«Es una máquina de rescatar almas»: la canción de Hakuna que llevó a Dios a un matrimonio sin fe

Javier Huerta y Marta, su mujer, testimonian en asociación Lanza el poder transformador de Dios

El  verano de 2023 se presentaba sin novedad para Javier Huerta. Una casa con vistas idílicas en Las Rozas de Madrid, un voluntariado con su mujer y sus hijos en Perú, disfrutar de un agosto “vacío” por vacaciones… Cuenta al canal de la Asociación Lanza que, al volver del voluntariado, y pese a las “situaciones horribles” que presenció con su familia, no le invadió ningún “sentimiento de vacío” ni pensaba que le faltase nada. “Estaba encantado“, admite. Pero en solo unos días, cambiaría su concepto de lo que supone “estar en la gloria”.  

Javier nunca había sido educado en la fe  más allá de alguna temporada en colegios religiosos. En lo material, admite que “nunca ha faltado de nada” y se muestra feliz por su matrimonio con Marta y sus tres hijos, a quienes no les mencionó la fe en toda su vida.

“Nunca renegué de que pudiera haber algo, pero tampoco me planteé acercarme a la fe ni a Dios. Era agnóstico”, recuerda.

De hecho, sus voluntariados tenían “cero” componente religioso, “solo” buscaban ayudar, llevar alegría y aprender a agradecer su situación fuera de “la burbuja” en la que vivían.

En ningún momento del voluntariado se habló de religión o fe ni se les pasó la idea de Dios por la cabeza. “Estaba muy lejos”, afirma.

Sin fe y sorprendido por la JMJ 

Era agosto y la familia acababa de aterrizar en España cuando Javier recibió un vídeo de TikTok que mostraba a millones de jóvenes, rezando, disfrutando y durmiendo en el suelo días atrás, en la JMJ de Lisboa.

“Había un grupo cantando una canción muy bonita que me llamó la atención. El grupo era Hakuna y la canción, Huracán, recuerda. El tema empezó a ocupar su lista de favoritos de camino a sus partidos de pádel.

Y llegó el día 27 de agosto. Como cada mañana, se despertó temprano, cogió su café y se sentó en el jardín a disfrutar de las vistas, ese  día especialmente “idílicas”, mientras las estrofas de Huracán empezaban a invadir sus pensamientos.

“Y un huracán romperá el cielo desde mi garganta / Gritándote dónde estás cuando me haces falta…”

Como si fuese parte de la canción, una estrofa inédita resonó en su cabeza:

Javier, estoy aquí, contigo“.

A la voz le siguió un sentimiento de “paz, de serenidad, de amor, de estar en casa, de no quererte mover, de plenitud… ¿Qué es esto?”, se preguntaba.

De pronto, “encajo todo el puzle y sin tener fe. Él estaba conmigo. `Ese eres Tú, estás conmigo…´”, se decía.  

En ese momento, Javier “sintió al Señor”. “Y una vez que notas eso, esa presión en el pecho, es que no hay vuelta atrás. Entras en otra dimensión”.

La felicidad y el miedo le invadieron a partes iguales, preguntándose qué ocurría y sorprendiéndose de verlo “todo con amor, paz y serenidad”. Especialmente porque “no lo había buscado, pero sabía que era una maravilla“.

No le cabía duda que aquella voz había sido el mismo Dios. Y no solo creyó en Dios. “También en Jesús, en que vino aquí a enseñarnos el camino, a perdonarnos los pecados, no tenía duda de que Dios existe y de que está deseando que lleguemos a Él”, recuerda.

No se le ocurrió otra cosa que hablar con un conocido, católico, buscando una explicación a lo que había vivido.

“Es un regalo del Señor. La vida te va a cambiar. Es otra forma de ver las cosas”, le advirtió antes de regalarle Diez ateos cambian de autobús, de José Ramón Ayllón. Devoró el libro en pocas horas, incapaz de hacer otra cosa.

Consigue aquí ‘10 ateos cambian de autobús’ (Palabra).

En solo unas horas, había cambiado a Los Beatles por Hakuna y el Marca o Mbappé por los Evangelios cada mañana.

“No solo cambió mi conducta o mi interés por Jesús, sino por lo transformador que sentía en mi cuerpo. Sentía al Señor, la felicidad, el amor, la paz y la serenidad. Estaba en otra dimensión”, expresa.

