“Mi hijo fue educado en unos valores que ya no vive. Me siento fracasado y culpable”.
La apertura a la vida de los padres los lleva a entender que no son
posesión suya y a favorecerles que, llegado el momento, abandonen el
nido. Los han preparado para la vida, inculcándoles los valores que
consideran esenciales; ahora les toca aceptarlos y acogerlos, sabiendo
que la educación que les han dado ha dejado un poso, y respetar en la
espera.
El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto
de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de
su corazón (Francisco, La alegría del amor, 99)
Y decía: «El Reino de Dios es como un
hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de
noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo» Mc. 4,26-34.
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Foto: Miguel Castaño