Wameedh Khalid Francis, de 21 años, fue testigo del sufrimiento, pero ha decidido entregarse
No es fácil dar el paso para ser sacerdote en un país donde los cristianos han sido fuertemente perseguidos y donde los consagrados están en el punto de mira constante. Sin embargo, en Irak ni el ISIS ni ninguna otra rama del islamismo ha logrado frenar que todavía haya jóvenes cristianos que decidan entregar su vida a Cristo a través de este ministerio.
Uno de ellos es Wameedh Khalid Francis, un joven de 21 años, natural de la llanura de Nínive que ha experimentado en sus carnes lo que es la persecución. Él es uno de 15 estudiantes del Seminario caldeo de San Pedro, en Ankawa. Pero la precaria pero firme Iglesia iraquí necesita más pastores.
El sacerdote de su pueblo, su gran ejemplo
Como le ha ocurrido a otros jóvenes, el ejemplo de fe, valentía y entrega de otros sacerdotes ha sido fundamental a la hora de su llamada vocacional. Por ello, Wameedh afirma que esta vida “es la cumbre del amor y del servicio”, pues “es lo que experimenté en mi aldea, Tesqopa”.
En una entrevista con AsiaNews, este seminarista señala que “en un contexto crítico [por el avance yihadista] el sacerdote se entregó tanto como el ingeniero o como el último de los trabajadores; las personas acudían a él para todo. En este contexto, comprendí el sentido de la misión”.
Wameedh Khalid Francis es oriundo de esta aldea cristiana situada en la Llanura de Nínive, en el norte de Irak, donde completó sus estudios de la escuela secundaria. Proviene de una familia numerosa, tiene un hermano y cuatro hermanas. Él mismo confiesa que crecieron felices a pesar de las dificultades y del avance de los yihadistas.
Precisamente, en los últimos días, el patriarca caldeo, el cardenal Louis Raphael Sako, ha hecho un llamamiento en el que decía que la Iglesia en Irak necesita “nuevas vocaciones, masculinas y femeninas”. Y para ello se dirigió a las familias para que alienten y sostengan a sus hijos en esta decisión, cultivando la fe “a través de la oración y la contemplación”.
Una vocación que viene de niño
“La primera vez que sentí el deseo de la vocación sacerdotal fue a los 12 años. En aquella época iba a la Iglesia todos los días para ayudar en la misa como monaguillo. Un día le pedí al cura que me llevara al monasterio, y me acompañara en una visita. Pero yo todavía era muy joven… él mismo me aconsejó que primero terminase la escuela secundaria y que volviera después, en caso de que todavía tuviera el deseo de ser sacerdote”, recuerda el ahora seminarista.
Una parte fundamental de su servicio será servir a un pueblo castigado por la pobreza, la discriminación y el éxodo por lo que es una prioridad luchar para mantener viva en Irak la cultura cristiana y sus tradiciones.
De este modo, afirma que “el corazón de la misión es justamente el servicio a nuestro pueblo, con el amor y la dedicación que Cristo mismo nos enseñó. Es más, se nos llama a dar a conocer a Jesús a todos los que todavía no lo conocen: con el anuncio y el testimonio, mediante nuestros acciones”. Aunque recuerda que hay que tener en cuenta también el contexto, que es mayoritariamente musulmán y que se caracteriza por el enfrentamiento y las tensiones entre sunitas y chiíes.
Pee a todo, Wameedh considera que la mejor manera de responder a la tarea principal de anuncio “es vivir el Evangelio, de manera total y radical” y mostrarlo a las personas.
“El mundo actual, más que palabras, lo que se necesita son más gestos, más semillas plantadas en el terreno, porque muchas veces el riesgo es que las palabras queden vacías o no sean escuchadas. Un testimonio, a través de las obras y gestos, como el del sacerdote de Tesqopa frente a las enormes necesidades de la población necesitada y desesperada frente a la tragedia yihadista”.
“Vivir la misión cristiana en su plenitud”
Una de sus pretensiones es poder mostrar la belleza del servicio sacerdotal o de la vida consagrada. “Ser sacerdote, monje o religiosa significa vivir la misión cristiana en su plenitud. Conlleva el servicio total, si bien para un cura o una personas consagrada este gesto tiene un valor y una plenitud mayores” en comparación con cualquier otra profesión o estilo de vida, afirma este seminarista.
Entre los ejemplos que más “han influenciado” su formación espiritual y vocacional destacan muchos santos, pero hay uno en particular que le ha ayudado sobremanera: San Charbel, el monje maronita libanés del siglo XIX, canonizado en 1977 por el papa Pablo VI. Se le atribuyen varias sanaciones milagrosas y es una de las figuras más conocidas y revenerenciadas de la Iglesia en Oriente.
Por último, el seminarista caldeo dirige su pensamiento a la comunidad católica internacional, y especialmente a la de Occidente. Entre ellas, algunas han acogido a cientos de miles de cristianos que huyeron de Irak a lo largo de este año. “A ustedes, cristianos y pueblos de Occidente, les pido no olvidarse de Oriente, no olvidarse de nosotros, y rezar siempre por nosotros. Para que la paz pueda reinar en todo el Oriente y para que los cristianos finalmente puedan vivir en paz en nuestra tierra”.