vista y por la que citamos, es de 1944, publicada en San Sebastián, Gráficas Fides, y traducida por las Carmelitas Descalzas de Betoño (Alava).

A) Su Vida Íntima

«Lo que usted me dice acerca de mi nombre, escribe otra vez, me hace bien: lo estimo tanto, que en él veo compendiada mi vocación. Al pensar en él, mi alma se siente arrebatada con la magna visión del misterio de los misterios, en esa Trinidad Santísima, que es ya desde aquí abajo el claustro en que vivimos, la morada en donde habitamos, el infinito en donde podemos movernos por en medio de todas la cosas.

Estoy leyendo estos días las hermosísimas páginas en que nuestro Padre San Juan de la Cruz habla de la transformación del alma en las tres divinas Personas. ¡A qué abismo de gloria estamos llamados! ¡Ah! Ya comprendo los grandes silencios y el profundo recogimiento de los santos, que no acertaban a salir de su contemplación; por eso, Dios Nuestro Señor podía conducirlos a las cumbres divinas, donde se consuma la unión entre Él y el alma que ha llegado a ser su esposa mística. ¡Y pensar que Dios, por nuestra misma vocación, nos lleva a vivir en esas claridades! ¡Qué adorable misterio de caridad!

Yo quisiera corresponder pasando sobre la tierra, como la Santísima Virgen, “guardando con cuidado todas esas cosas en mi corazón”, encerrándome así en lo más íntimo del alma, hasta llegar a perderme y transformarme en la Trinidad, que en ella mora. Entonces se verificaría mi lema, “mi luminoso ideal”, como usted lo llama, y sería realmente Isabel de la Trinidad.»

B) Su Devoción a la Trinidad

«Su especial devoción a ese augusto misterio le hacía ver en cada domingo del año una fiesta de la Santísima Trinidad; y cuando en el oficio de ese día rezábamos el símbolo de San Atanasio, mientras lo salmodiaba, su alma se sentía arrobada “hasta presentir los inefables goces de la bienaventuranza”. No dejaba pasar ni una ocasión sin que recordase a los suyos la propia fiesta de la Santísima Trinidad, que ella celebraba con mayor recogimiento, ya que en lo íntimo de su ser se verificaba constantemente el encuentro con su Dios, y allí adoraba el augusto misterio.

“Esta fiesta es verdaderamente mía, escribía a su hermana; para mi no hay otra que se le asemeje; en el Carmen la pasamos en silencio y adoración. Hasta ahora no había acertado a comprender todo el sentido de mi vocación, que se halla encerrado en mi nombre. En ese gran misterio es donde quiero darte cita, para que él sea nuestro centro y nuestra morada”.»

(Tomado del libro “Verbum Vitae”, BAC, 1954, tomo V, Pág. 314-316)

Tomado de Mercaba

¿JUEGA DIOS A LOS DADOS?

Albert Einstein, uno de los mejores científicos de la historia, aceptaba la incertidumbre sólo como un paso provisional en el progreso de la ciencia. No se conformaba con calcular probabilidades y se disgustaba con quienes pensaban lo contrario, repitiendo con frecuencia su famosa frase: “Dios no juega a los dados”, a la que en una ocasión Bohr respondió: “Señor Einstein, ¡deje de decirle a Dios lo que debe hacer!”.

Damian Picornell Gallar

Tomado de Alforjas de pastoral

SAN AGUSTÍN

El gran pintor barroco, flamenco, Pedro Pablo Rubens, pintó un famoso cuadro al que tituló San Agustín. Lo conocemos, habitualmente, como el cuadro de San Agustín y el niño de la concha. En este cuadro aparece el santo paseando por la playa, vestido de obispo, inclinándose ante un niño que está echando con una concha agua del mar en un pequeño agujero que él mismo ha hecho con sus pequeñas y tiernas manos. El santo, según nos cuenta la historia, le pregunta al niño ¿qué haces, niño? A lo que el niño responde: quiero meter toda el agua del mar en este agujero. El santo, paternal y bondadoso, le dice: pero toda el agua del mar no cabe en ese pequeño agujero. Ya lo sé, le contesta el niño, tampoco Dios cabe en tu pequeña inteligencia. Y es que San Agustín estaba intentando escribir un libro de muchas páginas para explicar el misterio de la Santísima Trinidad. Un libro que, efectivamente, tardó Agustín veinte años en escribir, a base de un trabajoso y fatigoso esfuerzo, según él mismo nos dice. Con esta pequeña anécdota quiero decirles que yo no voy a intentar meter el misterio de la Santísima Trinidad en la mente de ningún posible lector. La palabra misterio, nos dice el diccionario de la Real Academia, significa una cosa arcana o muy recóndita que no se puede explicar o comprender. No intentemos, pues, explicar los misterios, limitémonos a contemplarlos o adorarlos, desde una actitud de fe y amor.

