Cielos

Santa Matilde de Ringelheim

Una reina consorte piadosa y generosa que sufrió la incomprensión de sus hijos

Cielos

Santa Matilde o Matilda de Ringelheim (Westfalia, c. 895-Quedlinburg, 968) fue reina consorte de Francia Orientalis(o Reino de los francos orientales, sucesores de Carlomagno).

Era hija del conde sajón Dietrich y se casó en el año 909 con el duque de Sajonia, Enrique. Más tarde él fue coronado rey y ha pasado a la historia como Enrique I el Pajarero. Tuvieron cinco hijos.

Quedó viuda en el año 936 y su hijo Otón I fue proclamado emperador. Otón expulsó a Matilde de palacio porque creyó que conspiraba contra él para que reinara su hermano Enrique.

Matilde viajó entonces a un convento y allí estuvo rezando por la reconciliación de sus hijos.

Efectivamente se reconciliaron, pero entonces exigieron a su madre que les diera el dinero que creían que guardaba. No era así, puesto que Matilde lo había dado todo a los pobres. Después de dudar de su madre y hacerla sufrir, consintieron que regresara a palacio, desde donde siguió haciendo obras de caridad.

Esta santa murió el 14 de marzo del año 968 y sus restos se veneran en la abadía de Quedlinburg. Reposa junto a la tumba de su hijo Enrique.

Oración de santa Matilde por las almas del Purgatorio

Padre Nuestro, que estás en el Reino de los Cielos y siempre nos cuidas de todo mal y peligro, te suplico que perdones a aquellas almas pecadoras. Tú comprendes que el mal siempre dominó sus corazones y siempre te rechazaron, pero sé que no las abandonarás.

Ofrezco como sacrificio el infinito amor y misericordia de tu hijo Jesucristo.

Te suplico que perdones a las almas que jamás te glorificaron y solamente maldecían tu nombre.

Como penitencia te ofrezco en sacrificio las múltiples enseñanzas que Jesucristo nos regaló para glorificar tu santo nombre.

Padre misericordioso, te imploro que perdones a las almas que nunca desearon estar bajo tu gracia. Redime todos sus pecados y permite que tengan descanso eterno.

Te ofrezco la bondad y misericordia de tu hijo Jesucristo, porque su deseo siempre ha sido que todos seamos parte de tu Reino.

Te pido que perdones a las almas que durante su vida no siguieron tus designios, sino que optaron por hacer lo que el mal les aconsejaba.

Te ofrezco el corazón puro y sagrado de Jesucristo, el cual sufrió por culpa nuestra.

Te suplico que perdones a aquellas almas que siempre buscaban la desgracia de sus enemigos y jamás aprendieron la importancia de perdonar a los demás.

Te ofrezco en sacrificio las últimas palabras que Jesucristo dijo en la Cruz: “Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen”.

Te ruego que perdones a las almas que se dejaron llevar de la debilidad del demonio y fueron víctimas de sus dulces tentaciones.

Te ofrezco el sufrimiento y dolor que tu hijo Jesucristo padeció solamente por mostrarnos el verdadero camino hacia tu Reino.

Señor Todopoderoso, suplico que perdones a todas las almas pecadoras para que puedan descansar en paz por el resto de la eternidad. Amén.

Aleteia