¿Niños interpretando a Mozart… para Dios? El pionero programa escolar que aúna fe, belleza y música

Con el nuevo comienzo de curso se cumplen 10 años desde que un grupo de profesores, empresarios y directivos albergaron un ambicioso proyecto: impulsar la enseñanza artística y musical e integrarla en el proyecto educativo desde las etapas educativas más tempranas hasta el fin del periodo escolar. El lugar, los colegios Juan Pablo II, y el objetivo último, que la música contribuyese  “al servicio de Dios y el crecimiento espiritual y global” del alumno.

Tras algo más de una década de trabajo, no es raro que en los colegios de la Fundación Educatio Servanda los alumnos de infantil den sus primeros pasos y conciertos de instrumento antes de saber si quiera escribir: en los tres centros de Madrid ya son más de 350 los inscritos en el programa Grado Musical del Centro de Estudios Musicales.

Religión en Libertad ha estado presente en el centro de Alcorcón para conocer un proyecto en el que los límites entre lo educativo, lo artístico y lo espiritual son difíciles de separar.

Sus directivos comentan que lo que en ningún caso se pretende con el proyecto es “emular un conservatorio”, “formar músicos de élite” o que el peso del instrumento “esclavice al alumno”.

“Buscamos que todos los que cursen el Grado Musical se enriquezcan y puedan cursar un programa riguroso y exigente pero que a la vez se adapte a la situación y realidad de cada alumno y no al revés”, explican. En sus palabras, se trataría de “un conservatorio amable“. 

Conforme avanzan las horas del día, decenas de niños y alumnos de todas las edades se trasladan a las instalaciones musicales del colegio acompañados de sus “maestros” y coordinadores en una organización diseñada “al milímetro”.

Un colegio… en otro colegio

La dificultad, explican, “reside en cómo ejecutar unos programas que son de una complejidad muy alta desde el punto de vista organizativo y académico. Es como meter un colegio dentro de otro colegio: juntas escolares, coordinación, examinadores, evaluación de las asignaturas musicales en los boletines académicos… No es solo poner a un niño a tocar el violín,  el chelo o la tuba, sino desarrollar un programa totalmente personalizado y dirigido a niños desde los tres años, con todo lo que implica”, enumeran.

En cuanto a las evaluaciones y el claustro, el Centro de Estudios Musicales trabaja con  la prestigiosa Associated Board of the Royal Schools of MusicABRSM por sus siglas en inglés, una institución británica de examinadores y homologadores- y MBL Music Box Learning, empresa líder de estudios musicales que combina en sus profesionales titulación y vocación docente. “No solo se trata de tocar bien, sino de saber enseñar“, mencionan. 

Actualmente, los colegios Juan Pablo II disponen de cinco orquestas de Primaria y Secundaria y seis agrupaciones de cuerda de Infantil, que ofrecen dos conciertos anuales en verano y navidad. 

La de Orquesta es solo una de las cuatro asignaturas del programa, que desde Primaria incluye la clase individual de Instrumento y las grupales de Lenguaje Musical y Educación Vocal y Auditiva, impartidas en los horarios no lectivos del mediodía. Los conciertos pedagógicos, una combinación de música, teatro y aula, ocupan otro de los aspectos fundamentales en el día a día del centro: en cada colegio se organizan 27 colegios pedagógicos por curso con más de 6.000 pases.

Un programa para niños… ¡e incluso abuelos!

Ante la evidente dificultad de enseñar música a un alumno de cuatro años, los profesores observan que “desde bien pequeños, los niños pueden aprenderla como aprenden a leer o escribir. La clave es cómo hacerlo, no hay una varita mágica que te convierta en músico, la cuestión es saber cómo dirigir a los niños  hacia ese esfuerzo y a la motivación que supone para ellos tocar una pieza ante sus familias así como la propia progresión en el arte de su instrumento”.

