El Papa preside la Vigilia de oración para enjugar las lágrimas de quien necesita consuelo

Una vigilia de oración para enjugar las lágrimas de quienes necesitan consolación presidía el Papa Francisco a las 18:00 horas del jueves 5 de mayo, en la Basílica de San Pedro.

Oración y tres conmovedoras historias de vida, mojadas por las lágrimas y enjugadas por la fe, se alternan durante esta vigilia de oración para expresar una de las siete obras de misericordia espiritual: “consolar a los afligidos”. Después de cada testimonio, se encendía una vela ante el relicario de la Virgen de las Lágrimas de Siracusa, expuesto en esta ocasión para la veneración de los fieles en la Basílica de San Pedro.

Durante la celebración, el Papa Francisco hacía distribuir a los presentes como símbolo de consolación y de esperanza, el Agnus Dei, bendecido por él mismo. De forma oval y cera blanca, este objeto de devoción que Francisco dona, tiene grabado de un lado, la imagen del Cordero Pascual y del otro lado, el logotipo del Jubileo de la Misericordia. Su utilización se remonta al siglo IV, mientras es ciertamente documentado en el siglo IX, cuando el Sábado Santo, se rompía el cirio pascual en uso hasta ese día y una vez derretida la cera, se agregaba aceite bendiciendo la mezcla, que se vertía luego en moldes y se distribuía en la octava de Pascua a los fieles. Pero es a partir del 1470, con el Papa Pablo II, que el Agnus Dei comienza a ser utilizado también en los años Jubilares.

Fueron diez personas las que en representación de todos aquellos que cargan sobre sus espaldas historias humanas de gran sufrimiento,  recibirán el Agnus Dei directamente de manos del Papa. Entre ellas, quien ha perdido un hijo en un accidente de tránsito, como la presidente de la Asociación “Víctimas de la calle”, o quien ha perdido un familiar durante el cumplimiento del propio trabajo, representadas por el Presidente de la Asociación “Víctimas del deber”. Con ellos, quien ha perdido familiares durante el genocidio en Ruanda, quien ha vivido el drama de la cárcel. Junto a estas voces, también los testimonios de lágrimas derramadas por mujeres, esposas, madres y abuelas, de religiosas comprometidas en las misiones y el de una enfermera que cuida a enfermos terminales.

Historias de sufrimiento en el cuerpo y en el espíritu, dramas que a través de la fe se han transformado en esperanza.

AgenciaSIC