La Biblia en la obra de Cervantes y su experiencia en el cautiverio en Argel

La impecable sabiduría de la Biblia, un tesoro espiritual de
Miguel de Cervantes Saavedra, no solo luce a través de sus obras
maestras y documentos legítimos, sino también mediante la excelente obra
La Biblia en el Quijote (2016), del profesor Juan Antonio Monroy, prologada por el profesor Alfonso Ropero Berzosa, y la Topografía e historia general de Argel (1612),
dada a la estampa 4 años antes del fallecimiento de Cervantes, por el
maestre fray Diego de Haedo, abad de Frómista de la Orden de San Benito,
y redactada por el primer biógrafo cervantino, doctor Antonio de Sosa, sacerdote benedictino cautivo, natural de Córdoba, quien el 13 de julio de 1581 huyó de Argel sin dejar rastro.


De facto, el líder de los cautivos argelinos no solo
confiesa su fe religiosa, a saber: «respeto y adoro como católico y fiel
cristiano que soy»
(El Quijote, I-XIX), sino también 3 veces llama la Sagrada Escritura en el «Prólogo» de la primera parte de El Quijote, la «divina escritura», y a lo largo de sus obras alude a 30 personajes bíblicos y revela 300 referencias a la palabra de Dios, las que indudablemente estudiaba, inter alia, «siendo yo su camarero en Roma» («Dedicatoria», La Galatea) del cardenal italiano Julio Acquaviva y Aragón (1546-1574), legado del pontífice San Pío V 1504-1572).



miguel_de_cervantes1He aquí unos ejemplos espléndidos:


«a la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo
enseñó a sus allegados y favorecidos fue decirles que cuando entrasen en
alguna casa dijesen Paz en esta casa»
, (El Quijote, I-XXXVII ) «en la casa en que entréis, decid primero ‘Paz a esta casa’» (Lucas, 10: 5);

«el agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras» (El Quijote, I-L), «porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Santiago, 2: 26);

 – y «ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir» (El Quijote,
II-LIV), «iluminando los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis
cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza
de la gloria otorgada por él en herencia a los santos» (Efesios, 1: 18).


Por lo que atañe al poder de la oración del espía del Rey del ancho suelo Hispano
en Argel, Mostagán, Orán y Andalucía, cabe señalar que Miguel, hombre
de oración, hacia ruegos a Dios y a la Virgen María, incesantemente de
este modo: «creo en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas distintas, y que todas tres son un solo Dios verdadero,
y que, aunque es Dios el Padre, y Dios el Hijo, y Dios el Espíritu
Santo, no son tres dioses distintos y apartados, sino un solo Dios
verdadero; finalmente creo todo lo que tiene y cree la Santa Iglesia
Católica Romana, regida por el Espíritu Santo y gobernada por el Sumo
Pontífice, vicario y visorrey de Dios en la Tierra, sucesor legítimo de
San Pedro, su primer pastor después de Jesucristo, primero y universal
pastor de su esposa la Iglesia. Díjome grandezas de la siempre Virgen María, reina de los cielos y señora de los ángeles y nuestra, tesoro del Padre, relicario del Hijo y amor del Espíritu Santo, amparo y refugio de los pecadores» (El Persiles, I), y «ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir» (El Quijote, II-LIV).


Durante su primera fuga de Argel, infierno de infieles y el hervidero
de espías, enero de 1576, Miguel de Cervantes tuvo que recorrer 60
leguas por tierra según el doctor Sosa (Topografía…, III: 103), y acorde con el esclavo 2° hubo «desde aquí a Orán sesenta leguas» (El Trato de Argel,
III). Sin duda alguna, una de sus oraciones constantes, raíz
fundamental de su fe y fuerza para servir a Dios y su patria, y afrontar
pruebas severas de la vida, fue: «¡nunca con menos afán he caminado
camino, y, a lo que yo imagino, no está muy lejos de Orán! ¡Gracias te
doy, Rey divino! ¡Virgen pura, a Vos alabo! Yo ruego llevéis al cabo tan extraña caridad; que, si me dais libertad, prometo seros esclavo» (El Trato de Argel, IV).


Invocación a la Virgen de Montserrat


Tras su fracaso, Cervantes regresa a Argel para poner cara a cara a
su fiero patrón Dalí Mamí, renegado griego y capitán de la mar, y reza a la Virgen de Montserrat
así: «¡Virgen bendita y bella, remediadora del linaje humano! Sed Vos
aquí la estrella que en este mar insano mi pobre barca guíe y de tantos
peligros me desvíe. ¡Virgen de Monserrate, que esas ásperas sierras
hacéis cielo! Enviadme rescate, sacadme de este duelo, pues es hazaña
vuestra al mísero caído dar la diestra.
Entre estas matas quiero
esconderme porque es entrado el día; aquí morir espero; Santísima María,
en este trance amargo, el cuerpo y alma dejo a vuestro cargo» (El Trato de Argel, IV).


Igualmente, cabe hacer hincapié en que Cervantes, en Los baños de Argel, enseñaba las oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo de los Apóstoles, y la Salve Regina en Argel; example gratia:


Juanico: «hazlo así Divino Amor, que con tu querer me ajusto. Deja
aquesta niñería del trompo ¡por vida mía!, y repasemos los dos las
oraciones de Dios».


Francisquito: «Bástame el Avemaría».


Juanico: «¿Y el Padrenuestro?».


Francisquito: «También».


Juanico: «¿Y el Credo?».


Francisquito: «Sélo de corro».


Juanico: «¿y la Salve?».


Francisquito: «Acude al Avemaría; verás qué fuerzas que tiene».