Apenas unos días después, Javier supo que “no podía vivir esta aventura solo” y agregó a su incipiente oración la conversión de su esposa, Marta. “La necesitaba a mi lado”, comenta.

Admite que el cambio fue impactante, por lo que no le sorprendió que la primera reacción de Marta, su mujer, al contárselo fuese reírse de él. Pero cuando ella comenzó a asimilar que la fe “había venido para quedarse”, la risa mutó en preocupación por cómo afectaría a su vida.

“Tenía miedo e incertidumbre por el qué pasaría. A ver si se iba a `meter a cura´ y nos dejaba… No me ponía en lo mejor. Me agobié. Me paralicé“, cuenta ella. Sin apenas formación religiosa, habiendo recibido la comunión para casarse y perdido la fe tras un suceso traumático, no estaba especialmente abierta a un cambio como el que estaba presenciando… y que pronto le afectaría a ella de primera mano.

Un reto a Dios… y cuatro contundentes respuestas

Días después, Javier estaba de viaje y Marta recibió en casa un pedido de libros que no dudó en abrir. No se sorprendió cuando desembaló Diez razones para creer en Dios, de Oriol Jara.  Lo que no sabía su marido era que ella lo leería y compraría una Biblia el mismo día.

Aquí disponible “Diez razones para creer en Dios” (Albada).

Aún hoy, Marta no es capaz  de encontrar una explicación “racional” a lo que sucedió después.

Al abrir la Biblia, encontró un pasaje “bonito” pero que, a su juicio, “no decía nada”, Lucas 7, 36-50, sobre  la pecadora que enjugó los pies del Señor con lágrimas y perfume. A la mañana siguiente, con Javier ya en casa, le dijo a Marta: “Tengo que contarte un pasaje de la Biblia que me ha llamado la atención”. Era exactamente el mismo que ella había leído. “No me habías dicho nada y ahora me lo has dicho todo“, pensó ella de Dios.

Meditando las pocas posibilidades de que fuese casualidad haber leído las mismas líneas en toda la Biblia, Marta retó a Dios, pidiéndole que, de existir,  enviase “una señal”. Apenas terminó el órdago, tañeron las campanas de una iglesia cercana. “Claro, suenan toda la tarde… pero ¿qué posibilidad hay de que diga la frase justo antes, sin ver la hora, y suenen las campanas?”, pensó de nuevo.

Horas después vino la respuesta que “tumbaría” las defensas de Marta. Hacía poco que había confesado a su marido que “necesitaba obtener un perdón” cuando, reunidos con unos amigos conversos, uno de ellos relató que su conversión provenía de un libro, “El perdón. El libro no se llamaba así -en realidad era una película de Juan Manuel Cotelo, La Fuerza del Perdón– pero Marta se dio por aludida. A la mañana siguiente decidió acompañar a su marido a misa y, sorpresa, la homilía trató precisamente del perdón.

“Instrumento para que la gente se acerque a Él”

Casi a la par, Javier y Marta se confesaron. Él, tras décadas, se sintió “como en casa”, invadido por una sensación de alivio, control y alegría. Ella, también después de muchos años, halló la única paz que podía acallar sus miedos y angustias.

El cambio “transformador” sufrido en la vida de los padres ha sido bien recibido por sus dos hijos en España, de 23 y 19 años. Aunque “sorprendidos porque nunca hemos estado cerca de la fe, lo han respetado, han reaccionado bien, incluso el mediano quiere que le demos un libro de Jesús. Es muy bonito”, expresa Javier.

Antes de despedirse, una joven estudiante, desconocida para el matrimonio, entró en escena en plena entrevista ante el desconcierto de Javier y Marta.

“Ya sé quién es”, dice él emocionado. Había escuchado su voz decenas de veces, pero ahora podía ponerle cara a Victoria, autora de Huracán.

Para Javier, “Hakuna es una máquina de rescatar almas“. El matrimonio se despide, preparándose para escuchar, esta vez en directo, la canción que originó su conversión: “Hakuna es un instrumento para que la gente se acerque a Él. El Señor me ha cambiado la vida y ha transformado mis relaciones. Utiliza cada día nuevos métodos y fórmulas, porque eso es lo que quiere, llegar a todos. Me iré con este recuerdo a la tumba“, concluye el converso.

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