El movimiento ecuménico en el Arzobispado de Santiago de Compostela: Antecedentes

En los próximos días, dentro del Octavario de Oración de Unidad de los Cristianos, Benito González Raposo, historia viva del Ecumenismo en nuestra Diócesis después de muchos años de trabajo, irá recordando algunos de los hitos más importantes del movimiento ecuménico en nuestra Iglesia particular.

La preocupación por la unidad de la Iglesia que existía en los agentes de pastoral y en los seminarios antes del Concilio Vaticano II, era con la idea imperante por aquellos años de la conversión de “los herejes” y “cismáticos” y de su retorno a la Iglesia católica que se identificaba históricamente como la única Iglesia de Cristo; todos los años se hacía el Octavario de oración por la unidad de la Iglesia, los días 18 al 25 de enero, con esa finalidad.

El Concilio Ecuménico Vaticano II lo convoca el papa Juan XXIII con unos objetivos prioritarios que señala en su Constitución Apostólica HUMANAE SALUTIS: la necesaria renovación espiritual, pastoral, doctrinal y de organización estructural de la Iglesia católica por la que “se capacite ésta cada vez más para solucionar los problemas del hombre contemporáneo”; la unidad de la Iglesia, “con el fin de rehacer aquella unidad visible de todos los cristianos que responda a los deseos del Redentor divino”; y “ofrecer al mundo, extraviado, confuso y angustiado bajo la amenaza de nuevos conflictos espantosos, la posibilidad, para todos los hombres de buena voluntad, de fomentar pensamientos y propósitos de paz”.[1]

La finalidad ecuménica se manifiesta pronto en la invitación de observadores de otras Iglesias y la valoración de sus aportaciones, y en los Esquemas de trabajo sobre documentos a debate y aprobación en el concilio.[2]

El ambiente y desarrollo del Vaticano II, la doctrina que emana, los gestos o signos de amor fraterno entre representantes de la Iglesia católica y las otras Iglesias llegan a nosotros. Los prelados, agentes de pastoral, laicos de la Iglesia católica en Galicia toman cuenta de que todo ello les obliga a un cambio radical de actitud con relación a las otras iglesias cristianas, al mismo movimiento ecuménico y a la consideración de la libertad religiosa como un derecho de toda persona.[3]

Este cambio se inicia públicamente en el Arzobispado de Santiago de Compostela con una Semana de oración y estudio sobre Unidad de la Iglesia, celebrada los días 1 al 6 de junio de 1965, la semana anterior a Pentecostés. El cardenal arzobispo Quiroga Palacios la prepara y, por medio de su Exhortación Nuestra Semana de la Unidad en el Año Jubilar de la Unidad, anima a los diocesanos a que participen en ella[4]; coinciden en 1965 el Año Santo Compostelano y la clausura solemne del Vaticano II.

La citada Exhortación indica la temática doctrinal de la Semana y anuncia que el cardenal Stephanos I Sidarouss, Pape (patriarca) de la iglesia oriental católica copta, residente en el Cairo, ha sido invitado por él a esta Semana de la Unidad y “celebrará la Santa Misa según su rito propio”.

El mismo número del Boletín del Arzobispado ofrece el Programa de la Semana; y en el siguiente número[5], las adhesiones recibidas, la homilía del cardenal Stephanos, los temas de estudio y sus ponentes, entre otros: Sentido unitario del Cristianismo, por Mons. Guerra Campos, obispo Secretario general del Episcopado español; Pentecostés, milagro de unidad, por el Lectoral D. Manuel Rey Martínez, canónigo compostelano; Sentido unitario del Vaticano II, por el P. Francisco Albarracín, S.J., director del Centro Ecuménico Oriental de Madrid; María, centro maternal de la Unidad, a cargo del P. Manuel de Tuya, O.P.; Pensamiento actual de la Teología protestante, del profesor M. Gesteira Garza; Las Iglesias Orientales, por D. José Luis Díez, vicedirector del  Centro Ecuménico Oriental de Madrid,.   

