Cielos

San Juan de Ribera

Arzobispo y virrey de Valencia. San Pío V dijo de él que era “lumbrera de toda España”

Cielos

San Juan de Ribera (o Rivera) nació en Sevilla el 27 de diciembre de 1532.

Era de familia noble. Su padre era duque de Alcalá, marqués de Tarifa y fue virrey de Valencia y Nápoles. Se quedó huérfano de niño.

Estudió en la Universidad de Salamanca y fue nombrado obispo de Badajoz cuando solo tenía 30 años.

Destacó en la lucha contra el protestantismo y promovió la Contrarreforma fundando el Real Colegio Seminario del Corpus Christi.

Fue nombrado arzobispo de Valencia y patriarca de Antioquía, para afrontar la cuestión de los moriscos (musulmanes obligados por ley a convertirse). Para ello reimprimió y mejoró el “Catecismo para instrucción de los nuevamente convertidos de moros”.

En 1602, Felipe III lo nombró virrey de Valencia. En 1609  impulsó la expulsión de los moriscos.Te puede interesar:¿Hubo un «Islam oculto» en España?

Destacó, pues, como eclesiástico y como hombre de Estado, además de ser mecenas artístico. San Pío V, dijo de él a su muerte que era Lumen totius Hispaniae, lumbrera de toda España.

Oración

Patriarca san Juan de Ribera,
lumbrera para toda España:

Necesitamos hombres y mujeres creyentes
y polifacéticos como tú,
que en situaciones difíciles como la actual,
orienten al pueblo cristiano por los caminos
que nos llevan a la verdadera fe sin olvidar nuestra condición
de que somos caminantes aún en este mundo,
y por lo tanto hay que solucionar los problemas terrenos.

Tú fuiste un loco de la Eucaristía y sabías claramente
que para obrar en la voluntad de Dios
hay que vivir en su presencia,
y todavía más si se tienen cargos de responsabilidad
y relevancia en los distintos ámbitos de la vida y de la sociedad.

Haznos amar la Eucaristía
que es el amor a la santa presencia
del Señor entre nosotros,
que es reconocer que Él se hace presente entre nosotros
cuando pronunciamos las palabras consagratorias.

Si Dios está aquí –en el Sagrario-, está ahora entre nosotros,
lo tenemos que hacer presente en nuestras vidas,
y en nuestra comunidad, en nuestras calles y plazas.

Enséñanos a llevar la fe a nuestros hermanos
como la llevaste tú
y a anunciar el Evangelio como lo anunciaste tú.

Enséñanos a hacer vida las bienaventuranzas.
Enséñanos a vivir la fidelidad y la entrega,
la dedicación a la oración y a la configuración
de nuestra vida con Cristo.

Que vivamos un amor incondicional,
una gran misericordia,
una acogida total del otro,
y una paciencia sin límites.

Que nuestra vida esté fundada en la Eucaristía,
enséñanos a gozar de la compañía de Jesús Eucaristía
y a transfigurarnos para ser imagen suya
viviendo por y para los demás.

Que no desdeñemos estar cerca de los hombres
que en ellos descubramos siempre ternura y generosidad,
comprensión y la viva imagen de Cristo el Señor.
Amén.

Aleteia