
Santiago de Compostela se llenó nuevamente de historia y devoción los días 3 y 4 de octubre, al acoger el Congreso Mariano “El Rosario, camino de esperanza”, con motivo del 525º aniversario de la Real e Ilustre Cofradía Numeraria del Rosario. Más que un simple encuentro académico, el evento se convirtió en una verdadera peregrinación interior, reuniendo a estudiosos, cofrades y fieles en torno a una tradición que, durante más de cinco siglos, ha entrelazado de manera invisible la espiritualidad con la cultura de la ciudad.
La acogida de una memoria compartida
La tarde del viernes 3 de octubre comenzó con la bienvenida a los congresistas. En el Museo do Pobo Galego, el presidente de la Cofradía, Francisco Javier Formigo Couceiro, abrió el acto con palabras sencillas, cargadas de gratitud, que situaron a todos en la hondura del momento: el encuentro no era un mero aniversario, sino la actualización de un legado.
No tardaron en llegar las primeras voces de investigación. Miguel Ángel Sánchez del Río inauguró el turno con una ponencia sobre los primeros pasos del Rosario Perpetuo en Santiago. Sus palabras dibujaron un mapa de un tiempo convulso, marcado por la Restauración, las pérdidas coloniales y la efervescencia religiosa. En ese escenario, explicó, los dominicos lograron plantar la semilla de una devoción que sumó miles de asociados en apenas dos décadas. Recordó a frailes y familias que sostuvieron aquel fervor —Vicente Carro, Benito Alberde, los García Caballero— y evocó a María García, primera presidenta vitalicia, cuya fe convirtió la devoción en patrimonio vivo.
Después, Gala Esté Rodríguez trasladó al auditorio a la capilla del Rosario de Santo Domingo de Bonaval. Allí, bajo la mirada de una talla mariana de policromías ocultas, resonaron sus palabras, que entrelazaron historia del arte y teología popular. Habló de influencias francesas, de viajes improbables desde Coimbra a Galicia, de un rostro mariano que, a través de los siglos, sigue guardando secretos entre piedra y símbolo.
Por último, Claudia exploró la iconografía de la Piedad. Recorrió desde los evangelios y los himnos medievales hasta Miguel Ángel y el barroco, para mostrar cómo el dolor de una madre ante el hijo muerto se convirtió en una de las imágenes más universales del arte cristiano. Una imagen que, dijo, no solo revela compasión, sino que se convierte en espejo de humanidad herida y redimida.
La Encarnación, misterio inaugural
Tras la pausa, el Congreso retomó su camino con la conferencia inaugural del doctor Juan Miguel Ferrer Grenesche, sacerdote toledano de amplia trayectoria académica y pastoral. Presentado por el doctor Elisardo Temperán Villaverde, que lo introdujo con cercanía y afecto, Ferrer desplegó un itinerario espiritual bajo el título “La Encarnación, primer misterio gozoso, ejemplo de equilibrio entre liturgia, lectio divina y contemplación”.
Su exposición recorrió la historia del Rosario desde la recitación medieval de Avemarías hasta su consolidación como escuela de fe popular. Recordó cómo el Concilio Vaticano II no logró eclipsar su fuerza, gracias a la revalorización promovida por san Pablo VI y san Juan Pablo II, quien lo definió como oración pausada, contemplativa y enriquecida con los Misterios Luminosos.
Al profundizar en la Anunciación, Ferrer subrayó que la Encarnación no fue un episodio aislado, sino el pórtico de la salvación. El “sí” de María y el “aquí estoy” del Hijo al Padre se unieron en un mismo acto de obediencia y de entrega. Así, el Rosario no apareció como mera repetición, sino como verdadera escuela de oración y contemplación, camino de escucha y misión. “Quien contempla de verdad no puede callar”, concluyó. Y en Compostela, el eco de esas palabras fue recibido con un aplauso largo y agradecido.
El Museo como casa de todos
Seguidamente, tomó la palabra Concha Losada, presidenta do Padroado do Museo do Pobo Galego, quien ofreció un cálido saludo a las autoridades, a los miembros de la Cofradía y a todos los presentes. Recordó que el congreso no se celebraba en un lugar cualquiera, sino en un museo vivo, espacio de memoria y acogida que ha sabido conservar la historia y enriquecerla con la vida de los gallegos y gallegas.
