Francisco con los participantes del VI Foro Internacional Migración y paz

Acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes forzados es un deber de justicia, civilización y solidaridad, señaló el Papa Francisco, al recibir a los participantes en el VI Foro Internacional Migración y paz.

 

Después de escuchar con atención tres testimonios, el Santo Padre
destacó la importancia del tema de este encuentro, que se desarrolla en
Roma: «Integración y desarrollo: de la reacción a la acción»:


«En efecto, no es posible leer los desafíos actuales de los
movimientos migratorios contemporáneos y de la construcción de la paz
sin incluir el binomio ‘desarrollo e integración’: con tal fin, he
querido instituir el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral, en el cual una Sección se dedica específicamente a lo que
concierne a los migrantes, a los refugiados y a las víctimas de la
trata».


El comienzo de este tercer milenio se caracteriza por un número
impresionante – quizá el mayor de todos los tiempos – de movimientos
migratorios que, en términos de origen, tránsito y destino, interesan
prácticamente cada parte de la tierra, dijo el Papa en su denso
discurso, lamentando que «en gran parte de los casos, se trata de
desplazamientos forzados, causados por conflictos, desastres naturales,
persecuciones, cambios climáticos, violencias, pobreza extrema y
condiciones de vida indignas»:


«Ante este complejo escenario, siento el deber de expresar una
preocupación especial por la naturaleza forzosa de muchos flujos
migratorios contemporáneos, que aumenta los desafíos planteados a la
comunidad política, a la sociedad civil y a la Iglesia y pide que se
responda con mayor urgencia a esos desafíos, de forma coordinada y
eficaz.


Nuestra respuesta común se podría articular alrededor de cuatro verbos: acoger, proteger, promover integrar».


En lo que respecta a la acogida, ante el rechazo arraigado en el
egoísmo y amplificado por demagogias populistas, el Papa subrayó la
urgencia de impulsar un cambio con generosidad:


«Es urgente un cambio de actitud, para superar la indiferencia y
anteponer a los temores una generosa actitud de acogida hacia los que
llaman a nuestras puertas. Para cuantos huyen de guerras y persecuciones
terribles, a menudo atrapados en espirales de organizaciones criminales
sin escrúpulos, es necesario abrir canales humanitarios accesibles y
seguros. Una acogida responsable y digna de estos nuestros hermanos
comienza ya en su primer alojamiento en espacios adecuados y decorosos». 


Nadie se puede eximir del «imperativo moral» de proteger de la
explotación, abusos y violencia a los millones de migrantes, en especial
a los que están en situación irregular, los que huyen de guerras y
pobreza, a las víctimas de la trata:


«La tutela de sus derechos inalienables, la garantía de sus
libertades fundamentales y el respeto de su dignidad son deberes de los
que nadie se puede eximir. Proteger a estos hermanos y hermanas es un
imperativo moral, que se debe cumplir adoptando instrumentos jurídicos –
internacionales y nacionales – claros y pertinentes; cumpliendo
opciones políticas justas y clarividentes; prefiriendo procesos
constructivos, quizá más lentos, en lugar de consensos inmediatos;
actuando programas rápidos y que humanicen en la lucha contra los
‘traficantes de carne humana’ que se enriquecen con las desgracias de
los demás; coordinando los esfuerzos de todos los actores, entre los
cuales, pueden estar seguros, estará siempre la Iglesia».


Después hacer hincapié en la importancia de acoger, proteger,
promover e integran y de que estos cuatro verbos se conjuguen en primera
persona en singular y plural, el Papa reiteró que «representa hoy un
deber, un deber hacia hermanos y hermanas que, por razones diversas,
están forzados a dejar su lugar de origen: un deber de justicia, de
civilización y de solidaridad».


El Santo Padre concluyó sus palabras recordando en especial a los menores:


«Permítanme llamar la atención sobre un grupo especialmente
vulnerable entre los migrantes, los que huyen de violencias y pobrezas, y
los refugiados, que estamos llamados a acoger, proteger, promover e
integrar. Me refiero a los niños y a los adolescentes, forzados a vivir
lejos de su tierra de origen y separados de sus afectos familiares. A
ellos les he dedicado el Mensaje, más reciente, para la Jornada del
Migrantes y del Refugiado, subrayando que es necesario buscar su
protección, su integración y soluciones duraderas».

AgenciaSIC