Gabriel González del Estal

Tomado de Alforjas de pastoral

«LA ALEGRÍA DEL DESPRENDIMIENTO ESPIRITUAL inspirada por la Santísima Trinidad»

Un día, Messire Bernard se acercó en secreto a Francisco que entonces todavía no tenía ningún compañero. «Hermano, dice Bernardo, por amor de mi Señor, quien me los ha confiado, quiero distribuir todos mis bienes de la manera que tú juzgues más conveniente.» Francisco respondió: «Mañana iremos a la iglesia y el libro de los evangelios nos dirá de qué manera el Señor instruye a sus discípulos.» La mañana siguiente se levantaron y fueron, junto con otro hombre que se llamaba Pedro y que también quería ser fraile menor, a la iglesia… Entraron para orar y como no tenían instrucción y no sabían dónde encontrar la palabra del evangelio sobre la renuncia del mundo, pedían al Señor que se dignase mostrarles su voluntad al abrir los evangelios.

Una vez terminada la oración, el bienaventurado Francisco tomó el libro, se arrodilló delante del altar y lo abrió. En el lugar abierto se presentó el consejo del Señor: «Si quieres ser perfecto, va, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo.» (Mt 19,21) Al leer esto, el bienaventurado Francisco se alegró mucho y dio gracias a Dios. Pero, como tenía una gran devoción a la Santísima Trinidad, quería tener la confirmación por un triple testimonio. Abrió, pues, el libro de los evangelios por segunda y por tercera vez. En el segundo lugar encontró: «No llevéis nada por el camino.» (cf Lc 9,3) y en el tercero: «El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga.» (Lc 9,23ss) Francisco dijo: «Hermanos, he aquí nuestra vida y nuestra Regla y la de todos los que querrán juntarse a nuestro grupo. Id, y lo que habéis comprendido, ponedlo en práctica.»

Bernardo, que era muy rico, se fue: vendió todo lo que poseía, reunió una gran cantidad de dinero y lo distribuyó todo entre los pobres de la ciudad… A partir de aquella hora, los tres vivieron según la Regla del santo evangelio que el Señor les había mostrado. Esto es lo que dice el bienaventurado Francisco en su testamento: «El mismo Señor me ha revelado que debía vivir según el santo evangelio.»

Tomado de MSC

(PROVERBIOS 8,22-31)

Desde el siglo VI se incluye este pasaje también en la Misa de la Natividad de la Virgen María (8 de septiembre). De este modo la Iglesia reconoce que, así como el Verbo es Dios desde la eternidad y está activo en la creación del mundo, la Madre del Salvador de algún modo también habría de estar en la mente de Dios «desde el comienzo» (vv. 22-23). «María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cfr Pr 8,1-9,6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el “Trono de la Sabiduría”» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 721).

Tomado de Biblia de Navarra

2022

Son muchas las comparaciones que los predicadores de todos los tiempos han usado para intentar explicar lo inexplicable.

Agua: líquido, sólido y vapor.

Huevo: cáscara, yema y clara.

Fuego: Luz, calor, llama

San Patricio usó el trébol: tres hojas y una sola planta.

El Padre: el que habla. El Hijo: la Palabra. El Espíritu: el Aliento.

El Padre: El que ama. El Hijo: el amado y el Espíritu Santo: el amor. Creador, Redentor y Santificador.

Tomado de P. Félix Jiménez

EL “GLORIA”.

Una famosa cantante de ópera comenzó a perder la voz. Tenía un mal incurable. Era necesaria una operación quirúrgica. Antes de entrar en el quirófano, los médicos le dijeron: Ya no podrá usted cantar y ni siquiera hablar jamás. La diva, con una sonrisa en los labios, dijo: Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Éstas fueron las últimas palabras que pronunció.

Tomado de Anécdotas y Catequesis

CHISTE

EL NOMBRE DE DIOS

Era el día de las Primeras Comuniones. Los que iban a recibir a Jesús por vez primera ocupaban los bancos de la nave central de la Iglesia. El señor Obispo había venido a la parroquia para la ceremonia. Quiso tener con los chicos una breve catequesis. Se sentó en la sede, ante el altar mayor, y entabló una conversación con ellos.

