Boletín Nº 101

«Los sacerdotes deben ser anunciadores de la alegría pascual»

https://www.dropbox.com/s/n7pb54idj3m6aw4/Presbiterio_101.pdf?dl=0

«Los sacerdotes dispensadores del óleo bendecido y del crisma consagrado deben ser por vocación anunciadores de la alegría pascual que surge del amor de Dios, penetra en nuestra vida y la santifica, entra en la historia de la humanidad y la eleva hacia la trascendencia. Esta alegría coexiste con la tribulación. Así San Pablo escribe: “Puedo hablaros con toda franqueza, estoy orgulloso de vosotros, estoy lleno de consuelo, desbordo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2Cor 7,4). El ministerio sacerdotal es una misión donde convergen trabajos y alegrías, dando a Cristo la mayor prueba de amor. La alegría pascual como la salud del convaleciente necesita constantes atenciones y delicada protección. Muchas personas están sedientas de ella. Pienso en tantos corazones destrozados por injusticias y marginaciones sociales, por enfermedades incurables y desventuras de la suerte, por traiciones y abandonos. Estas personas buscan por distintos caminos la alegría pascual de la que nosotros somos anunciadores y dispensadores. Podemos tener la impresión de que hoy se prescinde de los sacerdotes. Mientras el hombre necesite de consuelo y de liberación, de verdad y de justicia, de paz para vivir y de esperanza para morir, la sociedad no podrá ignorar a los sacerdotes que son fieles y felices en el ministerio, luz en las comunidades parroquiales y testigos de Cristo en medio de las luchas por fuera y temores por dentro (cf. 2Cor 7,7), con la confianza de unos y la sospecha de otros, buscando la santidad y sintiéndose heridos por el pecado. […]
Queridos sacerdotes, como di san Paulo: “Eu fío en que o que encetou en vós un traballo bo, halle ir dando cabo de aquí ao día de Cristo Xesús. E é xusto que eu pense así. Porque vos levo no corazón; a vós, que participades todos na graza da miña misión” (Fil 1,6-7). En verdade levamos o noso ministerio sacerdotal en vasos de barro. A conciencia desta debilidade percibímola nas nosas pobres respostas e ábrenos á intimidade de Deus que nos dá a súa forza. Alegres e esperanzados perseveremos na amizade de Deus. Non nos desalentemos, pois como escribía Santa Tareixa do Neno Xesús, “o desalento é tamén unha forma de orgullo”, sigamos rezando e animando a rezar para que numerosos mozos acepten responder á chamada ao ministerio sacerdotal. Pensemos nas misas que estamos a celebrar, facendo cada vez realmente presente a Cristo sobre o altar. “Se se tivese fe, dicía o santo Cura de Ars, veríase a Deus escondido no sacerdote como unha luz detrás do cristal, como un viño mesturado con auga”. Harmonicemos a nosa convivencia presbiteral co fin de formar a comunidade sacerdotal para anunciar as proezas do que nos chamou das tebras á súa luz marabillosa (1Pt 2,9). Somos servidores do proxecto de Deus: “Como o Pai me mandou a min, tamén eu vos mando a vós” (Xn 20,21)
».
(MONS. JULIÁN BARRIO, de la Homilía en la Misa Crismal, Catedral de Santiago, 27-3- 2018).

Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela

Abril 2018– 

Descárgatelo en Pdf aquí