S. Juan de Ávila y el Sacerdocio: En la Misa, que el sacerdote se transforme en Cristo

“Y, porque, Señor, conocías la dureza de nuestro corazón y cuán presto olvida los beneficios ya recibidos, encumbraste tu amor, que no tiene tasa, y ordenaste por modo admirable, cómo, aunque te fueses al cielo, estuvieses acá con nosotros; y esto fue dando poder a los sacerdotes para que con las palabras de la consagración te llamen y vengas Tú mismo en persona a las manos de ellos; y estás allí realmente presente, para que así seamos participantes en los bienes que con tu Pasión nos ganaste, y la tengamos en nuestra memoria con entrañable agradecimiento y consolación, amando y obedeciendo a quien tal hazaña hizo, que fue dar por nosotros vida.

 La intención del Señor ésta fue; y la Misa representación es de su sagrada Pasión, de esta manera: que el sacerdote, que en el consagrar y en los vestidos sacerdotales representa también en la mansedumbre con que padeció, en la obediencia, aun hasta la muerte de Cruz; en la limpieza de la castidad, en la profundidad de la humildad, en el fuego de la caridad, que haga al sacerdote rogar por todos con entrañables gemidos y ofrecerse a sí mismo a pasión y muerte por el remedio de ellos, si el Señor le quisiere aceptar. Y, en fin, ha de ser la representación tan verdadera, que el sacerdote se transforme en Cristo y, como S. Dionisio pone, “en semejanza de uno”; siendo tan conformes, que no sean dos, mas se cumpla lo que S. Pablo dice: “Qui adhaeret Deo, unus spiritus est”  (El que se une a Dios se hace un espíritu con Él) (1 Cor 6, 17). Ésta es la representación de la sagrada Pasión que en la Misa se hace; y ésta significa tender los brazos en cruz el sacerdote, el subirlos y bajarlos, sus vestiduras, y todo lo demás. Y con esta tal representación, el Eterno Padre es muy agradado, y el Hijo de Dios bien tratado y servido”.

S. Juan de Ávila, Tratado sobre el sacerdocio, 25-26