
En este Jubileo de conversión invita el Papa a detenernos en aspectos importantes de la esperanza.
Esperanza es acoger a Dios porque “acoger el Reino de Dios nos conduce a un nuevo orden de grandeza. ¡Nuestro mundo, todos nosotros tenemos necesidad de esto!”
Esperanza es, comprobar que Jesús está siempre a mi lado, como ya sucedió en Betania, cuando Jesús llega a casa de Marta y María, y Lázaro lleva ya cuatro días fallecido, pues como dice el Papa cuando Marta habla, “ parece que se ha perdido toda esperanza, hasta el punto de que las primeras palabras de Marta expresan, junto con su dolor, el pesar que siente porque Jesús ha llegado tarde: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Jn 11,21). Y al mismo tiempo, sin embargo, la llegada de Jesús enciende en el corazón de Marta la luz de la esperanza y la conduce a la profesión de fe: «Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas» (v. 22). Es esa actitud de dejar la puerta abierta siempre, nunca cerrada.”
Para el Papa “el Evangelio, nos enseña que, aun en los momentos de desolación, no estamos solos y podemos continuar esperando. Jesús da la vida, incluso cuando parece que toda esperanza ha desaparecido. Después de una pérdida dolorosa, de una enfermedad, de una desilusión amarga, de una traición sufrida o de otras experiencias difíciles, la esperanza puede vacilar; pero si alguno de nosotros puede pasar por momentos de desesperación o encontrase con personas que han perdido la esperanza, el Evangelio nos dice que con Jesús la esperanza renace siempre, porque de las cenizas de la muerte Él siempre nos levanta. Jesús levanta siempre, nos da la fuerza para retomar el camino, para recomenzar.”
Se trata de acoger a un Dios vivo que nos ama, y que es cercano y, que está continuamente dándonos vida, incluso en las experiencias difíciles, por ello, la esperanza renace siempre, es un recomenzar continuo, que en este Jubileo, se nos invita a aceptar.