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No existe el «karma» ni gobierna el mundo: las razones de Angelo Stagnaro, mentalista católico

Es una teoría incompatible con la fe cristiana, sostiene

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“¡Eso ha sido el karma!”: cada vez es más frecuente escuchar ésta u otras expresiones similares para explicar acontecimientos que antes se atribuían a la suerte, a la casualidad o a la voluntad de Dios en el hacer o en el dejar hacer.

Hoy, como tantos conceptos procedentes de las religiones orientales, y en particular del budismo, degradados para consumo occidental, el karma ha pasado a formar parte del habla popular sin una idea precisa de qué significa ni de cuáles son sus implicaciones. Lo cierto es que “nadie cree en él, ni siquiera los occidentales que dicen creer en él, porque si creyesen, no se quejarían cuando sufriesen de dolores o disgustos”, afirma Angelo Stagnaro, prestidigitador y mentalista católico, terciario franciscano, de nombre artístico Erasmus.

Porque, en efecto, “según la teoría kármica, todo lo que le pasa a alguien es lo que merece“, al ser el karma una especie de mecanismo compesatorio que reequilibra el universo y hace justicia a través de sucesivas reencarnaciones. 

Lo cierto es, dice Stagnaro -quien ha estudiado a fondo esa teoría para la preparación de sus espectáculos, que juegan en apariencia con el tiempo y el destino-, que “el karma no ofrece ninguna respuesta, solo desorientación y ofuscación“. ¿Por qué? Lo sintetiza en veinte razones en un reciente artículo en el National Catholic Register, cuyas ideas básicas recogemos a continuación:

1. El karma es una filosofía esencialmente fatalista y determinista, un sistema que sugiere la aceptación pasiva de un universo mecánicamente regulado en sustitución de la responsabilidad moral individual

2. Si el karma formase parte del cosmos como las principales constantes físicas (la constante de gravitación universal, la velocidad de la luz en el vacío o la carga del electrón) o las fuerzas fundamentales de la naturaleza (gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil) habría sido detectado alguna vez. No lo ha sido.

3. Si, como presupone la filosofía del karma, éste integra la estructura del universo, por definición carecería de conciencia, por lo cual no podría dar lugar a un movimiento espiritual ni distinguir el bien del mal, y por tanto tampoco la justicia de la injusticia. Difícilmente puede así reequilibrar nada.

4. Dado que el karma no puede reconocer un orden de justicia ajeno a él, él es su propio sistema de justicia. ¿Qué atribuimos entonces al karma? ¿Es culpable el terrorista islámico que asesina a cientos de cristianos que aparentemente no lo merecen, o sí lo merecen y el crimen es solo aparente, expresión de una compensación cuyas claves se nos escapan? La autosuficiencia moral del karma, subraya Stagnaro, “suena a explicación que no explica nada”.

5. El karma es irreconciliable con el cristianismo porque está ligado a la doctrina de la reencarnación, reprobada por San Pablo: “El destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio” (Heb 9, 27).

6. Si la reencarnación es el resultado final de toda una vida de hacer el bien o hacer el mal, ¿por qué el alma reencarnada no tiene conciencia de ello? Es un castigo que hace imposible la rehabilitación, pues el hombre reencarnado desconoce el porqué de su estado actual. En consecuencia, tampoco dispone de un criterio para influir sobre el sentido de sus futuras reencarnaciones.

7. El creyente en el karma tiene cosas muy poco compasivas que decir a quien sufre, más allá de que él (o sus seres queridos, si son la causa de su sufrimiento) “hicieron algo horrible en una vida anterior”. El cristiano sabe al menos que el sufrimiento que Dios permite tiene un sentido en su plan para cada uno de los hombres, a quienes ama y por quienes Él también sufrió.

8. El karma hace imposible la justicia humana y la misericordia. ¿Por qué castigar al asesino por matar a su víctima, si su víctima mereció esa muerte horrible en una vida anterior? ¿Por qué ayudar a los pobres, si ser pobres es la retribución en esta vida a sus maldades de la anterior?

9. Si el karma gobierna el universo, y eso incluye la mente y el corazón de todos, y si ejecuta una justicia cósmica sobre todos los seres humanos a lo largo del tiempo, ¿qué lugar queda para el libre albedrío individual?

