Santo del día

San Carlos Lwanga y Compañeros
Todos ellos personas de la corte del rey de Uganda, fueron martirizados con gran crueldad

La sociedad de los Misioneros de Africa, conocida como los Padres
Blancos, formaron parte de la evangelización de Africa en el siglo XIX.
Después de seis años en Uganda ya tenían una comunidad de conversos cuya
fe sería un testimonio para toda la Iglesia. Los primeros conversos se
dieron a la misión de instruir y guiar a los mas nuevos y la comunidad
creció rápidamente. La vida ejemplar de los cristianos inicialmente ganó
el favor del rey Mtesa pero mas tarde este comprendió que los
cristianos no favorecían su negocio de venta de esclavos.


Mwanga sucedió a su padre en el trono. Al principio la situación de
los cristianos mejoró y varios tuvieron posiciones importantes en su
corte. Pero el rey, influenciado por el Islam, cayó en la tendencia
homosexual. La situación de los cristianos, por no ceder a sus demandas,
se hizo muy difícil.


El lider de la comunidad católica, que para entonces tenía unos 200
miembros, era  un joven de 25 años llamado José Mkasa (Mukasa) que
ejercía como principal mayordomo de la corte de Mwanga.  Cuando Mwanga
asesinó a un misionero protestante y a sus compañeros, José Mkasa
confrontó al rey por su crimen. El rey Mwanga había sido amigo de José
por mucho tiempo, pero cuando este exhortó a Mwanga a renunciar al mal,
la reacción fue violenta.


El rey mandó a que mataran a José. Cuando los verdugos trataron de amarrar las manos de José, el les dijo: “Un
Cristiano que entrega su vida por Dios no tiene miedo de morir”.
Perdonó a Mwanga con todo su corazón e hizo una petición final por su
arrepentimiento antes de que le cortaran la cabeza y lo quemaran el 15
de Noviembre de 1885.


Carlos Lwanga, el favorito del rey, remplazó a José en la instrucción
y liderato de la la comunidad cristiana en la corte. También el hizo lo
posible por evangelizar y proteger a los varones de los deseos
lujuriosos del rey. Las oraciones de José lograron que la persecución
del rey amainara por seis meses. Pero en mayo del 1886 el rey llamó a
uno de sus pajes llamado Mwafu y le preguntó porque estaba distante del
rey. Cuando el paje respondió que había estado recibiendo instrucción
religiosa de Daniel Sebuggwawo, el rey se montó en ira. Llamó a Daniel y
lo mató el mismo atravesándole el cuello con una lanza.


Entonces ordenó que el complejo real sea sellado para que nadie pueda
escapar y llamó a sus verdugos. Comprendiendo lo que venía, Carlos
Lwanga bautizó a cuatro catecúmenos esa noche, incluyendo a un joven de
13 años llamado Kizito.


En la mañana, Mwanga reunió a toda su corte y separó a los cristianos del resto diciendo: “Aquellos que no rezan párense junto a mí, los que rezan párense allá” 
El preguntó a los 15 niños y jóvenes, todos menores de 25 años, si eran
cristianos y tenían la intención de seguir siendo cristianos. Ellos
respondieron “SI” con fuerza y valentía. Mwanga los condenó a muerte.


El rey mandó que al grupo lo llevasen a matar a Namugongo, lo cual
representa una caminata de 37 millas. Uno de los jóvenes llamado Mabaga
era hijo del jefe de los verdugos. Este le rogó que escapara y se
escondiera pero Mbaga no quiso. Los prisioneros atados pasaron la casa
de los Padres Blancos en su camino. El Padre Lourdel mas tarde relató
sobre el jóven Kizito de 13 años, que sonreía y animaba al resto. Invitó
a todos a cogerse de manos, para así ir unidos y ayudarse a mantener el
ánimo. Lourdel estaba asombrado del valor y el gozo de estos nuevos
cristianos camino al martirio. Tres de ellos fueron martirizados en el
camino.


Un soldado cristiano llamado Santiago Buzabaliawo fue llevado ante el
rey. Cuando Mwanga ordenó que lo matasen junto a los otros, Santiago
dijo: “Entonces, adiós. Voy al cielo y rezaré a Dios por ti”. Cuando el
Padre Lourdel, lleno de dolor, levantó su brazo para absolver a Santiago
que pasaba ante el, Santiago levantó sus propias manos atadas y apuntó
hacia arriba para manifestar que el sabía que iba al cielo y se
encontraría allí con el Padre Lourdel. Con una sonrisa le dijo al P.
Lourdel, “¿Por qué estas triste? Esto no es nada ante los gozos que tu
nos has enseñado a esperar”.

