“El Sínodo Universal: un camino de esperanza para la Iglesia”

El pasado martes 16 de abril, en el salón de actos del Instituto Teológico Compostelano, tuvo lugar la charla coloquio: «El sínodo universal: un camino de esperanza para la Iglesia».

La sinodalidad no es un invento

En el inicio de la charla, hubo una intervención del Arzobispo de Santiago de Compostela, en la que remarcó que la sinodalidad no es un invento del papa Francisco. Recordó que ya a las primeras comunidades cristianas San Ignacio de Antioquía les decía que somos sinodoi, compañeros de camino por el don del bautismo. Y es de desde la amistad con Cristo, que es don y gracia, que somos sinodales, lo cual es una exigencia para la Iglesia.

Novedades del Sínodo

El núcleo de la charla lo impartió Eva Fernández, presidenta nacional de ACG, compartiendo su experiencia en la asamblea sinodal de octubre de 2023 como invitada por ser coordinadora de la FIAC. Comentó la existencia de un absoluto respeto entre los asistentes, y que pasados unos días, se creció en un clima de confianza.
En cuanto al papa Francisco, resaltó cómo cuidaba con delicadeza en especial a las personas más vulnerables o que representaban a personas en zonas de guerra.

A diferencia de otros sínodos, es significativa la presencia de no obispos, y la organización que en otros sínodos se estaba en grada y en éste se estaba en mesas circulares por orden alfabético.

Otro punto importante fue el clima de la oración, que impregnó todo el sínodo. El retiro espiritual de tres días previo fue fundamental porque se quiso dar el protagonismo al Espíritu.

La importancia de la escucha

Otra novedad fue que la fase de escucha fue profunda e intensa para escuchar a todo el pueblo de Dios, y sobre todo vivirlo como un proceso, para involucrar a todos los bautizados, y lo que cada uno aporta desde su experiencia, recordando que la asamblea sinodal partió de lo que se fue aportando en las fases previas.

Esa escucha hacía posible que en la asamblea se intentaba descubrir qué hay detrás de lo que cada uno está diciendo, pues todos queremos mostrar el amor misericordioso en el mundo, pero con diferentes formas.

Llamadas y retos

Se nos pide a cada uno y a cada realidad, que podamos dar pasos para caminar como Iglesia sinodal, hay que darle continuidad al sínodo, el cual está en sintonía con el Concilio Vaticano II. De ahí que se insista en que la aportación de cada bautizado es única e importante para la vida de la Iglesia.

El sínodo está al servicio de la misión: cómo anunciar a Cristo a quien está afuera, a quien compartimos vida. En esto, reconocemos la responsabilidad personal y la misión de los laicos en nuestra Iglesia, siendo conscientes que somos un solo cuerpo, y que nos necesitamos unos a los otros en complementariedad y corresponsabilidad.

Iglesia abierta

En el sínodo se habló de valores, que la Iglesia sea menos burocrática y más cercana. De ahí que se habló de una Iglesia que escucha y acompaña a todos, en especial a jóvenes, víctimas de abuso, personas señaladas por su orientación sexual, personas pobres en diversas situaciones. En fin, estar atentos a que cada persona que entra por la puerta no se encuentre sola.

En cuanto a la corresponsabilidad, es importante que afrontemos las labores que nos toca desempeñar, como servicio y no como poder. Y tenemos que ir transformando las estructuras, quizás no sea necesario crear nuevas, pero que en las existentes se pueda escuchar la voz de todos, y que estén siempre orientadas a la misión. En definitiva, es momento de que las mujeres estén en los órganos de responsabilidad de la Iglesia.

Se valoró la labor de los sacerdotes, que deben tomar como modelo a Jesús a nivel de autoridad y servicio, y se mostró preocupación por la vida de los seminarios.
Asimismo, se presentó una propuesta concreta de incorporación a las comunidades de presbíteros que dejaron el ministerio.

En cuanto al laicado, se recordó que la principal misión de los laicos es dar el testimonio con vida y palabras en la sociedad, y se nos envía a participar en la vida pública, surgiendo como un reto la invitación al diálogo para intentar comprendernos mutuamente, y el fomento del diálogo interreligioso, como aportación a una cultura de la paz.

Por lo que respecta a los pobres, hay una interpelación de los pobres, el papa preguntó qué pedían a la Iglesia y éstos le respondieron que amor. Ver a cada persona como sujetos, protagonistas, discernir cómo se integran en nuestras comunidades, y la necesidad de hacer denuncia pública desde la escucha a los verdaderos implicados y ponerlos en el centro, pues son partícipes del sufrimiento del Señor y nos pueden enseñar mucho.

Por último, se aludió a que la Doctrina Social de la Iglesia es una gran desconocida, que es importante estudiarla y sobre todo ponerla en práctica. Como ejemplos, que en las comunidades se favorezca la contratación justa y que la vida religiosa no sea mano de obra barata.

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