Aunque la mayoría de los inscritos al programa son los alumnos del centro, sus maestros y coordinadores comentan que no son los únicos beneficiados. “No son pocos los padres de los alumnos que comienzan a inscribirse” y “algún abuelo se lo empieza a pensar“, explican.

Con el paso de los años, a medida que se consolida el proyecto, el centro educativo percibe “una inquietud por parte de los niños hacia cuestiones culturales que antes no existía y una elevación del nivel y las aspiraciones” de los alumnos.

En búsqueda de la belleza y la trascendencia

José María Carrera de Figüeras, director del Centro de Estudios Musicales, explica que “conforme se conoce los secretos de la música y comprende que a través de ella se transmiten emociones, sentimientos, ideas e incluso estados espirituales de la sociedad en cada momento; el alumno valora aún más la belleza y riqueza que hay detrás del arte“.

“La expresión de un compositor cuando elabora una partitura es exactamente lo que hace alguien cuando habla, está poniendo su persona y expresando todo lo que tiene dentro para transmitir un mensaje y de igual manera ocurre cuando se interpretan las piezas”, comenta.

Puedes obtener mayor información sobre el proyecto Grado Musical en este enlace

Pero por encima de lo cultural, José María observa como gracias al estudio del arte en los colegios es posible “acercar más a los niños a la belleza” y, con ella, potenciar el aspecto trascendente de los alumnos.

La realidad es que cada vez más colegios ponen énfasis en la educación cultural y  artística de los estudiantes, y en el caso de la Fundación Educatio Servanda, está directamente relacionada con su “vocación espiritual”. 

Tocando para Dios ante la Corona de Espinas

Tras el reciente nombramiento de la Fundación educativa como directora de la gestión del Monasterio cisterciense de la Santa Espina del siglo XI, el proyecto musical ha comenzado a organizar fines de semana intensivos de sus alumnos. Durante estos días, los miembros de la orquesta no solo “progresan en sus interpretaciones y ensayos, sino que además pueden tocar ante una de las reliquias que portó Nuestro Señor en su corona de espinas“.

“Uno de nuestros objetivos es poder contribuir a la interpretación de la música sacra y al embellecimiento de la liturgia, poner nuestra música al servicio de Dios“, explica el director del centro.

Y es que además de educar al niño en la exigencia y en el rigor, el estudio de la música y el arte desde el marco de la belleza y la trascendencia “permite educarle también en su contemplación como persona única, querida y amada por Dios“.

“Cada alumno tiene sus circunstancias, pero queremos que la música sea una herramienta más para que esos chicos puedan crecer, se sientan valorados y únicos. Los profesores saben que los colegios ponen mucho énfasis en eso, en que tienen en sus manos a un hijo de Dios, y eso es un tesoro increíble que llevamos también al aspecto musical”, concluye.

“Con mover la batuta no basta”

Comenzado el curso escolar, el director de las orquestas Juan Pablo II Alfonso Valenzuela se muestra lleno de expectativas ante el éxito de las orquestas durante el último concierto de fin de curso el junio pasado. Interpretaron un programa de bandas sonoras de Howard Shore y John Williams y piezas de Beethoven.

El graduado en Tuba en el Real Conservatorio Superior de Madrid y director de orquesta menciona que la gran dificultad de su labor es “cohesionar el comportamiento y la energía de los músicos”: “Obviamente, con mover la batuta no basta. Hay todo un trabajo técnico detrás, no solo del alumno: saber manejar la energía colectiva, fijar unos objetivos, gestionar el grupo o adquirir la intuición observando lo que tiene delante”.

Valenzuela percibe cada día que “el hecho de hacer música le da una dimensión a tu vida muy especial” y plagada de beneficios. Entre ellos, observa la felicidad en los alumnos, el gusto por compartir, cultivarlos en el arte, la música y cuestiones trascendentales… Les da una dimensión que de otra forma, no podrían tener. Los beneficios son muchísimos”, concluye.

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