¿Necesitas confesarte y no puedes debido al aislamiento? El Papa te explica qué puedes hacer

El Papa Francisco
celebró este tercer viernes de Cuaresma la Eucaristía en la Casa Santa
Marta y en su homilía habló de una inquietud que tienes muchos católicos
que están ahora confinados en sus casas debido a la pandemia del
coronavirus.


La Cuaresma es un tiempo de conversión y propicio para el sacramento de la Confesión. Sin embargo, muchas personas que necesitan confesar no pueden hacerlo. Y para ellos, el Papa ha tenido una palabra:


“Sé que muchos de ustedes, por Pascua, van a confesarse para
encontrarse con Dios. Pero muchos me dirán hoy: ‘Pero padre, ¿dónde
puedo encontrar un sacerdote, un confesor, porque no puedo salir de
casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que me abrace,
quiero que mi padre me abrace… ¿qué puedo hacer si no encuentro sacerdotes?”.


De este modo, Francisco ha recomendado hacer “lo que dice el
Catecismo”. Es muy claro, agrega el Papa: “Si no encuentras un sacerdote
para confesarte, habla con Dios, que es tu padre, y dile la verdad:
‘Señor, he hecho esto, esto, esto… Perdóname’, y pídele perdón de
todo corazón, con el Acto de Dolor y prométele: ‘Me confesaré después,
pero perdóname ahora’. E inmediatamente volverás a la gracia de Dios.

Tú mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de
Dios sin tener un sacerdote a mano. Piensa en ello: ¡es el momento! Y
este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien
hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve”.


La homilía del Papa


Esta es la homilía íntegra del Papa de este viernes que recoge Vatican News:


Cuando leo o escucho este pasaje del profeta Oseas que hemos
escuchado en la primera lectura [que dice]: “Vuelve Israel, al Señor, tu
Dios, vuelve”, cuando lo escucho, recuerdo una canción que cantaba
Carlo Buti hace 75 años y que se escuchaba con tanto placer en las
familias italianas de Buenos Aires: “Vuelve con tu papá”. La canción de
cuna todavía te cantará”. Vuelve: pero es tu padre quien te dice que
vuelvas. Dios es tu papá, no es el juez, es tu papá: “Ven a casa,
escucha, ven”. Y ese recuerdo – yo era un niño pequeño – me lleva
inmediatamente al padre del capítulo 15 de Lucas, ese padre que dice:
“Vio a su hijo venir desde lejos”, ese hijo que se había ido con todo el
dinero y lo malgastó. Pero, si lo vio de lejos, fue porque lo estaba
esperando. Subía a la terraza – ¡Cuántas veces al día! – durante días y
días, meses, años tal vez, esperando a su hijo. Lo vio de lejos. Vuelve
con tu papá, vuelve con tu padre. Él te espera. Es la ternura de Dios la
que nos habla, especialmente durante la Cuaresma. Es el tiempo de
entrar en nosotros mismos y recordar al Padre o volver a tu padre.


“No, Padre, me avergüenzo de volver porque… Ya sabe Padre, he
hecho cosas feas, he hecho muchas cosas feas…”. ¿Qué dice el Señor?
“Vuelve, yo te curaré de tu infidelidad, te amaré profundamente, porque
mi ira se ha alejado. Seré como el rocío; tú florecerás como un lirio y
echarás raíces como un árbol del Líbano”. Vuelve con tu padre que te
está esperando. El Dios de la ternura nos curará; nos curará de muchas,
muchas heridas de la vida y de muchas cosas feas que hemos hecho. ¡Cada
uno tiene lo suyo!


Pero pensar esto: volver a Dios es volver al abrazo, al abrazo de
nuestro padre. Y pensar en esa otra promesa que hace Isaías: “Si tus
pecados son tan feos como la escarlata, te haré blanco como la nieve”.
Él es capaz de transformarnos, Él es capaz de cambiar nuestros
corazones, pero quiere que demos el primer paso: volver. No es ir a
Dios, no: es volver a casa.


Y la Cuaresma siempre se centra en esta conversión del corazón
que, en el hábito cristiano, toma forma en el sacramento de la
Confesión. Es el momento para – no sé si para “ajustar las cuentas”, no
me gusta eso – dejar que Dios nos blanquee, que Dios nos purifique, que
Dios nos abrace.


Sé que muchos de ustedes, por Pascua, van a confesarse para
encontrarse con Dios. Pero muchos me dirán hoy: “Pero Padre, ¿dónde
puedo encontrar un sacerdote, un confesor, por qué no puedo salir de
casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que me abrace,
quiero que mi padre me abrace… ¿Qué puedo hacer si no encuentro
sacerdotes?”. Haz lo que dice el Catecismo. Es muy claro: si no
encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu
padre, y dile la verdad: “Señor, he hecho esto, esto, esto…
Perdóname”, y pídele perdón de todo corazón, con el Acto de Dolor y
prométele: “Me confesaré después, pero perdóname ahora”. E
inmediatamente volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarse,
como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a
la mano. Piensa en ello: ¡es el momento!  Y este es el momento
adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así
nuestra alma se volverá blanca como la nieve.


Sería bueno que hoy en nuestros oídos resonara este “vuelve”, “vuelve a tu papá, vuelve a tu padre”. Te espera y hará fiesta.

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