Las 4 preguntas que debe hacerse un buscador espiritual, para no quedarse instalado en la duda

Las plantea John G. Stackhouse Jr. en su «invitación a los titubeantes»

Hacerse preguntas sobre la fe, Dios o el sentido de la vida es bueno y necesario, y ahogarlas en silencio es malo. Como ya explicamos en ReL, “lo que es tóxico para la fe no son las dudas, sino el silencio”, como señalaban Kara Powell y Steven Argue, autores del libro Growing With. El silencio transmite al joven, y no tan joven, -sea de familia creyente o de un entorno sin fe- la idea de que las cosas de Dios son irrelevantes en la vida real, o vergonzantes, o falsas (e hipócritas) o complicadísimas y ajenas.

En la película Conan el Bárbaro de 1982, de John Milius, unos bárbaros orientales se plantean una pregunta filosófica: ¿qué es lo mejor de la vida? Conan, que es un guerrero esclavo, dice que “aplastar enemigos, verles destrozados, oír el lamento de sus mujeres”. Todos le aplauden. Otro dice que “la extensa estepa, un caballo rápido, halcones en tu puño, el viento en tu cabello”, pero no convence a su auditorio. (Aquí la escena en YouTube)

¿Es posible demostrar que Conan está equivocado? Hay que añadir que en la película Conan aprenderá a disfrutar de la estepa, el caballo y el viento, en parte gracias a amigos libres.

La pregunta “¿qué es lo mejor?” debe formularse a las personas en búsqueda espiritual, ateos o agnósticos o creyentes “a su manera”. Así lo recomienda John G. Stackhouse Jr. en su nuevo libro Can I Believe?: An Invitation to the Hesitant (“¿Puedo creer? Invitación a los titubeantes”).

Él anima a cualquiera que quiera explorar y juzgar una religión cualquiera a plantear estas 4 preguntas:

¿Qué es real, según esta religión?
¿Qué es lo mejor? (sería la pregunta de Conan)
– ¿Qué cosas están mal, según esta religión?
¿Qué puedo hacer yo al respecto?

Stackhouse, un buen divulgador que escribe sobre historia y sociología del cristianismo, explica que ha planteado estas 4 preguntas en conferencias y cursos en China, para presentar el cristianismo a personas que no sabían nada de él, con resultados “positivos”.

El cristianismo respondería más o menos así:

¿Qué es real? Es real Dios y son reales el Cielo y la Tierra creados por Dios, que no son una mera ilusión ni una fantasía virtual

¿Qué es lo mejor? Lo mejor es lo que vendrá después, el Cielo nuevo y la Tierra nueva, la vida venidera, lo que Dios nos tiene preparado, la vida eterna con Él y su amor, que en parte ha empezado ya

¿Qué está mal? Está mal el pecado

¿Qué puedo hacer? Puedo nacer de nuevo, empezar de nuevo, ser transformado por Dios con su perdón, vivir con virtud y alegría ya su Gracia

El libro de Stackhouse, dirigido a buscadores, plantea las preguntas y defiende las respuestas cristianas. Después se dirige a los titubeantes que honradamente pueden plantear: “en realidad, ¿cuánto podemos saber con certeza de estas cosas profundas o religiosas?”

Stackhouse reconoce que hay límites a lo que el hombre puede conocer, pero el titubeante no debe quedarse paralizado para siempre en la duda. Debe admitir, con realismo, que sus intereses, esperanzas y miedo influyen en su pensamiento.

Un pagano polígamo en África que está dudando entre hacerse musulmán o hacerse cristiano, en vez de preguntarse “¿cuál es la verdad?” puede preguntarse sólo “quién me deja disfrutar de mis tres esposas”. Pero no estaría entonces en una búsqueda sincera de la verdad. (Lo mismo pasa con un promiscuo occidental cualquiera, o con un perezoso, vanidoso, etc… porque la moral cristiana es exigente).

Por eso, para el buscador que se hace preguntas, Stackhouse propone 3 sugerencias:

1) elige bien tus compañías (otros buscadores, personas virtuosas y sabias, compañeros de inquietudes, buenos ejemplos)

2) ten trato y conversación con personas de opiniones y perspectiva diversa, no te quedes en una burbuja uniforme

3) reconoce que tu voluntad tiene influencia en lo que crees; puedes -hasta cierto punto- decidir creer o no en unos postulados

Los que no creen, en realidad, creen bastantes cosas

La gente tiene creencias, a menudo, poco definidas… incluyendo los que se consideran no creyentes. El estudio Understanding Unbelief de la Fundación Templeton sobre la religiosidad de los no religiosos, realizado antes de la pandemia del coronavirus, detectó, por ejemplo, que creen en “fuerzas subyacentes de bien y mal” un 30% de agnósticos brasileños, 36% de agnósticos norteamericanos y daneses, 43% de agnósticos británicos..¡y 51% de agnósticos chinos! Incluso entre los ateos creían en “fuerzas subyacentes de bien y mal” uno de cada 5 ateos norteamericanos y unos de 3 cada 10 ateos británicos, chinos, daneses o brasileños.

El mismo estudio encontró que uno de cada 3 no creyentes estaría de acuerdo con la afirmación “el universo, al final, no tiene sentido”. En ningún país son mayoría entre los no creyentes los que apoyan esta frase.

Entonces, ¿dónde encuentran sentido los no creyentes? El estudio dio a elegir entre 43 palabras como fuente de sentido para su vida. Los ateos y agnósticos chinos elegían la libertad, la igualdad, la familia, la justicia y la ciencia. Los agnósticos y ateos norteamericanos coincidían con los chinos en la familia y la libertad, pero en vez “igualdad y justicia” elegían “verdad y compasión”.

Todos ellos pueden crecer mucho planteándose las 4 preguntas de John G. Stackhouse en “Can I Believe?

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