II Domingo de Cuaresma

CITA

Orígenes, «¿Quieres comprobar que Moisés esta siempre con Jesús, que la Ley está siempre con el Evangelio? El Evangelio mismo te lo dirá: cuando Jesús fue transfigurado en gloria, Moisés y Elías aparecieron con Él, en gloria también ellos. Aprende pues que la Ley, los Profetas y el Evangelio se encuentran siempre para permanecer en la única Gloria. Y si Pedro quiere hacerles tres tiendas, se le dice que él no ha comprendido nada. Porque la Ley, los Profetas y el Evangelio no habitan tres tiendas sino una sola, que es la Iglesia de Dios.» ( Homilía sobre Levítico 6,2 [GCS 6,361]).

SAN AMBROSIO, “Por eso hemos de trascender las cosas del mundo para poder ver a Dios cara a cara. Sube a un monte, anuncia a Sión la buena nueva (Is 40,9). Si debe subir a un monte quien anuncia a Sión, ¿cuánto más el que predica a Cristo y a Cristo que resucita para la gloria?” (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas (1) nº 7-21, BAC, Madrid, 1966, pp. 349-356

San Agustín, “¿Qué es una montaña para quien posee el cielo? De ese cielo habla la Escritura, y en cierto modo lo vemos también con los ojos del corazón”. Sermón 78

“Desciende, Pedro. «Desciende a fatigarte en la tierra, a servir en la tierra, a ser despreciado, a ser crucificado en la tierra. Descendió la Vida para encontrar la muerte; bajó el Pan para sentir hambre; bajó el Camino para cansarse en el trayecto; descendió el Manantial para tener sed, y ¿rehúsas fatigarte tú? No busques tus cosas. Ten caridad, predica la verdad; entonces llegarás a la eternidad, donde encontrarás seguridad». Sermón 78

san Hilario: «Cristo aparece entre la Ley y los Profetas, Moisés y Elías, porque ellos son los testigos con los que Él juzgará a Israel; y también para enseñar que Él ha decidido conceder a los cuerpos humanos la gloria de la resurrección porque Moisés está ahí visible». (Sobre Mt 17, [PL 9, 1014]).

San León Magno, «Ante testigos privilegiados, el Señor desvela su gloria… Por medio de la Transfiguración él quería curar en los discípulos el escándalo de la Cruz, para que la humillación de su Pasión voluntaria no turbara su fe, por eso les revelaba de antemano la gloria de su dignidad aún oculta a los demás.

“Pero al mismo tiempo Él quería por este gesto fundar la fe de la Santa Iglesia, para que el Cuerpo total de Cristo conociera la bienaventurada transformación a que estaba destinado, y que cada miembro pudiese tener parte de ese honor que resplandecía en su Cabeza». (Sermón 51 [SC 74,17]).

Sto. Tomás de Aquino, “Pero lo que presagia la Transfiguración es sobre todo nuestro estado glorioso en el cielo, donde el brillo del alma, llena de Dios, convertirá nuestros cuerpos resucitados en «gloriosos», libres de la pesadez terrestre y partícipes de la Gloria de Dios: Rm 5,2; 8,18.21; 1Cor 2,7; 15,43; 2Cor 4,17 (y || 2Cor 3,18); Flp 3,21; Col 3,4; 1Tes 2,12; 2Tes 2,14: es «el» Misterio que está al centro del Evangelio de San Pablo: «Cristo entre vosotros, esperanza de la gloria»” (Col 1,27).

San Juan de la Cruz, “Por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias de Dios que un alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni tiene que ver con él, porque todavía, a la verdad, le está al alma escondido, y por eso siempre le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle escondido”. (CB 1,3)

“Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas; oídle a Él, porque ya no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar”

BENEDICTO XVI – “Para un cristiano, por tanto, rezar no es evadirse de la realidad y de las responsabilidades que ésta comporta, sino asumirlas hasta el fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor”. Angelus 2010

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 555 «Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para “entrar en su gloria” es necesario pasar por la cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como Siervo de Dios. La nube indica la presencia del Espíritu Santo: “Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa” (Sto. Tomás de Aquino, S. th. 3,45,4 ad 2)» ().

