Once consejos del Papa Francisco para evangelizar bien en redes sin que estas te quiten la fe

El pasado 20 de junio se presentó el libro La Iglesia en el mundo digital: instrumentos y propuestas, en la Sala Marconi del Palacio Pío, sede de las redacciones de Radio Vaticano/Vatican News en Roma. Escrito por Fabio Bolzetta, presidente de la Asociación Italiana de Webmasters Católicos (WeCa), destaca entre otros aspectos la importancia de una formación adecuada para trabajar con los medios digitales dentro de la Iglesia, también por “los riesgos que conlleva el uso de estas herramientas”.

El libro no solo destaca por la abundante preparación -a través de 150 videotutoriales de la Asociación Italiana de Webmasters Católicos-: ha sido el mismo Papa Francisco quien ha impulsado esta obra escribiendo su prefacio y pretende ofrecer una guía para todo el que desee usar las nuevas tecnologías y redes para la labor evangelizadora.

Para su elaboración, recoge Vatican News, el autor tuvo especialmente en cuenta la pandemia y pospandemia, una etapa que “nos hizo darnos cuenta de lo útiles que pueden ser las herramientas tecnológicas y las redes sociales”, según Francisco.

“Lo vimos durante los periodos de encierro, cuando ya no era posible encontrarse, celebrar la Eucaristía juntos, estar cerca de nuestros seres queridos enfermos, unirse en oración junto a un familiar o amigo que nos ha dejado. Es como si todo lo que dábamos por sentado nos hubiera sido arrebatado, enfrentándonos a nuestra constitutiva fragilidad”, recuerda.

A continuación, Francisco se refiere en el prefacio a los sacerdotes que, “con creatividad”, “han hecho un buen uso de las tecnologías y de las redes sociales” para mantener a los fieles en contacto con la Palabra de Dios, ofreciéndoles la posibilidad de asistir a la misa o incluso involucrándolos en acciones caritativas. No han faltado los “errores y excesos”, comenta, “pero cuando estos intentos se centraron en el mensaje a comunicar, y no en el protagonismo del comunicador, debemos reconocer que han sido útiles”.

Para Francisco, estos años han supuesto una “fase experimental”, especialmente en lo que respecta a la experiencia de la transmisión en línea de las celebraciones” y que se plasma en la importancia de preservar la presencialidad de la Misa y otras celebraciones.

El encuentro virtual no sustituye ni puede sustituir nunca al presencial. Estar físicamente presentes en la fracción del pan eucarístico y del pan de la caridad, mirarse a los ojos, abrazarse, estar uno al lado del otro sirviendo a Jesús en los pobres, estrechar la mano a los enfermos, son experiencias que pertenecen a nuestra experiencia cotidiana y que ninguna tecnología o red social podrá sustituir”, afirma en el prefacio.

A lo largo de su prefacio, expone estas tres pautas que deben guiar la presencia apostólica digital de los católicos en relación con Internet y las nuevas tecnologías.

1º Es necesario formar a los evangelizadores digitales

En efecto, hay mucho que hacer para aprender a escuchar; y para implicar y formar a jóvenes, nativos digitales, que sean capaces de revitalizar los sitios web de las parroquias.

2º Internet, un campo que debe ser evangelizado

La web y las redes sociales pueden ser habitadas por quienes dan testimonio de la belleza de la fe cristiana, por quienes proponen historias de fe y caridad vividas, por quienes comunican la extraordinaria novedad del Evangelio en el lenguaje de hoy, y por quienes escuchan como los apóstoles y los discípulos aprendieron a hacerlo de Jesús.

3º Lo virtual no puede sustituir el “cara a cara” sacramental

Sabemos, porque lo hemos experimentado, que sólo un encuentro personal y no anónimo con Jesús cambia la vida. Sabemos, porque es nuestra experiencia cotidiana, que el amor hay que cultivarlo frecuentando, escuchando y conviviendo a diario. Sabemos que lo virtual nunca podrá sustituir la belleza de los encuentros cara a cara. Pero el mundo digital está habitado y debe ser habitado por los cristianos. Porque incluso también la web, un territorio en el que a veces parecen prevalecer la voz más alta y la contaminación de las noticias falsas, puede convertirse en un espacio de encuentro y escucha. 

Sin embargo, no es la primera ocasión en que Francisco aborda la presencia de los católicos en internet y el uso de las nuevas tecnologías.

Extraemos algunos de sus principales reflexiones:

1º Ser más sociales y menos “de redes sociales”

Muchos hoy son “de redes sociales” pero poco “sociales”, encerrados en sí mismos, prisioneros del teléfono que tienen entre sus manos. Pero en la pantalla falta el otro, faltan sus ojos, su respiración, sus manos. La pantalla se vuelve fácilmente un espejo, donde crees que estás frente al mundo, pero en realidad estás solo, en un mundo virtual lleno de apariencias, de fotos trucadas para parecer siempre hermosos y en forma. ¡Qué bonito, en cambio, es estar con los demás, descubrir la novedad del otro, dialogar con el otro, cultivar la mística del conjunto, la alegría de compartir, el ardor de servir! 

2º Convertir Internet en un “espacio de encuentro”

Incluso la web, un territorio en el que a veces parecen prevalecer los gritos y la contaminación de las noticias falsas, puede convertirse en un espacio de encuentro. Esto se vio claramente durante la fase más aguda de la pandemia, cuando las herramientas sociales y otras virtuales ayudaron a la gente a no sentirse sola.

3º Las redes son una ayuda, pero no lo principal

El servicio es la novedad de Jesús; el servicio, dedicarse a los demás es la novedad que hace la vida siempre joven. ¿Quieres hacer algo nuevo en la vida? No te contentes con publicar algún post o algún tuit. No te contentes con encuentros virtuales, busca los reales, sobre todo con quien te necesita; no busques la visibilidad, sino a los invisibles.

4º Si el teléfono te aísla de la familia… aléjalo

Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos reprochamos nuestros errores; cuando, en lugar de preocuparnos por los demás, nos centramos en nuestras propias necesidades; cuando, en lugar de hablar, nos aislamos con nuestros teléfonos móviles; es triste ver a una familia en la comida, cada uno con su teléfono móvil sin hablar con los demás; cada uno habla con su teléfono; cuando nos acusamos unos a otros, repitiendo siempre las mismas frases, escenificando una comedia ya vista en la que cada uno quiere tener razón y al final hay un frío silencio.

5º Nada como el cara a cara frente a las “fake news”

Todos los instrumentos son importantes y aquel gran comunicador que se llamaba Pablo de Tarso hubiera utilizado el correo electrónico y los mensajes de las redes sociales; pero fue su fe, su esperanza y su caridad lo que impresionó a los contemporáneos que lo escucharon predicar y tuvieron la fortuna de pasar tiempo con él, de verlo durante una asamblea o en una charla individual.

6º Frente a las comunidades blandas, elijamos las fuertes “de confianza”

Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles.

7º La verdadera comunidad no puede ser “frente al otro”

La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

8º Encontrarnos con los demás para no ser “ermitaños sociales”

La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad. Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

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