«El que alaba no se fija en la pequeñez del rebaño, sino en lo bello de ser los pequeños del Padre»

El Papa participó este viernes en el encuentro ecuménico de oración por la paz desde la Catedral de Nuestra Señora de Arabia. Ante miembros de distintas iglesias cristianas, entre ellos el Patriarca Bartolomé I, Francisco afirmó que para alcanzar un camino de comunión hay que fomentar la unidad en la diversidad y ofrecer un testimonio de vida.

“Por eso es correcto decir que lo que nos une supera con creces lo que nos separa, y que cuanto más caminemos según el Espíritu, más nos inclinaremos a desear y, con la ayuda de Dios, a restablecer la unidad plena entre nosotros”, animó el Papa.

Sin fijarse en la pequeñez

Francisco señaló la necesidad de la unidad. “El pueblo cristiano está llamado a reunirse para que las maravillas de Dios se hagan realidad. Estar aquí hoy, como pequeño rebaño de Cristo, disperso en diversos lugares y denominaciones, nos ayuda a percibir la necesidad de unidad, de compartir la fe. Testimonio de vida, porque como señaló el Papa, nuestro testimonio no es tanto un discurso que se realiza con palabras, sino que se muestra con hechos; la fe no es un privilegio que se ha de reclamar, sino un don que se debe compartir“, afirmó.

Francisco también resaltó la importancia de la alabanza en la vida del cristiano. “La oración de alabanza y adoración es la más elevada; gratuita e incondicional, atrae la alegría del Espíritu, purifica el corazón, restablece la armonía, recompone la unidad. Es el antídoto contra la tristeza, contra la tentación de dejarnos afectar por nuestra pobreza interior y la pobreza exterior de nuestros números. El que alaba no se fija en la pequeñez del rebaño, sino en la belleza de ser los pequeños del Padre”, afirmó.

El Papa: “La fe no es un privilegio que se ha de reclamar, sino un don que se debe compartir”.

Un rebaño que no es uniforme. “Es decir, no nos encierra en la uniformidad, sino que nos dispone a acogernos en las diferencias. Esto acontece a quien vive según el Espíritu; aprende a encontrarse con cada hermano y hermana en la fe como parte del cuerpo al que pertenece. Este es el espíritu del camino ecuménico“, comentó.

Un recuerdo lejano

En este sentido recordó la vida de los discípulos. “En Jerusalén, el día de Pentecostés, aun proviniendo de muchas regiones, se sentían unidos en un solo Espíritu. Hoy, como entonces, la variedad de orígenes y lenguas no es un problema, sino una ventaja”, apuntó.

 Y, añadió, la importancia de vivir en salida. “Desde ahí irán hacia el mundo entero. Jerusalén, que parecía su punto de llegada, se convirtió en el punto de partida de una aventura extraordinaria. El miedo que los encerró en sus casas quedó como un recuerdo lejano; ahora van a todas partes, pero no para distinguirse de los demás, ni tampoco para revolucionar el orden de las sociedades y la estructura del mundo, sino para irradiar en cada rincón, a través de sus vidas, la belleza del amor de Dios”, relató.

El Papa terminó su discurso animando a los cristianos a mirar a Pentecostés. “Y no podemos estar unidos permaneciendo cada uno por su lado, sin abrirnos al testimonio, sin ampliar las fronteras de nuestros intereses y de nuestras comunidades en nombre del Espíritu que abraza a todas las lenguas y quiere llegar a cada uno. Él une y envía, reúne en comunión y manda en misión. Confiémosle en la oración nuestro itinerario común e invoquemos sobre nosotros su efusión, un renovado Pentecostés que nos dé miradas nuevas y pasos ágiles en nuestro camino de unidad y de paz”, concluyó.

Con los líderes musulmanes

A primera hora de la tarde, tras un primer encuentro privado del Papa Francisco con el Gran Imán de Al-Azar, Ahmad Muhammad Al-Tayyeb, ambos líderes religiosos se dirigieron a la Mezquita del Palacio Real para el Encuentro con el Consejo Musulmán de Ancianos. El evento se inició con una breve lectura del Corán y de un pasaje bíblico del libro del Génesis.

El Santo Padre animó en su discurso a fomentar la paz. “Que la paz descienda y permanezca con ustedes, que desean difundirla inculcando en los corazones los valores del respeto, de la tolerancia y de la moderación; sobre ustedes, que se proponen fomentar relaciones amistosas, mutuo respeto y confianza recíproca con todos aquellos que, como yo, adhieren a una fe religiosa distinta; sobre ustedes, que quieren favorecer en los jóvenes una educación moral e intelectual que se oponga a cualquier forma de odio y de intolerancia”, señaló.

Francisco comentó también la tarea que tienen todos los creyentes. “Tenemos una tarea única e imprescindible, la de ayudar a reencontrar estas fuentes de vida olvidadas, de volver a llevar a la humanidad a beber de esta sabiduría antigua, de volver a acercar a los fieles a la adoración del Dios del cielo y también acercarlos a los hombres, para quienes Él hizo la tierra”, apuntó.

Y dio algunas herramientas para ello. “Nuestros medios son básicamente dos: la oración y la fraternidad. Estas son nuestras armas, humildes y eficaces. No nos debemos dejar tentar por otros instrumentos, por atajos indignos del Altísimo, cuyo nombre de Paz es insultado por quienes creen en las razones de la fuerza y alimentan la violencia, la guerra y el mercado de armas, ‘el comercio de la muerte‘ que, con grandes sumas de dinero cada vez mayores, está transformando nuestra casa común en un gran arsenal”, concluyó.

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