Losada subrayó la profundidad del momento: celebrar 525 años de la Cofradía del Rosario en un lugar que fue escenario de enseñanza dominica y que acoge los recuerdos de figuras emblemáticas como Rosalía de Castro, era un acto que entrelazaba pasado y presente. Felicitó a la Cofradía por elegir este espacio para compartir su tradición, enfatizando que el museo no es solo un archivo de objetos, sino un hogar abierto a la reflexión, a la comunidad y al diálogo con la historia. Su intervención cerró con un reconocimiento a la labor de la Cofradía y a la riqueza de poder celebrar la fe y la cultura “al pie del Apóstol”.
El Rosario como puente entre oración y vida
Posteriormente llegó con la inauguración oficial del Congreso Mariano a cargo de Mons. Francisco José Prieto Fernández, Arzobispo de Santiago de Compostela.
Desde el inicio, situó al Rosario en el corazón de la historia compostelana. Recordó que la Real e Ilustre Cofradía Numeraria del Rosario ha sido durante más de cinco siglos un pilar de fe y de cultura, y subrayó que la devoción y el conocimiento nunca pueden caminar por separado: “una fe que no se hace cultura es una fe empobrecida, y una cultura que no acoge la fe es una cultura cercenada”, señaló, invitando a los presentes a reconocer que la historia de Santiago y la historia de la devoción mariana son inseparables.
Mons. Prieto desplegó un itinerario espiritual dividido en tres ejes que conectaban la experiencia personal, la vida comunitaria y la trascendencia del Rosario:
- Memoria agradecida: El Arzobispo subrayó que el Rosario no es simple nostalgia ni recuerdo pasivo, sino hilo que une generaciones. Cada misterio, cada oración, dijo, conecta la vida de los creyentes con la historia de la salvación, y a la vez transmite a los más jóvenes un legado de confianza y esperanza. Recordó los esfuerzos de frailes, familias y cofrades que, a lo largo de los siglos, mantuvieron viva esta devoción incluso en tiempos de crisis y desafíos sociales.
- Escuela de esperanza: Con María como guía y ejemplo, explicó que el Rosario enseña a esperar aún en medio de la dificultad. El Arzobispo evocó las enseñanzas de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el papa Francisco, recordando que la oración mariana es sencilla, pausada y profunda, capaz de fortalecer el corazón humano frente a la incertidumbre. Habló de la fe como horizonte que no decepciona, y de la esperanza como motor que impulsa a la acción y a la misión.
- Oración comunitaria: mons. Prieto compartió recuerdos personales de infancia, cuando rezaba el Rosario con su familia, para ilustrar cómo esta práctica une hogares y comunidades. Explicó que la oración compartida no es rutina ni evasión, sino sostén mutuo en la fe, creación de una red invisible que enlaza generaciones y pueblos, y expresión de una humanidad que busca sentido y consuelo.
A lo largo de su intervención, el Arzobispo recorrió los misterios del Rosario —gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos— describiéndolos como etapas de un itinerario que ilumina tanto la vida personal como el destino colectivo. Desde Nazaret y Belén hasta la cruz y la resurrección, cada escena fue presentada no solo como hecho histórico, sino como espejo de la experiencia humana, capaz de enseñar obediencia, entrega y confianza.
Finalmente, el prelado compostelano reflexionó sobre los tiempos presentes, marcados por conflictos, divisiones y desafíos globales. Subrayó que el Rosario se convierte entonces en un “arma de paz y esperanza”, capaz de rearmar el corazón sin herir al prójimo, y de construir puentes en lugar de muros. Señaló que cada Ave María es una invitación a vivir la fe con coherencia, a prolongar la gracia de la contemplación en la acción cotidiana, y a dejar que la Encarnación de Cristo se haga carne en la propia vida de los creyentes.
Con esa intervención, Mons. Prieto no solo inauguró el Congreso Mariano, sino que transformó la apertura en un acto de celebración y esperanza, recordando a todos que el Rosario es, en última instancia, “un evangelio orado”, un camino seguro hacia la santidad, y un recordatorio de que la fe compartida tiene el poder de sostener generaciones.
La clausura de la jornada
Tras la intervención del Arzobispo, el congreso continuó con los actos programados: la celebración de la Santa Misa, la visita guiada al Pórtico de la Gloria, y finalmente, la cena fraterna que unió a los participantes en un ambiente de convivencia y alegría compartida.












