Extraordinario aumento de vocaciones clarisas en Soria: «Estamos siempre, día y noche, ante Jesús»

El goteo de vocaciones en las clarisas de Soria es constante desde hace años. la Madre Abadesa atribuye los resultados al Señor y a la exposición del Santísimo. «Lo primordial de nuestra vida es adorar al Señor», explican al Diario de Soria. Este sábado ha profesado sus votos temporales otra novicia más, y dentro de un mes otra joven toma el hábito



La aldea gala de las monjas está en Soria. La resistencia de
las clarisas se esconde sin clandestinidad alguna entre los muros del
convento de Santo Domingo, que guarda como pócima mágica un sorprendente censo de novicias jóvenes,
con extraordinaria formación académica, que están dictando una lección
magistral de entrega y desafecto a lo material, en lo que es un regreso,
con presente y futuro, a la regla primitiva, espacio milimétrico
reservado para quienes se saben curtir entre la renuncia a lo superfluo y
el abrazo a la providencia.



Un contrapunto posible


Esta multiplicación de las vocaciones, y de las voluntades, opera bajo
los velos blancos y las cabezas todavía descubiertas, y se da, para más
inri, en Soria, reducto provincial acogotado por la despoblación, la
inacción y el apego a las rentas seguras, más tangibles y terrenales. Un
territorio que sirve de referencia para hablar de vacíos y de
olvidados, desdeñando espacios muy llenos y presencias eternas. Como es
el caso.


 


Este contrapunto, de sorprendente superpoblación y vitalidad, late en Santo Domingo como un fuego posible.


 


Ana Rus, una joven matemática con cuatro de estancia en
el convento de Soria es una de sus llamas vivas. Una más que, prendida a
Jesucristo, alumbra ya una decisión meditada, la de hacer su profesión
temporal (por tres años) este próximo sábado 25 de febrero en el
convento que la orden tiene en Valdemoro (Madrid).



Mientras otros conventos cierran


El torrente vocacional que se da en Soria, con un censo completo de 53 monjas, es un tesoro y una rareza
enorme. Lo es en tiempos en los que la norma, otra clase de norma, es
el cierre. Incluso en puntos de gran raigambre religiosa. Solo en
Vizcaya y en la última década se han ‘clausurado’ tres conventos.


 


Mientras tanto, la Casa de Soria contempla un censo total de 93
integrantes, contando el convento desdoblado de Valdemoro, en Madrid,
con el convento de Medinaceli y con las dos extensiones que se tienen en
Zimbabwe y Mozambique, África.


 


La profesión temporal de Rus es solo uno de los indicadores de este
florecimiento y atracción. El 25 de marzo, y en Soria, tendrá lugar una
nueva toma de hábito, según se explica a este periódico desde la lógica
que impone el torno del monasterio. «Es una ceremonia muy bonita, muy
llamativa para la gente de fuera que ve cómo se deja el mundo exterior».



Entre una y tres por año


El goteo de vocaciones es constante y todos los años se registran
incorporaciones «entre una y tres por año» en el convento de Soria. Con
total modestia y naturalidad, en las antípodas de la soberbia, la Madre Abadesa atribuye los resultados al Señor y a la exposición del Santísimo.


 


La hermana Rus, «aquí todas somos hermanas», lo explica también en una
misiva, en los renglones, firmes y entregados, de quien se sabe testigo
de un amor inabarcable.


 


«Durante los cuatro años que llevo, el monasterio no ha dejado de derramar su infinita misericordia sobre mí. Me ha regalado su paz y su alegría y ahora desfonda ese saco de misericordia», detalla demostrando que la libertad puede anidar entre rejas aparentes.



Lo principal de nuestra vida es adorar


Sor Ignacia y Sor Clara regalan paz mientras explican que el trabajo se
hace «en fraternidad y en conjunto». Las clarisas esconden un nombre
verdadero, el de Hermanas Pobres de Santa Clara. «Ser hermanas y ser pobres, como Cristo
fue pobre», razonan. «Lo primordial de nuestra vida es adorar al señor.
Aquí está permanentemente el Santísimo expuesto que, siempre está en la
custodia, y siempre con una hermana o dos adorándolo durante día y
noche, porque no se interrumpe». El resto de la jornada se reparte entre
trabajo y oración, con distintas horas de rezo. En este capítulo de
principales cuidados también está el canto y la liturgia, «pero tenemos
que trabajar para conseguir el pan de cada día y
nuestro trabajo, entre 10 y 2 de la tarde, es hacer pastas con un horno y
un obrador». El resto del tiempo cada una de las hermanas tiene
asignados sus quehaceres y cuidados, también el de las hermanas más
mayores.



Somos una familia


La más longeva de las hermanas supera los 90 y la más joven, por contra, tiene apenas 19. «Tenemos de todas las generaciones, disfrutamos de esa gracia.
Procuramos adaptarnos a la mentalidad al tiempo en que vivimos. Somos
una familia», aducen mientras recuerdan que la providencia en la que
confían «se refleja en la ayuda que recibimos de fuera». Las monjas se
podrían mantener, por su frugalidad, con el fruto de su trabajo, pero
sin el apoyo externo el mantenimiento del edificio sería imposible. «Los
cambios en el monasterio se han hecho con la ayuda de bienhechores»,
sostienen.


 


Con inmensa ternura ambas hermanas admiten que el canto «es nuestra
manera de apostolado». Es un escaparate. «Evangelizamos desde la oración
y cuidamos la liturgia. Intentamos cuidar el gregoriano. El canto se
hace con el corazón, porque buenas voces, buenas voces, no sé», ironizan
sin olvidar que con el canto «muchas personas encuentran paz, tranquilidad y a Dios».


 


Sabedoras de que Soria es especial, hablan con devoción de la Madre
Clara y de la importancia de su fe. «Nos gustaría decir que seguir a
Cristo es lo mejor. Estamos siempre, día y noche, ante Jesús,
presentando cuantos problemas y necesidades tienen las personas, porque
tenemos al Padre en un tiempo tan convulso». Con sosiego y calma, sin
embargo, Sor Ignacia y Sor Clara abandonan el locutorio.



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