Fiesta del día

La Anunciación a la Virgen María
Palabras de Juan Pablo II comentando el relato de la Anunciación

La Vocación de la Virgen María. Su respuesta inmediata


“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando,
le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se
conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.


El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante
de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del
Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará
sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»


María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco
varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer
será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu
pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de
aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para
Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue”. 

 Evangelio según San Lucas (Lc
1, 26-38)


La fe de la Virgen María

Palabras de Juan Pablo II comentando el relato de la Anunciación

Luminosa respuesta del Ángel



1. Al ángel que le propone ser madre, María le hace presente su propósito de virginidad. Ella,
creyendo en la posibilidad del cumplimiento del anuncio, interpela al
mensajero divino sólo sobre la modalidad de su realización, para
corresponder mejor a la voluntad de Dios, a la que quiere adherirse y
entregarse con total disponibilidad.


«Buscó el modo; no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín (Sermo 291).

Movida por su gran amor


2. San Lucas no indica el lugar preciso en el que se realiza la anunciación del nacimiento del Señor; refiere, solamente, que María se hallaba en Nazaret, aldea poco importante, que no parece predestinada a ese acontecimiento.


Además, el evangelista no atribuye especial importancia al momento en
que el ángel se presenta, dado que no precisa las circunstancias
históricas.


En el contacto con el mensajero celestial, la atención se centra en
el contenido de sus palabras, que exigen a María una escucha intensa y
una fe pura.


Esta última consideración nos permite apreciar la grandeza de la fe
de María, sobre todo si la comparamos con la tendencia a pedir con
insistencia, tanto ayer como hoy, signos sensibles para creer.


Al contrario, la aceptación de la voluntad divina por parte de la Virgen está motivada sólo por su amor a Dios.

Su pregunta manifiesta su fe


3. María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente.


En realidad, el conocido oráculo de Isaías: «He aquí que una doncella
está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel»
(Is 7, 14), aunque no excluye esta perspectiva, ha sido interpretado
explícitamente en este sentido sólo después de la venida de Cristo, y a
la luz de la revelación evangélica.


A María se le pide que acepte una verdad jamás enunciada antes. Ella
la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: «¿Cómo será esto?»,
expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su
maternidad única y excepcional.


Respondiendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35), el ángel da la inefable
solución de Dios a la pregunta formulada por María.

La virginidad, que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto
concreto en que el Espíritu Santo realizará en ella la concepción del
Hijo de Dios encarnado. La respuesta del ángel abre el camino a la
cooperación de la Virgen con el Espíritu Santo en la generación de
Jesús.

Siempre fe para la salvación


4. En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada.


Pentecostés


Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la
concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el
evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen
escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). Y añade: «Cree la
Virgen en el Cristo que se le anuncia, y la fe le trae a su seno;
desciende la fe a su corazón virginal antes que a sus entrañas la
fecundidad maternal» (Sermo 293).


El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo
de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una
descendencia numerosa (cf. Gn 15, 6; Redemptoris Mater, 14). Al
comienzo de la nueva alianza también María, con su fe, ejerce un influjo
decisivo en la realización del misterio de la Encarnación, inicio y
síntesis de toda la misión redentora de Jesús.


La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve
durante su vida pública (cf. Mc 5, 34; 10, 52; etc.), nos ayuda a
comprender también el papel fundamental que la fe de María ha
desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.


Juan Pablo II, 3 de julio de 1996


Artículo originalmente publicado por Primeros Cristianos

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