Liturgia bizantina, “Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado Tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que Tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre” (Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)

FRANCISCO – “Escuchadlo”. ¡Esta palabra es importante! Nuestro Padre que dijo a los apóstoles, y también a nosotros: “Escuchad a Jesús, porque es mi Hijo predilecto”. Mantengamos esta semana esta palabra en la cabeza y en el corazón: “Escuchad a Jesús”. Y esto no lo dice el Papa, lo dice Dios Padre, a todos: a mí, a vosotros, a todos, a todos. Es como una ayuda para ir adelante por el camino de la Cuaresma. “Escuchad a Jesús”. No lo olvidéis. Ángelus 2014

Xavier Léon-Dufour, «Si ellos ven a Jesús solo, y no ya transfigurado, es que la peregrinación continúa, iluminada desde ahora por ese fuerte resplandor del mundo celestial. Los discípulos que suben con el Maestro hacia Jerusalén prefiguran la Iglesia en camino hacia el Cielo; cuando la Iglesia dirige su mirada hacia esa montaña gloriosa, como antaño Israel hacia el Sinaí, que dominaba su marcha por el desierto, ella sabe que desde ahora emerge por encima de la tierra. Ella lee en el rostro iluminado de su Señor el sentido de la historia, que vive de la cruz que carga y que la encamina hacia la gloria del Hijo de Dios, en unión con Jesús transfigurado» (Etudes d’Evangile, p. 113).

Theillard de Chardin, “La Transfiguración termina por convertirse en la fiesta de mi predilección porque expresa exactamente lo que yo más espero de Cristo, que se realice en nosotros y a nuestros ojos la bienaventurada metamorfosis”. (1952)

Ch. Péguy «Cuerpo y alma, o serán dos manos juntas en eterna adoración, o dos muñecas esposadas por una maldad eterna»

Rainiero Cantalamesa, La Transfiguración es, por lo tanto, una ocasión para reflexionar algo sobre el «hermano cuerpo», como lo llamaba san Francisco de Asís.

CHISTE

Hay un chiste acerca de renunciar a algo durante la cuaresma por amor a Dios:

Un irlandés entró a la taberna en una pequeña aldea y pidió tres cervezas. El cantinero levantó las cejas, pero le sirvió al hombre tres cervezas, las cuales se tomó silenciosamente en su mesa, solo y luego pidió tres más. Como él hizo esto por varios días, el cantinero le preguntó amablemente, “la gente de aquí se pregunta, ¿por qué siempre pides tres cervezas?”

“Es raro, ¿verdad?” Contestó el hombre, “tengo dos hermanos. Uno se fue a América y el otro a Australia. Nos prometimos que siempre que tomáramos ordenaríamos dos cervezas más en memoria de nosotros.”

Un día, el hombre llegó y pidió sólo dos cervezas. El cantinero se le acercó con lágrimas en sus ojos y le dijo, “quiero darte mis condolencias por la muerte de tu hermano.” El hombre contestó con una gran sonrisa, “te alegrará saber que mis dos hermanos están vivos y están bien. Sólo que yo he decidido dejar de tomar durante la cuaresma.” Estas dos cervezas para mis hermanos.

ORACIÓN

¿DÓNDE TE BUSCARÉ?

Señor, si no estás aquí,

¿dónde te buscaré estando ausente?

Si estás por doquier,

¿cómo nos descubro tu presencia?

Cierto es que habitas

en una claridad inaccesible.

Pero ¿dónde se halla

esa inaccesible claridad?

¿Quién me conducirá hasta allí

para verte en ella?

Y luego, ¿con qué señales,

bajo qué rasgos te buscaré?

Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío;

no conozco tu rostro…

Enséñame a buscarte

y muéstrate a quien te busca,

porque no puedo ir en tu busca,

a menos que Tú me enseñes,

y no puedo encontrarte

si Tú no te manifiestas.

Deseando te buscaré,

te desearé buscando,

amando te hallaré,

y encontrándote te amaré.

(San Anselmo)

Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya; inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;

llena todo mi ser y toma de él posesión

de tal manera que mi vida no sea en adelante

sino una irradiación de la tuya.

