Francisco en Ciudad Juárez: ¡No más muertos ni explotación!

“Siempre hay posibilidad de cambio, estamos a tiempo de reaccionare y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad. La misericordia nos alienta a mirar el presente y mirar lo sano y bueno que late en el corazón la misericordia de Dios, que es nuestro escudo y nuestra fortaleza”, expresó Francisco ante miles de personas en la misa que ofreció este miércoles en Ciudad Juárez, frontera entre México y Estados Unidos.

En la última misa que ofició en México, Francisco hizo énfasis en el drama de la migración forzada, algo que calificó como un “fenómeno global”.

El Papa recordó que en ese lugar, “El Punto”, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y mexicanos que buscan pasar hacia el otro lado, a los Estados Unidos.

Francisco afirmó que se trata de un lugar cargado de terribles injusticias, secuestrados, extorsionados.

“No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos”, dijo.

“Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias”, afirmó Francisco.

Distintos afectados por la violencia y la emigración que estaban presentes en el lugar escuchaban a Francisco con suma atención.  También estaba presente el cardenal Seán O’ Malley, de Boston, en representación de los obispos de Estados Unidos.

Además, unas 50.000 personas seguían la misa a través de pantallas gigantes en el estadio Son Bowl de El Paso Texas, al otro lado de la frontera.

Mientras Francisco hablaba se podía percibir un denso clima de reflexión junto a un altar con la Virgen de Guadalupe de fondo y una enorme cruz de madera, en algo similar al báculo que sostuvo durante la celebración y que le fue regalado por un recluso más temprano.

El don de las lágrimas

El Papa también hizo referencia a la misericordia divina, “que rechaza la maldad tomando siempre la bondad del ser humano y que entra en el mal para transformarlo”.

“Son las lágrimas las que pueden darle paso a la transformación, ablandar el corazón. Son las lágrimas las que logran sensibilizar las miradas y la actitud endurecida y adormecida ante el sufrimiento ajeno”, reflexionó.

Francisco quiso aprovechar la ocasión para invitar a la conversión en el Año de la Misericordia.

“Quiero pedir con ustedes el don de las lágrimas, de la conversión. ¡No más muertes ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida, expresó en otro momento de su homilía.

“Es tiempo  de conversión, es tiempo de salvación, es tiempo de misericordia”, alentó.

“Gracias hermanos y hermanas de ‘El Paso’ por hacernos sentir una sola familia y una misma comunidad cristiana”, culminó, en referencia a un numeroso grupo de personas que seguían en directo la misa desde el otro lado de la frontera.

La cruz de los migrantes

Lo primero que hizo al llegar al lugar denominado El Punto, en la frontera entre Estados Unidos y México en Ciudad de Juárez, fue acercarse a los pies de la cruz de los migrantes donde oró un instante frente al Río Bravo, dejó unas flores y dio una bendición.

Por su parte, los mexicanos aclamaban al Papa del otro lado del muro. Para llegar hasta allí Francisco recorrió más de 9 kilómetros en el papamóvil por las avenidas de Ciudad Juárez, abarrotadas de público que lo saludaba efusivamente.

Despedida, bendición y esperanza

Finalmente, el Papa expresó su agradecimiento a los mexicanos por su hospitalidad durante los días en esas tierras. “¡México siempre es una sorpresa!”, aseveró.

“Me he sentido acogido por el cariño, la fiesta y la esperanza de esta gran familia mexicana”, señaló.

Y citó a Octavio Paz: “Soy hombre, duro poco y es enorme la noche, pero miro hacia arriba, las estrellas escriben, sin entender comprendo, también soy escritura y en este mismo instante, alguien me deletrea”.

“Me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México”, añadió.

“La noche nos puede parecer enorme y muy oscura pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces de esperanza”.

“Muchos hombres y mujeres cuando pasaba levantan a sus hijos, me los mostraban, son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos, esos chicos son profetas del mañana, son signos de un nuevo amanecer”, dijo.

E hizo una confesión: “Les aseguro que por ahí en algún momento sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido, que María la Madre de Guadalupe siga visitándolos”.

Antes de estas palabras José Guadalupe Torres, obispo de la Ciudad de Juárez, fue el encargado de agradecerle su visita a México.

“El solo anuncio de su visita nos llenó de esperanza. Usted nos ha mirado con ternura”, le dijo. El Papa culminó la misa con una oración y un canto a la Virgen.

En el aeropuerto de Ciudad Juárez, cientos de mexicanos le despidieron saludándolo con pañuelos y cánticos tradicionales. También se hizo presente el presidente Enrique Peña Nieto, junto a la primera dama, Angélica Rivera.

“Los mexicanos rezamos por usted, usted rece por los mexicanos”, decía un cartel que portaba uno de los tantos niños que se acercaron a abrazarlo.
Tras los himnos y saludos protocolares se subió a un avión de Aeroméxico para su regreso a Roma.

Aleteia