Entre los condenados también estaba Andrés Kagwa, un jefe Kigowa que
había convertido a su esposa y a varios otros, y Matías Murumba (o
Kalemba) un auxiliar de juez. El mayor consejero estaba tan furioso
contra Andrés que dijo que no comería hasta que Andrés estuviese muerto.
Cuando los verdugos titubearon, Andrés les dijo: “No mantengan a
vuestro consejero hambriento, mátenme”. El mismo consejero dijo en tono
cínico refiriéndose a Matías: “Sin duda su dios los rescatará” . “Si,”
contestó Matías, “Dios me rescatará pero tu no verás como lo hace porque
tomará mi alma y te dejará solo mi cuerpo”. A Matías lo hirieron
mortalmente en el camino y lo dejaron allí para morir lo cual tomo por
lo menos tres días.


Cuando la caravana de reos y verdugos llegó a Namugongo, los
sobrevivientes fueron encerrados por siete días. El 3 de junio los
sacaron, los envolvieron en esteras de cañas y los pusieron en una pira.
Mbaga fue martirizado el primero. Su padre, el jefe de los verdugos,
había tratado en vano una última vez de convencerlo a desistir de su fe.
Le dieron entonces un golpe en la cabeza para que no sufriera al ser
quemado su cuerpo. El resto de los cristianos fueron quemados. Carlos
Lwanga tenía 21 años. Uno de los pajes, Mukasa Kiriwanu no había sido
aun bautizado pero se unió a sus compañeros cuando se les preguntó si
eran cristianos. Recibió aquel día el bautismo de sangre. Murieron 13
católicos y 11 protestantes proclamando el nombre de Jesús y diciendo
“Pueden quemar nuestros cuerpos pero no pueden dañar nuestras almas”.


No sabemos cuantos mártires produjo aquella persecución. Solo
queda constancia de los que ocupaban un lugar en la corte o tenían
puestos de alguna importancia.


Cuando los Padres Blancos fueron echados del país, los nuevos
cristianos continuaron la obra misionera, traduciendo e imprimiendo el
catecismo a su lengua nativa e instruyendo en la fe en secreto. No
tenían sacerdotes pero Dios les infundió a aquellos cristianos de Uganda
la gracia para vencer con gran valor a las difíciles circunstancias.
Cuando los Padres Blanco volvieron después de la muerte del rey Mwanga,
encontraron 500 cristianos y 1000 catecúmenos esperándolos.


Los mártires de Uganda fueron canonizados por el Papa Benedicto XV el 6 de junio de 1920.


Benedicto XV escribió para la beatificación de los siervos de
Dios Carlos Lwanga, Mattías Murumba y sus compañeros, conocidos con el
nombre de los Mártires de Uganda:


“Quién fue el que primero introdujo en Africa la fe cristiana se
disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica
floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera la
vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el ánimo
de sus lectores. Y en verdad que aquella región a ninguna parecía ceder
en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre éstos agrada
conmemorar los mártires scilitanos, que en Cartago, siendo procónsul
Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por Cristo, de las
preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente se conservan, se
deduce con qué constancia, con qué generosa sencillez de ánimo
respondieron al procónsul y profesaron su fe.


Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades,
Ciprianos y “muchos hermanos mártires” que las Actas enumeran de manera
general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también con el
nombre de “masas cándidas”, o porque fueron quemados con cal viva, como
narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor de su causa,
como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero los herejes,
después los vándalos, por último los mahometanos, de tal manera
devastaron y asolaron el África cristiana que la que tantos ínclitos
héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más de trescientas
sedes episcopales y había congregado tantos concilios para defender la
fe y la disciplina, ella, perdido el sentido cristiano, se viera privada
gradualmente de casi toda su humanidad y volviera a la barbarie.”


 Oremos:


Mártires de Unganda, rueguen para que nosotros, inspirado por vuestra
fe, seamos capaces de mantenernos fieles en medio de cualquier prueba y
de entregar nuestras propias vidas. Ayuden a aquellos que viven hoy
bajo persecución. Amen.


Artículo publicado originalmente por corazones.org 

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