10. Para que el karma dispensase justicia, tendría que controlar todos los aspectos físicos y emocionales del universo entero. Por tanto, una espiritualidad basada en el karma no sería una espiritualidad, sino una ciencia y, en cuanto ciencia, debería responder a una demostración objetiva y experimental. Pero ninguna ciencia lo detecta…

11. La virtud, tal como la concibe el cristianismo, no tiene lugar en un sistema kármico, porque en éste no son la gracia de Dios y la perseverancia la que nos fortifican en el bien para crear el hábito virtuoso, sino el impulso desconocido de una vida anterior (luego no hay gracia) de la que no sabemos nada (luego no hay voluntad que siga al conocimiento).

12. Distinguir el bien del mal en algunos casos exige una gran especialización teórica y práctica en la teología moral. Pero, según el sistema kármico, cualquier creyente en las filosofías orientales tiene una perfecta comprensión del karma, lo que degrada la misma idea del discernimiento moral. 

13. Según el karma, “las buenas cosas le suceden a las buenas personas, y las malas cosas a las malas personas”. Esto solo tiene sentido autorreferencial, pues lo bueno y lo malo sería lo que sucede según el karma. En cualquier caso, ese principio no solo contradice la experiencia común (¿son malos los niños a quienes suceden cosas malas?) sino la literalidad del Evangelio: “Vuestro Padre celestial… hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5, 45).

14. Si algunos creyentes en el karma afirman que Jesucristo creyó en él y lo enseñó, es porque desconocen por completo la vida y enseñanza de Nuestro Señor, que discurrió exactamente en sentido opuesto: “En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera»” (Lc 13, 1-5).

15. El carácter mecánico del karma hace inexplicable la conciencia, la moralidad y la libertad del hombre, con su condición de misterios excepcionales que remiten a la existencia de un Creador que -a diferencia del karma- trasciende el plano materialista de la existencia.

 16. La popularidad del karma en Occidente, afirma Stagnaro, no es más que fruto de un “orientalismo exótico y racista”, porque presumir de budista, como presumir de feminista o de vegano, es algo cool  y te hace aparecer como “espiritualmente superior” sin tener que aprender, ni estudiar, ni rezar, ni atender a los leprosos. Pero “no hay nada fácil en la espiritualidad, si no, el planeta estaría lleno de santos y los países con mayor número de creyentes en el karma serían los más justos, serenos y humanitarios del mundo, lo cual es rotundamente falso”.

17. ¿Quiénes son y dónde están esos santos de carne y hueso que produciría la creencia en el karma? “Los charlatanes hablan mucho pero no aportan nada para demostrar sus alegatos, que solo se creen los ingenuos”, afirma Stagnaro: “Exigen fidelidad y obediencia, pero enfurecen cuando se les exigen pruebas”.

18. El karma se desconoce a sí mismo. La visión del mundo judeocristiana puede explicarse a sí misma. El karma no puede explicar por que está aquí y cómo llegó.

19. Cristo y su Iglesia son suficientes para la salvación. ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesús lo dice, lo cual quiere decir que un católico no tiene que introducir en la Iglesia ideas no cristianas como el yoga, el karma, la reencarnación o el veganismo, de las que Jesús no habló nunca.

20. El karma impersonal no puede sanar, guiar, consolar, instruir o amar a nadie, no te reconocería ni aunque te presentaras a él. Toda auténtica experiencia de sanación, orientación, consuelo, iluminación o amor lo que prueba es que hay alguien, Dios, una conciencia personal que nos ama.

Dos opciones

En resumen, concluye Stagnaro, quien busca la Verdad se halla ante dos opciones: o la fe en un Dios omnisciente y omnipotente que es Amor y quiere llevarnos con Él (“Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”, Jn 12, 32) y nos promete la redención y la misericordia, la sabiduría y la virtud; o la fe en un karma que carece de conciencia personal y moral y por arte de magia todo lo sabe y todo lo controla.

Por si alguien tiene dudas, él recomienda meditar un par de versículos del libro de Josué: “Pues bien: temed al Señor; servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto; y servid al Señor. Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos 24, 14-15).

Pincha aquí para leer el artículo literal en National Catholic Register.

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