Relaciónate así con tus enemigos

Jesús pide algo que parece imposible, pero la fuerza que tienes para lograrlo no es humana…

Hay cosas que me parecen imposibles de realizar. Hazañas inalcanzables. Sueños improbables. Metas que no me conviene plantearme siquiera. Porque no tengo fuerzas, ni capacidad, y aunque lo intente no lo logro.

El otro día una persona decía: «Para él no hay nada imposible, por eso tiene tanto éxito en la vida. Nada lo detiene». Me llamó la atención.

Lo imposible es lo que no se puede hacer. Y por más que me digan que si lucho lo logro no siempre resulta. Es lo que a veces me pasa con algunas cosas que Jesús dice y pide:

«A los que me escucháis os digo: – Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos».

¿Amar a quien no me quiere?

¿Cómo puedo amar al que me odia, al que me injuria, al que me trata mal? Es imposible. Humanamente no puedo hacerlo. No tengo esa capacidad. Me siento como los paganos:

«Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen».

Me siento como los pecadores que aman sólo a los que los tratan bien. ¿Por qué me pide Dios algo imposible? No lo entiendo.

Amar al que me ama ya es difícil. Pero amar a quien no me quiere y me hace el mal es imposible.

Lo imposible no es posible, es lo que hay. Entonces, ¿por qué insiste Jesús?

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Dios hace milagros

Me siento bloqueado a menudo con estas palabras. El amor al enemigo es una cumbre inalcanzable con mis fuerzas humanas.

Sin duda necesito una fuerza en mi interior que proceda de Dios y haga posible lo imposible.

Un corazón tan generoso y bueno que no guarde rencor y perdone siempre. Y ame al que no le ama.

Así es el amor de Jesús que desde la cruz ama a los que lo están matando, a los que lo odian sin haber hecho nada. Y los ama mientras muere colgado en el madero.

UPSET TEEN

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¿Quiénes son mis enemigos?

Miro en mi corazón y a veces pienso que no hay enemigos. No hay nadie que me odie, creo.

Pero entonces recuerdo mis heridas, mis rencores, mis resentimientos.

Sí, tengo enemigos. Tienen nombre. Forman parte de mi historia. Me han hecho daño con voluntad o por imprudencia.

No importa, el daño es lo que queda en mi alma y duele todo por dentro. Surgen los enemigos en esos resentimientos guardados.

Liberarse del rencor

¿Cómo se libera la carga del corazón? Hace falta un perdón que no me llega. Me falta una misericordia que no tengo.

Quisiera perdonar a los que me han hecho daño alguna vez, son mis enemigos. Son esos a los que no puedo amar y quiero tener lejos.

Los he olvidado. Los he bloqueado en mis redes sociales. Y los he eliminado de mi memoria queriendo apagar el dolor por el daño causado.

Son mis enemigos. No emprenden una campaña contra mí. No me atacan ya seguramente.

Pero forman parte de aquellos a los que no quiero, a los que no querré nunca. Salvo que Dios obre un milagro en mí.

Pope Bari

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Desear su bien

Tal vez siento que tengo que amarlos como amo a mis amigos, a los que me quieren bien, a los que me tratan con dulzura y benevolencia.

No. El amor que me pide no es ese. El amor que quiere que tenga es el que desea el bien de la persona amada.

¿Soy capaz de desear el bien a mis enemigos? ¿Quiero que les vaya bien, que triunfen en la vida?

A veces descubro una brizna de odio en el corazón y me asusto. He querido el mal de mis enemigos casi sin saberlo.

Un milagro que pasa por la voluntad

No sé cómo hacer para no sentir lo que siento. Tendrá que ser un juego entre la gracia que me viene del cielo y la voluntad que quiere el bien de aquel al que no logro querer.

Es una decisión desear el bien a mi enemigo. Querer que triunfe, que logre sus sueños, que no fracase en sus empresas.

Me parece imposible porque el corazón se rebela con todas sus fuerzas. Lo que Jesús me pide hoy es un milagro, un don que tengo que pedirle cada día. Porque añade aún más cosas:

«A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo».

Dar al que me quita. Entregar más de lo que recibo. No llevar cuenta del bien ni del mal recibido.

Prestar sin esperar que me lo devuelvan. Ser generoso hasta el extremo. Dar lo mío sin reclamar nada. Prestar sin esperar que me lo paguen.

¿Cómo logro esa generosidad que no es humana? Tiene que ser obra de Dios en mí. Él puede hacerlo, puede hacer nuevas todas las cosas en mí.

Es su tarea y yo sólo tengo que pedirlo con mucha fe.Consciente de que si lo pido cada día Dios puede hacer el milagro de cambiarme por dentro.

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Aleteia / Carlos Padilla