Cadí: «Pues, hijos, ¿en qué entendéis?».


Juanico: «En trompear, como veis, mi hermano, señor, entiende».


Carahoja: «Es niño, y, en fin; atiende a su edad».


Cadí: «Y vos, ¿qué hacéis?».


Juanico: «Rezando estaba».


Cadí: «¿Por quién?».


Juanico: «Por mí, que soy pecador».


Cadí: «todo aqueso está muy bien. ¿Qué rezábades?».


Juanico: «Señor, lo que sé».


Francisquito: «Respondió bien. Rezaba el Avemaría»…


Francisquito: «¿Ya os turbáis? Pues si es que aquesto os indina, ¿qué
hará cuando me oigáis decir la Salve Regina? Para vuestras confusiones,
todas las cuatro oraciones sé, y sé bien que son escudos a tus alfan (Los baños de Argel, II).


Hay que destacar también que sobran razones para confirmar que
Miguel, sus amigos, y los escritores argelinos no sólo se reunían para
aprender del doctor Sosa sobre la «Divina Escritura», los hechos del Rey
Nabucodonosor, la destrucción de Babilonia, el Santo Patriarca Noé,
Caliomacho, Diagoras Milesio, Enomero Egiata, Epicuro, Luciano, Ovidio,
Plutarco, y Protágoras» (Topografía, II: 5), sino también visitaban las bibliotecas y archivos argelinos, un tesoro literario, donde Cervantes exploraba los mapas para su evasión a «la Montagne des Lions».


El capitán Jerónimo Ramírez, natural de Alcalá de Henares, muy buen
amigo del héroe de Argel, declaró que «¿de manera que siempre que acá
vengo le he de hallar ocupado en los libros. Sosa. En una soledad como
ésta y en un encerramiento tan apartado de toda plática y conversación
en que este bárbaro de mi patrón tiene, ¿qué mejor ocupación que leer los libros santos y buenos? (Topografía, III: 1-2, 10-11, 15-16).


Conforme al documento del 21 de octubre de 1580, Cervantes «se
ocupaba en componer muchas veces versos en alabanza de Nuestro Señor, de
su Bendita Madre, del Santísimo Sacramento
y otras cosas santas y devotas; y algunas las comunicó con Sosa y se las envió que las viese» (Sliwa, Documentos, pp.
107-11). Aún, a través de Fernando, «El príncipe de los ingenios»
voceó: «acábense nuestras fiestas, cesen nuestros regocijos, que siempre
en tragedia acaban las comedias de cautivos» (Los baños de Argel, III), y comprobó que se escribían y cantaban romances a escondidos; un ejemplo ilustrativo es:


Ambrosio: «¿no hay gente que nos oiga? Bien decís, y pues que todos
venís, comencemos tristemente. Aquel romance diremos, Julio, que tú
compusiste, pues de corto lo sabemos, y tiene aquel tono triste con que
alegrarnos solemos».


Cantan este romance:


«a las orillas del mar, que con su lengua y sus aguas, ya manso, ya
airado, llega del perro Argel las murallas, con los ojos del deseo están
mirando a su patria cuatro míseros cautivos que del trabajo descansan, y
al son del ir y volver de las olas en la playa, con desmayados acentos
esto lloran y esto cantan:


!Cuán cara eres de haber, o dulce España!


Tiene el cielo conjurado con nuestra suerte contraria nuestros
cuerpos en cadenas, y en gran peligro las almas. ¡Oh si abriesen ya los
cielos sus cerradas cataratas, y en vez de agua aquí lloviesen pez,
resina, azufre y brasas! ¡Oh si se abriese la tierra, y escondiese en
sus entrañas tanto Datán y Virón, tanto brujo y tanta maga!


cervantes_3¡Cuán cara eres de haber, o dulce España!» (Los baños de Argel, III).



La iglesia de los cristianos en Argel, con culto solemne


Sosa habló de la iglesia de los cristianos en Argel,
absolutamente dejada en el tintero por los biógrafos cervantinos,
ubicada cerca de «un baño grande, de 70 pies de largo y de 40 de ancho,
que está repartido en altos y bajos y con muchas camarillas y en medio
una cisterna de linda agua, y a un lado debajo, está la iglesia o oratorio de los cristianos, donde sea el Señor bendito, todo el año se dice misas, y muchas veces en fiestas solemnes cantadas y solemnizadas con sus vísperas y muy bien acordadas, porque nunca faltan sacerdotes cautivos, y suelen pasar el número de 40,
de toda nación y calidad, y aun muchos muy buenos letrados, doctores y
maestros, religiosos y clérigos, seglares, y adonde también se
administran algunos sacramentos y se predica a veces la palabra del
Señor, y como nunca por la gracia suya faltan cristianos devotos, hay
gran concurso de ellos que los domingos y fiestas suelen, los que
pueden, oír allí misa, y en las Pascuas suelen ser tantos que no
caben, y es necesario algunas veces los guardianes del baño, turcos y
moros, no dejar entrar alguno que no pague
primero un áspero, de que
sacan gran ganancia. Está este baño grande la puerta de Babazón a la de
Babaluete, y como a 400 pasos comenzando de la puerta de Babazón para
poniente». (Topografía, I: 163).


Por último, basándome en la documentación legal y sus testimonios
literarios cabe asegurar que Miguel de Cervantes, defensor de la fe
católica, vivió como verdadero y virtuoso cristiano porque «la honra y
las virtudes son adornos del alma sin las cuales el cuerpo, aunque lo
sea no debe parecer hermoso» (El Quijote, I-XIV).

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