Llamó a una niña rubia que se acercó un poco avergonzada

– ¿Cómo te llamas? – dijeron las otras

– Silvia – respondió la niña emocionada

– Dime, Silvia, ¿qué decimos cuando hacemos la señal de la cruz?

– ….

– Vamos, – la ayudó el señor Obispo sonriendo – En el nombre del

Padre…, del Hijo…, y…

– …y de la Mamá – concluyó la niña.

El cuento de hoy nos recuerda en los labios y palabras de una niña que Dios es una Familia, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que es como la Mamá, viven una relación de Amor que es necesario acoger más que comprender, sumergirse en ese Mar de Amor que es la Trinidad.

Tomado de Padre Diego Millán

POEMA

Entreme donde no supe, / y quedeme no sabiendo, / toda sciencia trascendiendo.

Yo no supe donde entraba, / pero cuando allí me vi, / sin saber donde me estaba, /

grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo, /

toda sciencia trascendiendo.

Estaba tan embebido, / tan absorto y agenado, / que se quedó mi sentido /

de todo sentir privado, / y mi espíritu dotado / de un entender no entendiendo. /

Toda sciencia trascendiendo.

El que allí llega de vero / de sí mismo desfallece; / cuanto sabía primero /

Mucho bajo le parece, / y su sciencia tanto crece, / que se queda no sabiendo, /

Toda sciencia trascendiendo.

Este saber no sabiendo / es de tan alto poder, / que los sabios arguyendo /

jamás lo podrán vencer, / que no llega su saber / ano entender entendiendo, /

Toda sciencia trascendiendo.

Y si lo queréis oír, / consiste esta suma sciencia / en un subido sentir /

De la divinal esencia; / es obra de su clemencia / hacer quedar no entendiendo,/

Toda sciencia trascendiendo.

S. Juan de la Cruz

LA UNIÓN CON DIOS

Querría, Dios, querer lo que no quiero;

fundirme en Ti, perdiendo mi persona,

este terrible yo por el que muero

y que mi mundo en derredor encona.

Si tu mano derecha me abandona,

¿qué será de mi suerte? Prisionero

quedaré de mí mismo; no perdona

la nada al hombre, su hijo, y nada espero.

«¡Se haga tu voluntad, Padre!»-repito-

al levantar y al acostarse el día,

buscando conformarme a tu mandato,

pero dentro de mí resuena el grito

del eterno Luzbel, del que quería

ser, ser de veras, ¡fiero desacato!

Miguel de Unamuno

Tomado de motivaciones.org

ORACIÓN

Esta es una oración que debemos hacer todos los días: «Espíritu Santo haz que mi corazón se abra a la Palabra de Dios, que mi corazón se abra al bien, que mi corazón se abra a la belleza de Dios todos los días».

Papa Francisco (15-05-2013)

¡DIOS MÍO, TRINIDAD A QUIEN ADORO!

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!

¡Quién te descubriera, mi Dios,

Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Gracias por revelarnos que el amor

es el único intérprete de tu misterio.

Tú te has hecho Dios con nosotros

y todavía andamos empeñados en caminar solos,

en crecer y vivir incomunicados,

en amarnos solo a nosotros mismos,

sin disfrutar de la entrega a nuestros hermanos.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!

Quién te descubriera, mi Dios,

Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Gracias porque eres Alguien

al que no alcanzo a entender,

pero que vives en mí dando sentido a mí vida,

que hablas con la fuerza y la autoridad del Padre,

que amas con las palabras y el corazón del Hijo,

que impulsas y animas con el fuego del Espíritu.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!

¡Quién te descubriera, mí Dios,

Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Gracias, Dios verdadero y único, Dios del futuro,

pero presente en nuestros problemas de cada día.

Dios, familia que llamas a la comunión;

Dios, amor que nos regalas la confianza del Padre,

la entrega del Hijo y la pasión del Espíritu.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!

¡Quién te descubriera, mi Dios,

Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Como un río en el mar de tu grandeza,

nuestra pequeñez se anega en tu infinito mar.

Haz de nuestras vidas tu comunitario cielo,

y llévanos cada día al hogar donde tú habitas,

Señor y Dios nuestro, Padre,

Hijo y Espíritu Santo.

Tomado de Alforjas de Pastoral

MEDITACIÓN

“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad.

Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.

Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, paraque mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.

Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.

Oh Fuego abrasador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.

Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Ti como una presa. Sumérgete en mí para que yo me sumerja en Ti,

hasta que vaya a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas”.

(Sor Isabel de la Trinidad)

CANTO

BENEDICTA SIT • JULIANO RAVANELLO

Himno de la Trinidad CRISTOBAL FONES

Delegación para el Clero de Santiago de Compostela