Quédate en mi corazón en una unión tan íntima

que quienes tengan contacto conmigo

puedan sentir en mí tu presencia;

y que al mirarme olviden que yo existo

y no piensen sino en Ti.

Quédate conmigo.

Así podré convertirme en luz para los otros.

Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti;

ni uno solo de sus rayos será mío.

Te serviré apenas de instrumento

para que Tú ilumines a las almas a través de mí.

Déjame alabarte en la forma que te es más agradable:

llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras

en el camino de otras almas.

Déjame predicar tu nombre sin palabras…

Con mi ejemplo, con mi fuerza de atracción

con la sobrenatural influencia de mis obras,

con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente por Ti.

Card. H. Newman

CONTO

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara. Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.

Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte». Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…». Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié.

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Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.

Anthony de Mello

MONJA JAVERIANA

Una joven japonesa de religión sintoísta, un día, por curiosidad, entró en una iglesia católica; y cuando el sacerdote predicó la homilía, le escuchó estas palabras: “Dios te quiere tal como eres”. Aquellas palabras nunca escuchadas en su vida, le llegaron al corazón. Decidió volver por aquella iglesia y luego se apuntó a la catequesis y, más tarde, contra la oposición de sus padres, se bautizó y, tiempo después, se consagró a Dios haciéndose monja javeriana.

Tomado de las homilías de D. Juan Figueiras

“CONSERVA TU TENEDOR”

Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado solo tres meses de vida. Así que empezó a poner sus cosas “en orden”, contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos aspectos de su última voluntad. Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada. La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella.

– “Hay algo más”, dijo ella exaltada.

– “¿Qué es?”, respondió el sacerdote.

– “Esto es muy importante, -continuó la mujer- quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha”.

El sacerdote se quedo impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir.

– “Eso lo sorprende, ¿no?”, pregunto la mujer.

– “Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud,” dijo el sacerdote. La mujer explicó:

– “En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, ’Quédate con tu tenedor’. Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir… como pastel de chocolate o pay de manzana.

¡Algo maravilloso y sustancioso! Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten ‘¿Para qué con el tenedor?’. Después quiero que usted les diga: ‘Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir'”.

Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. Él sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte. Pero también sabía que la mujer tenía un mayor concepto del Cielo que él. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.

En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta “¿Qué onda con el tenedor?” y una y otra vez el sonrió.

Durante su mensaje el sacerdote les platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de que muriera. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que simbolizaba para ella.

El sacerdote les dijo a las personas como él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él. Estaba en lo correcto. Así que la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir…

iveargentina.org et alii

SOMBREROS, LENTES Y SOMBRILLAS, ¿PARA QUÉ?

Desde hacía un tiempo las nubes del cielo se habían declarado en huelga. Estaban hartas de tanta contaminación que venía de la Tierra y decidieron no mandar ni una gota de lluvia al planeta. Eso provocó que la temperatura de la Tierra subiera y el calor fuera insoportable.

La humanidad, en su desesperación, miró al cielo, se puso a orar y pidió a Dios que hiciera algo. Después de unas negociaciones muy tensas no hubo acuerdo entre el Todopoderoso y las nubes. Así que Dios, en su infinita bondad, decidió enviar sombreros a la Tierra.

La gente los recibió con agrado. Pero se miraban unos a otros sin saber dónde tenían que ponérselos. Así que los dejaron a un lado y siguieron pasando calor.

Viendo la ignorancia de la humanidad, de nuevo Dios intervino y envió gafas de sol a la Tierra. La gente las acogió, pero al ver que no eran los que estaban de moda, los tiraron a la basura.

Una vez más Dios quiso ser bueno y envió a la Tierra una sombrilla para cada dos personas. Los más astutos se adueñaron de ellas y no las compartían con los demás. Así que mientras que unos se refugiaban del sol, otros seguían pasando calor. Eso provocó la ira de los más desfavorecidos, que terminaron quemando todas las sombrillas.

