San Juan de Ávila “Todo es Don”

Sí, así podría resumirse el ánimo de los sacerdotes diocesanos que ayer festejaron a su patrono, San Juan de Ávila, y, sobre todo, el sentimiento que experimentaban aquellos que cumplían este año los sesenta, los cincuenta y los veinticinco años de su ordenación sacerdotal. En la Sacristía de la Catedral, revistiéndose para concelebrar con su arzobispo, monseñor Julián Barrio, algunos de ellos, como portavoces improvisados del resto de sus compañeros, expresaban su emoción. 

    “Siento una enorme gratitud”, explicaba Roman Pawel Wcislo, quien este año celebra sus bodas de plata sacerdotales. “Gratitud hacia Dios por la vocación recibida y una gran alegría. Me siento totalmente feliz como sacerdote, plenamente realizado”, comentaba el actual director del Centro Europeo de Peregrinación Pastoral Juvenil Juan Pablo II y administrador parroquial de San Pedro de Busto y San Cristovo de Enfesta. “Cuando uno se ordena”, explicaba, “todavía no se sabe muy bien lo que es ser sacerdote: ahora es cuando sientes lo que eres de verdad”. Roman Pawel se ordenó en su Polonia natal, junto a otros diez compañeros de la Congregación de la Saleta. “Estoy muy contento de estar en Santiago y del trabajo en las parroquias y en el Centro Juan Pablo II”, resumía.

    Ricardo Viqueira Otero es párroco de San Antonio de As Fontiñas, en Santiago, y director de la Casa Sacerdotal de Compostela. Cumple cincuenta años como sacerdote. “Sentí esta llamada desde pequeño”, aseguraba ayer, “a mí me gustaba la relación con mi parroquia desde niño, donde ejercía como monaguillo. A los 15 años, con una misión de los jesuitas, me llamó la atención este modo de vida y quería hacerme jesuita, pero mi abuela me dijo que sería mejor ir al Seminario diocesano”.

“Siento muchísima alegría, porque mi ordenación como sacerdote fue una oportunidad para ir llenando mi vida con encuentros con muchas personas”, indicaba ayer Ricardo Viqueira. “He tenido la alegría de poder transmitir la experiencia de Dios Amor; la de Jesús, como Vida y Amor; la del Espíritu como fuerza que nos ayuda a caminar”. Viqueira explicaba estar contento “porque me he sentido querido por todas las personas, desde las que encontré en los seminarios Menor y Mayor, hasta los que tuve la suerte de conocer en Magisterio o en el Instituto Eduardo Pondal”. También tiene palabras de agradecimiento para las parroquias de Enfesta y de Fontiñas y para “los sacerdotes, sobre todo los más dependientes”, de los que ahora se encarga como director de la Casa Sacerdotal de Santiago.
    Para Manuel Veiga Castiñeira, que este año celebra sus bodas de diamante como sacerdote, sesenta años de servicio a la comunidad, la jornada de San Juan de Ávila es “un momento de mostrar una gran satisfacción, porque en todos estos años he visto la ayuda de Dios en mi vida y estoy muy agradecido por participar en el ministerio sacerdotal”.

Manuel Veiga Castiñeira ha tenido una amplia experiencia pastoral en distintas parroquias, como Presedo, Meangos y Cos o Betanzos. Recuerda con enorme cariño sus treinta y dos años como responsable de la parroquia de Santa María de A Coruña. “El sacerdocio es una gracia de Dios excepcional”, afirma, “yo sentí su llamada a mis dieciséis años y el Señor me dio la fuerza necesaria para responder a esta vocación”. Manuel Veiga ha sido también canónigo doctoral de la Colegiata de A Coruña.