La última Semana Santa del doctor Carro

LOS SERES HUMANOS solemos vivir nuestra vida con más o menos concentración. A veces da la impresión de que no estamos muy metidos en lo que nos ha tocado vivir, mientras que en otras ocasiones parece que nos llena aquello que estamos viviendo. Para muchos, las realidades espirituales quedan lejanas; otros, en cambio, se sienten identificados con ellas. En este caso, a veces lo hacen porque su mente está en lo que les toca vivir; pero otras, quizás sin que ellos se den cuenta, están en ellas porque el Señor se les está mostrando, estimulando sus mentes y abriendo su corazón para que lleguen a captar el alcance que él desea hacerles comprender.

Este año el Dr. Carro manifestó en diversas ocasiones a quien se encargaba de organizar la liturgia, que él iba a participar en todos los actos que, con tal motivo, se celebraran en San Pelayo. Al adentrarnos en la Semana Santa, como no había sido convocado para ser uno de los tres que participaran en la lectura de la Pasión el Domingo de Ramos, volvió a decirle a quien correspondía que iba a estar toda la semana.

El Viernes Santo proclamó una parte de la Pasión y Muerte del Señor, viviendo profundamente lo que decía, incluso gesticulando con sus manos, para volver más claro el texto. Cierto que, constituyendo las lecturas tan solo la primera parte de la Celebración, también en las otras partes estuvo presente de modo muy activo. En la parte denominada Adoración de la Cruz, al decir de una de las personas allí presentes, contemplaba con ojos bien abiertos al crucificado, que se exponía ante los presentes, con la intención de que, quien mirara hacia él, no pereciera, sino que alcanzara la vida eterna: eso era lo que Jesús le decía a Nicodemo que debía acontecer con él cuando fuera elevado sobre la tierra, cuando fuera crucificado.

En la Celebración de la Pascua, exultaba de gozo. No todos los que participan de estas fiestas son sensibles de modo adecuado a lo que se celebra. Verdaderamente la Pascua es la solemnidad más importante de las que el cristiano puede vivir a lo largo del año litúrgico. Lo que sucede es que, como la realidad del resucitado no es tan fácil de plasmar, la gente suele quedarse más bien en la contemplación del crucificado. El caso es que, según refirieron algunas de las personas asistentes a esa solemnidad, el Dr. Carro se encontraba exultante, viviendo incluso con euforia lo que en realidad es para el cristiano la Pascua.

No sé si él intuiría que iba a ser la última Pascua que iba a vivir en esta tierra. Sin embargo, al celebrar ahora la Pascua de Cristo, que ha vuelto junto a su Padre, sí que la habrá vivido en toda su dimensión. Lo hará así, al haber compartido con Cristo lo que es resucitar para una vida que no termina. Ahora vivirá para aquel que le habrá salvado. Ojalá que el gozo y la paz de Cristo resplandezcan en él para siempre.

José Fernández Lago
Artículo publicado en El Correo Gallego

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