Con motivo de la publicación de la ley 44/1967, el mes de diciembre de 1967, que regula el ejercicio del derecho civil a la libertad en materia religiosa, mal recibida por dirigentes protestantes en España y en el extranjero, visitan España cuatro representantes de la Fundación of the Appeal of Conscience de EE.UU.: un pastor metodista, un rabí judío, un hombre de negocios y el P. Culhane, S.J. Son recibidos en Madrid por el ministro y el subsecretario de Justicia, el arzobispo de Madrid y el Nuncio; y en Santiago de Compostela, el P. Culhane se entrevista con el cardenal Quiroga Palacios al que le comunica la opinión desfavorable a la ley 44/1967: es restrictiva en relación con la doctrina del Vaticano II sobre la libertad religiosa, y los controles de organización interna que exige su art. 17 causan recelos a las entidades religiosas.

El P. Culhane agradece la acogida del cardenal Quiroga Palacios en carta del 8 de enero de 1968, que acompaña con una copia de su artículo Religious Freedom in Spain, publicado en la revista América del 13-01-1968, en el que describe la impresión positiva de los delegados después de la visita a España; y dice del cardenal Quiroga Palacios lo siguiente:

“El fin de semana, después de nuestra visita al Nuncio, yo fui recibido por el Sr. Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Quiroga Palacios en su residencia de Santiago de Compostela. En esta ciudad antigua de Galicia, donde la tradición dice que está enterrado el Apóstol Santiago, el Cardenal me repite insistentemente su razonamiento: ‘Dennos tiempo. Déjennos eliminar las dificultades que puede haber en la ley. Es un gran avance que más del 95 por ciento de los españoles quieran ser tan generosos en materia de libertad religiosa como el Concilio quiere que seamos’. No era difícil advertir en su razonamiento la evidencia de un verdadero espíritu ecuménico”.[6]

En estas fechas, el cardenal arzobispo Quiroga Palacios nombra delegado diocesano de Ecumenismo al presbítero diocesano Carlos García Cortés. Se lo comunica por carta personal, el 12-01-1968, en la que manifiesta ese espíritu ecuménico y su decisión de aplicar sin demora las directrices del Vaticano II, y reconoce sus buenas cualidades para esta función, y le dice:

“Pido a Dios que le dé acierto en la realización de este cometido tan importante pero tan delicado […]. Por mi parte, como es mi deber, que cumplo gustoso, quedo a su disposición para poner en marcha esta Delegación Diocesana, según las normas que vayamos recibiendo y las que parezca oportuno dictar concretamente para la archidiócesis”.[7]

Benito González Raposo

[1] Ver Constitución Apostólica HUMANAE SALUTIS, por la que Juan XXIII convoca el Concilio Vaticano II, 25-12-1961, nn 6, 8, 9.

[2] Vid. Vaticano II Constitución dogmática Lumen gentium; Decreto sobre el oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia Christus Dominus; Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio; Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae; Constitución dogmática sobre la Divina Revelación Dei Verbum; Decreto sobre las Iglesias orientales católicas Orientalium Ecclesiarum, nn. 24-30 de los hermanos orientales ortodoxos.

[3] Vid. Mínguez, X. L., Quiroga Palacios no seu tempo, Sotelo Blanco Edicións, Santiago 2000, pp. 275-291: Os protestantes e a liberdade relixiosa, en el que el autor pone de manifiesto el cambio de actitud del Card. Quiroga.

[4] Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago (BOAS), n 3131, 20-05-1965, pp. 275-276; Programa: pp. 281-282.

[5] BOAS, n 3132, 21-06-1965, pp. 318-323.

[6] Archivo histórico diocesano de Santiago, Fondo Quiroga Palacios, Caixa Q-VII.

[7] Archivo personal de Carlos García Cortés.

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