Y Dios, cansado de dar tantas vueltas, miró al ángel que tenía a su lado y le dijo: “Angelito, así es la humanidad: rezan y me piden cosas, y yo se las doy; pero por ignorancia, por apariencia o por egoísmo no las aprovechan”.

Tomado de: El cuento de cada domingo

Hace tiempo leí una pequeña historieta que me gustó. En una leprosería había un leproso que se pasaba el día encerrado sobre sí mismo, triste y sin esperanza. Hasta que un día comenzó a sonreír.

Todo el mundo se preguntaba ¿qué había pasado? Y se dieron cuenta de que todas las mañanas se asomaba al muro que lo separaba de la calle. Se subía al muro. Bajaba y comenzaba a sonreír.

Llenos de curiosidad se acercaron. Una señora todos los

días pasaba a esa hora por allí. Esperaba ver al leproso. Y desde la calle le regalaba una sonrisa. Y esto era suficiente para hacerle feliz a aquel hombre lleno de angustia y tristeza durante todo el día.

Me viene esta anécdota precisamente, el segundo domingo de Cuaresma, en el que leemos la Transfiguración de Jesús en el Tabor. Un momento en el que Jesús se transforma y todo él se ilumina dejando transparentar lo que lleva dentro detrás del muro de su humanidad.

Con frecuencia todos nos quedamos a esta parte del muro y no

vemos la vida que camina por la calle ni las sonrisas que nos

llegan.

Vemos a los demás, no por lo que llevan dentro, sino por lo que

vemos desde afuera.

Vemos a los demás, tapados y escondidos detrás del muro de sus

cuerpos.

Vemos los árboles, desde su áspera corteza, y no vemos la savia

que corre por dentro.

Vemos las rejas de la cárcel, y no vemos a los hombres que sufren

privación de libertad allá dentro.

Vemos las rejas de los conventos de clausura, y no vemos esas

almas contemplativas que han consagrado su vida a Dios y

dedican sus vidas a orar por la Iglesia y el mundo.

Vemos la enfermedad y vemos muy poco al enfermo.

Vemos el pan de la mesa, y no vemos el sudor de quien lo ha

ganado con su amor y el esfuerzo de su trabajo.

Vemos el cuerpo gastado y arrugado del anciano ya cansado, y no

vemos al hombre que vive y siente y ama y tiene necesidad de

cariño, allí dentro.

Vemos a la Iglesia desde sus debilidades humanas, y no vemos al

Jesús que vive resucitado en ella.

Vemos el pan de la Eucaristía, y vemos muy poco al Jesús que se

encierra dentro de ese pan.

Tomado de P. Juan Jáuregui Castelo

ANÉCDOTA

En compañía de una amiga francesa, el poeta Rainer María Rilke iba todos los días a la Universidad. En el camino, en un rincón, encontraba siempre a una pobre mendiga que pedía limosna a los viandantes. La viejecita, como una estatua sentada en su sitio habitual, permanecía inmóvil, tendida la mano y fijos los ojos en el suelo.

Rilke nunca le daba nada, al contrario de su compañera que casi siempre solía dejar caer en su mano alguna moneda. Un día la joven francesa, le preguntó: ¿Por qué no le das nunca nada a esta pobrecilla? -Creo que hemos de darle algo a su corazón, no a sus manos-, respondió el poeta.

Al día siguiente, Rilke llevó una espléndida rosa entre abierta, la puso en la mano de la mendiga e hizo ademán de continuar. Entonces sucedió algo inesperado: La mendiga alzó los ojos, miró al poeta, se levantó del suelo con mucho trabajo, tomó la mano del hombre y la besó. Acto seguido, se fue, estrechando la rosa contra su pecho.

Nadie la volvió a ver durante toda la semana. Pero ocho días después, la mendiga de nuevo apareció sentada en el mismo rincón de la calle. Inmóvil y silenciosa como siempre. ¿De qué habrá vivido esta mujer en estos días en que no recibió nada, inquirió la joven francesa? De la rosa, respondió el poeta.

Tomado de las homilías de D. Juan Figueiras

CANTO

Athenas – Qué Bien Se Está Aquí –

Ain karem Venid conmigo

Delegaación para el Clero de Santiago de Compostela