Mons. Francisco Prieto: “Todos los cristianos somos llamados y convocados”

Jornada Diocesana | Día de Acción Católica e del Apostolado Seglar

Hoy sábado 18 de mayo, Día de Acción Católica y del Apostolado Seglar, tuvo lugar en la Diócesis de Santiago la primera Jornada de Diocesana del Apostolado Seglar.

El encuentro se desarrolló en el Seminario San Martín Pinario. Por la mañana, después de una oración inicial, el delegado para el laicado, Alfredo Losada, fue el encargado de impartir una ponencia en la que profundizó sobre el lema de este año: “Laicos por vocación, llamados a la misión”.

Losada recordó los tres conceptos más importantes: el primero hace referencia a los laicos por el bautismo. El bautismo como ese sello indeleble, ese sello que marca para siempre, es la incorporación en la Iglesia y que llama a transformar el mundo. El segundo concepto es la vocación a la que llama el Señor, a transformar la situación de sanar heridas, a acompañar a las personas más vulnerables, a las personas que viven solas. Y el tercer término tienen que ver con la misión, la misión de la iglesia que es evangelizar, que es la llamada a anunciar la buena noticia.

Alfredo Losada terminó su intervención con el tono de esperanza que da también el Jubileo 2025 convocado por el Papa Francisco, en el que se habla de una esperanza renovada.

Después de un descanso, hubo un trabajo por grupos, en el cual se destacaron ideas como la de estar llamados como comunidad a transformar, y también como cada uno de los cristianos pueden ser semilla de esperanza en el mundo.

Ya por la tarde, se celebró una mesa redonda en la que se compartieron tres experiencias, de tres laicas: por un lado, Yolanda Gómez, una psicóloga que trabaja en el Seminario Menor de Santiago de Compostela, militante en el Movimiento Cultural Cristiano; por otra parte, Nieves Lameiro, una laica de la zona de Mesía, que habló sobre la experiencia de la pastoral en esa zona; y por último Yolanda Sánchez, economista y delegada de Pastoral Penitenciaria. Todo ello conducido por el periodista José Videra y amenizado con las canciones de Xaquín Rodríquez Pomares.

La jornada terminó con la Vigilia de Pentecostés en la Catedral de Santiago presidida por el arzobispo monseñor Francisco Prieto, acompañado por el Vicario de Pastoral Javier Porro y el Deán José Fernández Lago, miembros del Cabildo, sacerdotes, miembros de vida consagrada y laicos.

En la homilía, el arzobispo pidió que el don del Espíritu se derrame una vez más, de manera abundante, “y sus dones y sus frutos empape el corazón de esta Iglesia, y empape en el corazón de cada uno de nosotros y en nosotros y por nosotros el de esta sociedad”.

Monseñor Prieto también pidió en esta Vigilia que el Espíritu “despierte en nosotros de nuevo (…) esa llamada que Dios pone en el corazón, esa llamada a la que Dios nos convoca y por la que nos llama sus hijos e hijas”. Y añadió, que la iglesia también mira hacia la Acción Católica y hacia el Apostolado Seglar, recordando como “todos y cada uno de nosotros por el don del Espíritu que hemos recibido en el bautismo, somos llamados, convocados, a ser hijos e hijas, a vivir y ser un Pueblo de Dios en camino”.

En este sentido, el arzobispo destacó que al ser llamados y convocados “no somos cristianos por una mera tradición. No somos cristianos porque conste la fecha y datos de nuestra filiación en el libro de bautismo de la parroquia. Nos somos cristianos por inercia. Tenemos que descubrir, y esto es obra del Espíritu, que en el don del bautismo hemos sido llamados y convocados a vivir como hijos e hijas de Dios, a vivir en fraternidad en Cristo”. También afirmó que el cristiano es llamado y convocado.  Y desde ahí, “la vocación se expresa en esa riqueza y diversidad de carismas y ministerios donde todos vivimos una verdadera corresponsabilidad siendo pueblo de Dios en camino, siendo Iglesia, laicos y consagrados, sacerdotes. Toda expresión de carisma, de grupo y movimiento de la Iglesia es una convocación del Espíritu”.

Monseñor Prieto invitó a vivir la vida cristiana como esa llamada y misión a la que Dios convoca, a ser también esos testigos de la buena nueva del Evangelio de Cristo Resucitado: “sois y somos convocados, en esta hermosa vocación recibida como a todos por ser bautizados (…), sed por el don del Espíritu, semillas del Evangelio, semillas del mundo nuevo que Dios quiere alumbrar en el corazón de esta humanidad, semillas del Reino de Dios que Dios ha puesto en nuestras manos”.

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